30 agosto 2010

Belfast: Murales y problemas






Belfast 14 de agosto de 2010


Estimado Amigo:

Al contrario de lo que muchos puedan pensar nuestra llegada a Belfast ha reunido, hasta el momento, sensaciones muy placenteras. Me explico, como bien sabes he viajado bastante por el mundo, aunque es mucho también el mundo que me queda aún por conocer. Sin embargo, no había experimentado nunca esta hospitalidad y este calor hacia el extranjero en ningún otro lugar del mundo (solo Nueva York es comparable, aunque allí claro está nadie es extranjero).
Lo extraño es que esperábamos una ciudad más siniestra, más oscura (hasta el sol brilla con más fuerza) y más vieja. Todo lo contrario. La gente te saluda por la calle. se cuela el sonido de Van Morrison por las ventanas. Todo parece normal y apacible. La verdad que no parece que haya un conflicto entre los Católicos Republicanos y los Protestantes Unionistas. Y sin embargo, lo hay.
Me dice Steve, un taxista protestante (y orangista) del centro que esta ciudad no habrá de conocer la paz jamás. Que “los problemas” (the troubles) como todos los irlandeses los llaman, no acabarán nunca. Los acuerdos de Viernes Santo de 1998 han traído estabilidad a la región pero no la paz. La paz es utópica porque nadie quiere ceder en sus exigencias y las provocaciones están a la orden del día. Los protestantes, sobre todo en esta época estival (desde el 12 de julio), no paran de salir a desfilar (los grupos de la orden de Orange) y los católicos están más susceptibles de lo normal con mucha violencia nocturna. Steve nos ha llevado a todos los santuarios del protestantismo y a los murales venerados por todos los que llevan la mano roja del Ulster grabada a fuego en el corazón. Desde Shankill Road al Muro de la Paz. Por supuesto, nos hemos bajado y hemos escrito nuestro mensaje de buena voluntad deseando esa reconciliación imposible por ahora.
Me llama la atención como hay comunidades católicas que viven puerta con puerta con casas protestantes y viceversa. Y sin embargo, ni se miran. Y cuando lo hacen es para pelearse. Le pregunto a Steve porque solo me muestra el lado de los Lealistas Unionistas y me dice que llegar a Falls Road (arteria principal del unionismo) es peligroso porque el IRA y sus acólitos están atentando a diario. Le digo que desde España creemos que el IRA se ha desarmado y no está activo. Me mira muy seriamente y me señala una torre de edificios que hay frente a nosotros diciendo: “ese edificio está lleno de terroristas armados hasta los dientes. Esta mañana han matado 6 personas, entre ellos 2 bebés”. No le contesto (luego he ido a Internet a consultar si esa información era veraz pero no logré encontrar nada al respecto). Ya no sabes a quién o qué creer.
Más tarde salgo del hotel, cruzo la calle y me encuentro en Sandy Row. Un mural grande me advierte que me interno en territorio británico y que aquella es una población “bajo asedio” que nunca se rendirá (“No surrender”). Lejos de impresionarme me interno por las calles buscando Falls Road y toda la zona católica. Al igual que en la zona protestante los extranjeros son bienvenidos pues, de alguna manera, buscan contarte su versión de la historia. Esta zona es realmente atractiva y quizás más activa, tanto política (hemos estado justo en la puerta de la sede central del Sinn Fein con el mural de Bobby Sands en uno de sus costados) como culturalmente (tienen un centro muy importante). Por supuesto, en esta zona hay murales en cada esquina y cada calle. Y además son más políticos, mientras que los de los protestantes eran más belicosos.
La verdad es que está siendo una experiencia interesante y excitante al mismo tiempo.

Sin más me despido.


JOSEPH SILVERMAN

PD: Te adjunto algunas fotos de murales. Si te interesan algunas más no te preocupes. Los fotografié casi todos.






