LOS SACRIFICIOS DE MAMÁ
Hay actores que devoran la pantalla. Esa es una verdad indiscutible. Hay intérpretes tocados por los hados, con una habilidad y un carisma especial para transmitir lo que pretenden: mensajes, emociones y sensaciones. A veces, solo basta un gesto, una palabra y el hechizo se vuelve tangible. El espectador se sumerge en la linterna mágica, se pierde en el foco, se muere uno (de placer) o se vuelve a nacer.
Pocos son los elegidos de tanta maravilla, aunque el panteón cinéfilo es abundante y hay presencias que no se sostienen ni comprenden. Aunque esa es otra historia.
Si creo en cambio, que Joan Crawford, es una de las figuras más amadas del celuloide, y por propios meritos. Es una actriz que sostendría por sí misma cualquier bodrio insufrible. La Crawford representó en el cine clásico a la mujer conflictiva, fatal y sufridora, pero con una particularidad única: neuronas y poder para desafiar al imperio de los hombres. Títulos como “De amor tambien se muere” (1946) de Jean Negulesco, “Johnny Guitar” (1954) de Nicholas Ray o “¿Qué fue de Baby Jane?”(1962) de Robert Aldrich son una pequeña muestra del legado de esta diosa de mirada melancólica pero desafiante, rostro sin edad y cuerpo de sílfide.
Otro ejemplo de su arte es esta maravillosa “Alma en suplicio”(1945) (le supuso el Oscar). El filme cuenta la historia de una madre y su lucha para poder dar a su hija todos los bienes materiales que ella no pudo tener. De fondo un incidente mortal que marca el inicio vibrante del filme. Podríamos calificarlo, sin temor a equivocarnos, de melodrama negro, negrísimo, de excelente fotografía expresionista (mágnifco Ernst Haller) en la que las sombras, tan importantes como las personas, vagan por la costa del Pacífico tratando de merecer el amor no correspondido.
Dirigida por uno de los más afamados cineastas del periodo: Michael Curtiz, otro exiliado con talento en la tierra de las oportunidades, que tuvo la fortuna y el ingenio de haber realizado títulos míticos y dispares como “Casablanca” (1943) o “Ángeles con caras sucias” (1938) por citar tan solo algo de una filmografía inabarcable.
Hay actores que devoran la pantalla. Esa es una verdad indiscutible. Hay intérpretes tocados por los hados, con una habilidad y un carisma especial para transmitir lo que pretenden: mensajes, emociones y sensaciones. A veces, solo basta un gesto, una palabra y el hechizo se vuelve tangible. El espectador se sumerge en la linterna mágica, se pierde en el foco, se muere uno (de placer) o se vuelve a nacer.
Pocos son los elegidos de tanta maravilla, aunque el panteón cinéfilo es abundante y hay presencias que no se sostienen ni comprenden. Aunque esa es otra historia.
Si creo en cambio, que Joan Crawford, es una de las figuras más amadas del celuloide, y por propios meritos. Es una actriz que sostendría por sí misma cualquier bodrio insufrible. La Crawford representó en el cine clásico a la mujer conflictiva, fatal y sufridora, pero con una particularidad única: neuronas y poder para desafiar al imperio de los hombres. Títulos como “De amor tambien se muere” (1946) de Jean Negulesco, “Johnny Guitar” (1954) de Nicholas Ray o “¿Qué fue de Baby Jane?”(1962) de Robert Aldrich son una pequeña muestra del legado de esta diosa de mirada melancólica pero desafiante, rostro sin edad y cuerpo de sílfide.
Otro ejemplo de su arte es esta maravillosa “Alma en suplicio”(1945) (le supuso el Oscar). El filme cuenta la historia de una madre y su lucha para poder dar a su hija todos los bienes materiales que ella no pudo tener. De fondo un incidente mortal que marca el inicio vibrante del filme. Podríamos calificarlo, sin temor a equivocarnos, de melodrama negro, negrísimo, de excelente fotografía expresionista (mágnifco Ernst Haller) en la que las sombras, tan importantes como las personas, vagan por la costa del Pacífico tratando de merecer el amor no correspondido.
Dirigida por uno de los más afamados cineastas del periodo: Michael Curtiz, otro exiliado con talento en la tierra de las oportunidades, que tuvo la fortuna y el ingenio de haber realizado títulos míticos y dispares como “Casablanca” (1943) o “Ángeles con caras sucias” (1938) por citar tan solo algo de una filmografía inabarcable.
Hay elegancia en la composición, la profundidad de campo, dominio del espacio, puesta en escena óptima y virtuosismo ante los espejos, como señas de identidad de esta película no está nada mal. A destacar también la banda sonora del célebre Max Steiner.
Basada en la novela de James M. Cain, está estructurada magistralmente en varios flash-backs de gran pulso narrativo. Como suele suceder en estos casos, todo lo que parece, con frecuencia no es. Pero lo que si sabemos es que el filme nos muestra la fuerza de una mujer, los sacrificios de una madre por sus hijas, la imposibilidad de amar y de llevar a una vida plena en un mar de sinsabores y desdichas. Y finalmente, la renuncia, porque mientras vivimos, nos pasamos el tiempo deseando, y también renunciando. Renunciando muchas veces a ser feliz.
FICHA TÉCNICA:
Basada en la novela de James M. Cain, está estructurada magistralmente en varios flash-backs de gran pulso narrativo. Como suele suceder en estos casos, todo lo que parece, con frecuencia no es. Pero lo que si sabemos es que el filme nos muestra la fuerza de una mujer, los sacrificios de una madre por sus hijas, la imposibilidad de amar y de llevar a una vida plena en un mar de sinsabores y desdichas. Y finalmente, la renuncia, porque mientras vivimos, nos pasamos el tiempo deseando, y también renunciando. Renunciando muchas veces a ser feliz.
FICHA TÉCNICA:
Nacionalidad:USA Director:Michael Curtiz Actores:Joan Crawford Jack Carson Zachary Scott Eve Arden Ann Blyth Bruce Bennett Lee Patrick Moroni Olsen Veda Ann Borg Jo Ann Marlowe Productor:Jerry Wald Guión:James M. Cain Ranald MacDougall Fotografía:Ernest Haller Música:Max Steiner
1 comentario:
Creo que pocos de los que visitan el blog han visto "Alma en suplicio" ya que no hay ningún comentario sobre ella. Yo que la he visto y me considero algo "entendida" de esa época del cine americano opino de la misma manera que Silverman. Me encantó el personaje de Joan Crawford, aunque el de su amado-partenaire, no recuerdo ahora el nombre del actor, no estuvo a su altura. Desde luego ella me parece que pertenece al olimpo de las divas de Hollywood. Me encanta su "fuerza", me identifico, porque yo a veces saco mi carácter también aunque seguro que no soy tan glamourosa como ella.
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