28 agosto 2010

Crítica de Cine (CXXVIII): Ararat (2002)


LAS IDENTIDADES PERDIDAS

De alguna manera Armenia, su cultura y su Historia, han estado siempre presentes (en mayor o menor medida) en el cine del director canadiense (de origen armenio) Atom Egoyan. Sin embargo, tal vez sea en su filme “Ararat” (2002) en el que esta cuestión se toca más claramente y ocupa temáticamente toda su ficción.
Como decíamos antes, en el cine de Egoyan hay una obsesión por la búsqueda y el encuentro de las identidades perdidas. Ya sean individuales o colectivas. En “Ararat” se alude clara y físicamente al monte del mismo nombre situado en el este de Anatolia (suelo turco) en la confluencia con Iran y la propia Armenia.
El monte significa la patria perdida, el dolor y la memoria que ha de permanecer a pesar de la diáspora del pueblo armenio. Casi por primera vez en la Historia del Cine se habla sin tapujos del Genocidio de este pueblo a manos del ejército turco. Y son estos lugares y estos tristes acontecimientos los que sitúan a los personajes de “Ararat”. La memoria crea la comprensión, el arraigo y el sentimiento aunque el espacio y el tiempo les hayan distanciado.
Para ello, fiel a su cine, Egoyan teje una trama de ficción no siempre verosímil pero sí de una apariencia muy realista (que es diferente). Parte de su propia experiencia en el contexto contemporáneo y de la del pintor Arshile Gorki (también armenio y testigo del genocidio) en el pasado. A partir de ahí, a dos bandas, se quiere comprender mejor, como si de un juego de cajas chinas se tratara, todo lo que originó un conflicto terrible que, aún hoy, trata de silenciarse de manera cobarde. El cineasta canadiense se distancia utilizando textos origínales del periodo y obras de arte pictóricas para objetivar la cuestión. Crea un cine dentro del cine y a su alrededor personajes perdidos a los que atormentan los hechos incontroladamente. Como si el desarraigo de las generaciones nacidas lejos del monte Ararat lucharan por saber para ocupar un lugar en un mundo nuevo tomando conciencia de la fatalidad de sus orígenes y su necesidad de nunca olvidar.
¿Es posible reivindicar a través del cine la posibilidad de reconocer los hechos horribles de un genocidio? Cree Egoyan que sí. El arte es un arma poderosa. Tanto que no duda en mezclar las propias imágenes de la ficción de sus personajes con las derivadas de la película histórica que se rueda (más superficial y menos apasionada) junto a imágenes documentales (y digitales) evocadoras de aquellos lugares que los armenios ocuparon en Anatolia. La textura y superposición de capas es notoria debido a los contrastes que existen en todos y cada uno de los registros visuales. Y sobre todo en las imágenes digitales, hay un anhelo, como en “Shoah” (1985) de Claude Lanzmann de trasmitir los sonidos del pasado, de resucitar sus ecos, de despertar a los fantasmas de los espacios vacíos, de las ruinas y paisajes desolados. Es en definitiva un filme admirable y necesario aunque solo sea por sus gritos exigiendo justicia y dando visibilidad a un conflicto injustamente desconocido en la Historia.

FICHA TÉCNICA:

TÍTULO ORIGINAL Ararat AÑO 2002 DURACIÓN 116 min. DIRECTOR Atom Egoyan GUIÓN Atom Egoyan MÚSICA Mychael Danna FOTOGRAFÍA Paul Sarossy REPARTO Charles Aznavour, Christopher Plummer, Elias Koteas, Eric Bogosian, Arsinée Khanjian, Brent Carver, Marie-Josée Croze, Bruce Greenwood, David Alpay PRODUCTORA Miramax

26 agosto 2010

Las 100 de Silverman (XXX): Ayer (1998)-Daniel Melingo


Hay poco o nada que comentar. Daniel Melingo ha reinventado el tango. Aún más. Él es el Tango (al menos el más contemporáneo). Y punto.
Si además le acompaña Cristobal Repetto (el tipo que tiene en la garganta una gramola vieja que suena como Dios) es para morirse de gusto.

25 agosto 2010

Howth: las focas miran al ojo de Irlanda






Dublín, 12 de agosto de 2010



Querido Amigo:

Hoy hemos estado en la localidad costera de Howth. Está muy próxima a Dublín y es como una especie de península que sobresale en el mar de Irlanda. Resulta obvio decir que es una localidad de pocos habitantes, la mayoría gente de sobrada capacidad económica, que ha decidido alejarse del mundanal ruido de la capital. Ahora bien, su hospitalidad es tremenda y se ve que están acostumbrados a recibir visitantes sobre todo en esta época del año en el que el clima es más bondadoso.
Lo primero que hemos hecho nada más bajarnos del tren de cercanías (el famoso DART) ha sido ir al puerto e impregnarnos de la vista maravillosa hacia los islotes. Uno de ellos es el denominado "ojo de Irlanda"y que alberga muchas especies de aves. Además, desde este lugar puede divisarse la imponente torre Martello, desde donde comienza la epopeya que había de romper las barreras de la novela clásica: “Ulises” de James Joyce. Imagínate nuestra sorpresa cuando, de repente, nos han asaltado varias focas implorando (como en una especie de resoplido) algo de alimento. Ver este tipo de animales tan de cerca me ha impresionado bastante. Es un aspecto más de la vida que trasciende la teoría para convertirse en algo absolutamente real. Y te lo digo en serio, faltó solo acariciarlas para culminar lo que parecía un hilarante documental de National Geographic.
Después de ese emocionante encuentro nos hemos repuesto y hemos subido la colina desde la que divisar toda la península. No ha sido una tarea sencilla pues hemos tenido que recorrer al menos 6 Km. de senderos no muy bien señalizados y con unos considerables porcentajes de desnivel. Desde la cumbre soplaba el viento indomable agitando toda la vegetación a su paso, ves el mundo desde una posición insólita, es más pequeño pero también hermoso y tranquilo. Casi da vértigo pues vas girando 180 grados en torno a ti y ves Howth en toda su extensión. Desde la ciudad hasta los faros. Desde el ojo de Irlanda a las playas. Cada sendero y cada roca. Es el fin del mundo, el filo del abismo, stop, finisterre, se acaba el suelo y empieza el mar. Se confunden dos reinos. Yo en medio.
Para volver a la estación hemos tenido que recorrer otro sendero de 8 Km. deteniéndonos en la espesura de los helechos, de las flores, de las espigas de cereal. Haciéndonos fotos en cada encuadre atractivo, en cada punto de vista curioso, tratando de lograr la foto perfecta. La que defina mejor todos los colores y texturas de aquel lugar. La que explique mejor en el futuro cómo nos sentíamos en aquel tiempo. No sé si lo hemos conseguido, ya verás las fotos.
De momento me despido, mañana nos vamos hacia Irlanda del Norte. La próxima carta te la enviaré desde allí. Deseo que estés bien.
Un abrazo

JOSEPH SILVERMAN



23 agosto 2010

Cinema Revival (CXIV): Easy Rider (1969)


DOS HOMBRES LIBRES

Se puede hablar largo y tendido de la libertad individual. Podemos leer todo lo que queramos sobre filosofía política y anhelar largamente esa abstracción. Sin embargo, cabe preguntarse si seríamos capaces de reconocer personas que intentan ser libres cuando se cruzan con nosotros. Reconocerlos y respetarlos. Al contrario que en “Easy Rider” (1969), no temerlos ni envidiarlos. Y tal vez sea ése el quid descorazonador de esta película de culto eterno dirigida por el no menos mítico Dennis Hopper: la libertad verdadera es imposible y no por causa de quién intenta ser libre (ya de por sí difícil) sino por la intolerancia de la sociedad alienada.
Revisar “Easy Rider” es hoy un placer inconmensurable porque mantiene intacta la frescura de unas imágenes que, aunque pertenecientes a otro tiempo (tal vez irrecuperable), comunican con poderío cuestiones atemporales. Si reflexionamos por un instante surgen preguntas como dónde ha ido a parar la América que Dennis Hopper retrata, y que con ese aliento lírico y profético, anuncia la llegada del Leviatán (el miedo) que coronará el fin del siglo XX (ultraconservadurismo de Reagan e intervencionismo militar masivo) y el inicio del XXI (el 11-S y la Guerra contra el Terrorismo Global).
Claro que en su momento, y ante la imposibilidad de conocer el futuro fatal, este filme impresionó por otros motivos. Para empezar, significaba convertir en imágenes todas las inquietudes de una generación que siempre fue joven y que soñó con un país más progresista, al margen de aventuras bélicas, que profundizara tal y como rezan sus credos fundacionales en las libertades básicas. Me refiero a todo lo que significó la Beat Generation, a Allen Ginsberg, a Jack Kerouac y su novela “En el camino” (1957), a la exaltación del viaje como pilar fundamental de la existencia, al movimiento como autoconocimiento, al paisaje americano como elemento narrativo y vital, al vivir por encima de todo sin ataduras y al margen de convencionalismos, a exprimir el tiempo y su fugacidad dolorosa ante la inmediatez de la muerte.
Ante toda esta relevancia resulta incómodo tomar distancia y ver cuáles son los valores estrictamente cinematográficos de “Easy Rider”. Pues los tiene aunque no sean numerosos ni relevantes para la Historia Oficial del Cine Mundial (ni falta que le hace). Hopper, con la inestimable ayuda de Peter Fonda (protagonista también, además de coautor del guión y productor) realizaron un filme algo irregular en su narración, probablemente porque ésta es insignificante. Si se piensa un poco, es probable que estemos asistiendo a una road-movie antinarrativa a medio camino entre la aventura psicológica y la alucinación en el que la carretera y el paisaje bien aderezados por una banda sonora poderosa (grupos como SteppenWolf, The Byrds o Bob Dylan) absorben al espectador hacia los paraísos que habitan en nosotros mismos. Una delicia.
A esto se puede añadir una ingeniosa forma de encadenar secuencias que no se mantiene durante todo el metraje, un guión irreverente y radical trufado de referencias explícitas sobre sexo (incluso homosexualidad), drogas y reivindicaciones y críticas sociales de toda índole. Entre ellas, la constancia de que hay una América salvaje e intolerante que no duda en usar la violencia con los que se atrevan a alzar la voz o a salirse de su lugar.
En definitiva, una joya brutal, un compendio de poesía en forma de imágenes en movimiento que, como no podría ser de otra manera, debería ser de obligada revisión en los centros educativos y sociales. Si viviéramos en otro mundo. Como el que se ve en “Easy Rider” y que irremediablemente va desapareciendo en los puntos de fuga del horizonte mientras aceleramos en nuestro camino.

FICHA TÉCNICA:

TÍTULO ORIGINAL Easy Rider AÑO 1969 DURACIÓN 94 min. PAÍS: USA DIRECTOR Dennis Hopper GUIÓN Terry Southern, Peter Fonda, Dennis Hopper MÚSICA Steppenwolf, Mars Bonfire, Jimi Hendrix, The Byrds, Roger McGuinn FOTOGRAFÍA Laszlo Kovacs
REPARTO Peter Fonda, Dennis Hopper, Jack Nicholson, Karen Black PRODUCTORA Columbia Pictures

22 agosto 2010

Las 100 de Silverman (XXIX): La sangre de tu tristeza (1987)-Gabinete Caligari



Rock español puro. Castizo a más no poder, pero a la vez repleto de sustancia. Detrás de esa música inspirada y la voz genuina de Jaime Urrutia había siempre una forma de ver el mundo. La nostalgia por la juventud perdida, por la vida nocturna y los amores no concretados los convirtieron en una banda emblemática en su momento. Y ahora, después de tanto tiempo, siguen siendo parada obligatoria para conocer la música española de fin de siglo.

20 agosto 2010

Desde los páramos irlandeses






Dublín 11 de agosto 2010

Estimado Amigo:

Disculpa que esta misiva te llegue tan tarde pero no he podido enviártela antes. La causa es que he estado deambulando por los condados profundos y las montañas colindantes a Dublín. Como podrás suponer, en lugares tan inhóspitos encontrar una oficina de correos se antojaba algo difícil.
Sigo teniendo las mismas percepciones que te transmití en mi primera carta. Creo que se refuerzan cada día más. Quizás es la fuerza del paisaje y el contacto con la naturaleza. El tacto de la hierba verde mojada en la mañana, la intensidad de los olores y los sabores. Y como no, el calor de la gente que te encuentras por el camino.
Si hubieras caminado como yo lo he hecho por los páramos de Sally Gap entenderías lo que es el viento. Aprenderías a escuchar y sentirías su furia. Y como dice la canción, “el viento agita la cebada” y los arbustos, como tratando de arrancarle respuestas a la tierra. Respuestas que no llegarán nunca.
Si hubieras tocado el agua fría de los arroyos de las montañas del condado de Wicklow, seguro que hubieras sentido una suerte de purificación. Una limpieza profunda que solamente llega, no solo cuando el entorno posee esta belleza inigualable, sino cuando olvidas por un instante tus orígenes y te abandonas a ti mismo encontrando otros mundos. Déjame hacer un inciso y decirte algo: el paraíso existe y no está muy lejos. Yo estuve allí.
Si hubieras sentido como palpita la vida en la necrópolis neolítica de Bru Na Bóinne (Condado de Meath) podrías entender que la muerte es antigua y misteriosa. Y que a partir de ella, el hombre ha ido inventando todas sus creencias, mitos y tradiciones, sin los cuales además, no podría vivir feliz. Y me refiero a toda la mitología celta, a héroes como Cúchulainn, a los Leprechaun, y al eco imponente de una música que recuerda la que el bardo Marlen creyó oir cuando iba en busca de la espada encantada. La misma música que sugirió al rey Finn de Fianna la idea de construir un arpa con la osamenta de una ballena. El arpa de Irlanda.
Si hubieras sentido como transita la sangre de los muros de las ruinas monásticas de San Kevin en Glendalough. Afirmarías sin dudarlo que aquel lugar sangra Historia. Y que en aquel valle glacial los muertos del cementerio que están alrededor se levantan por la noche a bañarse en los lagos de agua cristalina mientras recitan los versos de Yeats, deshojan tréboles de cuatro hojas o rememoran nostálgicos las hazañas que no culminaron en vida (como si de una novela romántica de Walter Scott se tratara).
Creo que si estuvieras aquí y hubieras experimentado todo esto, serías tan feliz como yo lo soy ahora. Deseo que en el futuro podamos vivir cosas semejantes en mutua compañía.
Sinceramente te quiere.

JOSEPH SILVERMAN


PD: Prometo volver a escribir.



18 agosto 2010

Dublín: sombra de libros a orillas del Liffey




Dublín, 9 de agosto de 2010.


Estimado Amigo:

Si estuvieras aquí y vieras lo que yo estoy viendo seguramente las sensaciones y pensamientos serían similares. Te diría que en Dublín los días son luminosos en verano. Amanece prontísimo y anochece bastante tarde. El brillo y la luminosidad son tan intensos, que los colores de las casas resaltan sobremanera sobre el gris del asfalto (las puertas de Grafton Street) y la gente, debido a las agradables temperaturas, sale a la calle con más ganas.
No sé que te podría contar de estos primeros días en la capital de Irlanda que no sepas. Tal vez confirmarte o desmentirte algunas ideas previas que ya tenía respecto a este país y sus gentes.
Seguro que no soy muy original cuando digo que Dublín es precioso. En la forma y en el fondo. En su arquitectura georgiana y las esculturas que adornan sus calles. En la extensión exagerada y el verdor de sus parques (Phoenix Park es un ejemplo claro). En el aroma de efervescencia cultural y modernidad que respiras a cada paso, pues pese a que se puede confirmar un profundo respeto por el patrimonio, tanta tangible como intangible, también hay un anhelo por estar en consonancia con las últimas tendencias artísticas y musicales.
Y la gente, los irlandeses, como lo diría, son personas vitales y orgullosas de su Historia de luchas y penalidades. Gente recia como su clima pero de calado sensible como su paisaje. Hombres y mujeres hospitalarios, anfitriones perfectos, encantados de enseñarte su casa, felices de que sientas interés por lo suyo. Y cuando hablamos de lo "suyo" no hablo de literatura (que la tienen y buena) sino que hablamos de una identidad fuerte, arraigada en el tiempo, a su manera introvertida y reservada, pero a la vez transgresora. Capaz de sentir apasionadamente los versos de Yeats y al mismo tiempo beber whisky o cerveza negra (si es Guiness mejor) en un pub casi hasta el amanecer al ritmo de la música de The Dubliners. Te diré más, y lo digo como lo siento, desde el Trinity College hasta Parnell Square, desde el mítico Temple Bar (abierto las 24 horas) hasta Connoly Station, desde O´Connel Street hasta la ribera del Liffey (siguiendo a Joyce), no hay una sola persona que le niegue la mano a otra. Aún más, a riesgo de equivocarme porque la pasión irlandesa y la sombra de libros a orillas del río me obnubile, no creo que haya una sola mala persona en este país. Así de claro.

Sin más me despido mientras cae la noche dublinesa y encuentro en Ha´penny Bridge las atávicas huellas de Leopold Bloom. Volveré a escribirte pronto (tal vez mañana).

Te quiere.


JOSEPH SILVERMAN


06 agosto 2010

See you soon!!!!


Como John Wayne en "El hombre tranquilo" (1952) de John Ford.

Como Corto Maltés en sus Célticas.

Como José Luis Guerín persiguiendo a Ford en Innisfree.

Como Joyce por O´Connel Street.

Así estaré yo.

Buscando también lo que aún no he encontrado. (I still haven´t found what I am looking for-U2).

Ojalá.

Tal vez en algún ríncón entre los acantilados y yo mismo. Entre el camino y mi interior. El paraiso está más cerca de lo que pensamos.

Un abrazo.

Las 100 de Silverman (XXVIII): Mis noches sin tí (1971)-Nino Bravo



Un artista mítico. Comprender la música popular española de fin de siglo es imposible sin la aportación de esta voz privilegiada. Sus temas de amor eran, a la vez, desesperación y emoción. Quién cantaba así gastaba rapidamente la vida. Y así fue. Nos queda un legado cuantitativamente limitado pero tremendamente extenso en el territorio sentimental de nuestras biografías.

04 agosto 2010

Cinema Revival (CXIII): El enemigo público (1931)


MODERNIDAD Y PASADO

La revisión de una película tan relevante como "El enemigo público" (1931) de William A. Wellman, aunque tal vez no tan conocida en nuestro entorno, puede resultar controvertida o cuando menos fascinante. Sin embargo, es un acto de justicia reconocer las aportaciones que este título aportó en su momento, no solo al naciente género de gangsters, sino al cine en su plena totalidad.
El filme de Wellman es, desde sus inicios, un prodigio narrativo que muestra con claridad y concisión rotundas cómo se cuentan las historias. Y lo que es más importante. Cómo se cuentan historias magníficas sobre vidas que expresan autenticidad, repletas todas ellas de detalles inolvidables. Se hilvana desde los títulos de crédito un relato exento de romanticismo con mucho vigor, en el que los personajes van mostrando sus complejidades psicológicas y sus sueños en la América floreciente de inicios del siglo XX. Asímismo se recoge con verismo el nacimiento del crimen organizado en las grandes ciudades de USA. Unas organizaciones que aún tendrían que alcanzar su pleno apogeo tras la Ley Seca y la Gran Depresión.
"El enemigo público", más de 70 años después de su estreno, no ha envejecido un ápice desde la vertiente estrictamente cinematografica. Casi convendría decir que asistimos a un filme moderno en toda su extensión. Moderno, porque se instala con sus imágenes en la Historia (con mayúsculas), con un anhelo por permanecer, no solo como clamoroso artefacto narrativo sino como fuente para el conocimiento del pasado. Y es por eso que Wellman llega a mover la cámara en panorámico sobre un eje de 180 grados o diseña cuidadosas elipsis para mostrar (o mejor imaginar) la violencia fuera del cuadro. O incluso plantear un final antológico en el que el personaje mira fijamente a la cámara, y en definitiva a los espectadores, interrogándoles. Casi se diría, y ojo a la blasfemia, que Wiilliam Wellman se adelanta al Truffaut de "Los cuatrocientos golpes" (1959). Las señas de la virtud y el precio de la inmortalidad en el séptimo arte.
Si a todo esto añadimos la repercusión social que supuso para el público de la época "mirarse al espejo" y sentir que el cine les despojaba de su inocencia. Que el cine denunciaba abiertamente ciertos actos delictivos de su cotidianidad y avisaba de las graves consecuencias que ésto le podía ocasionar a quién osaba burlar a los respetables ciudadanos. Entonces, "El enemigo público" trasciende su propia identidad de arte para convertirse en objeto de servicioo público. Y todo en los años 30.
¿Qué más se puede pedir? Desde el ayer nada. Aparte de un James Cagney y una Jean Harlow en estado de gracia, un pulso y una juventud inusitada para un argumento (auge y caida de un delincuente) que posteriormente sería imitado hasta el agotamiento y la actualidad (no siempre con similar fortuna). Desde el hoy (y aunque suene paradójico) este filme ofrece novedades y posibilidades a cada visión. A modo de conclusión se apuntan éstas: la posibilidad de indagar en las obras primigenias de un género clave en el desarrollo del séptimo arte y por supuesto, profundizar en la excelente filmografía de un director nunca citado al lado de los más grandes. Motivos sobran. Más vale tarde que nunca.

FICHA TÉCNICA:

TÍTULO ORIGINAL The Public Enemy AÑO 1931 DURACIÓN 84 min. DIRECCIÓN: William A. Wellman GUIÓN Harvey Thew, Kubec Glasman, John Bright MÚSICA David Mendoza
FOTOGRAFÍA Dev Jennings (B&W) REPARTO James Cagney, Jean Harlow, Edward Woods, Joan Blondell, Donald Cook, Mae Clarke, Beryl Mercer