LA LUCHA DE UN “POLI” HONESTO
El cine de denuncia política se ha generalizado actualmente a casi todos los países democráticos y no tan democráticos en los que suceden cosas susceptibles de mostrar y denunciar. Sin embargo, podemos decir que Sydney Lumet fue, si no pionero porque ya existían títulos de esta estirpe, uno de los referentes del cine progresista de cierta conciencia social desde los años 60. Le avalan títulos sagrados del celuloide como “Doce hombre sin piedad” (1957), “El prestamista” (1965), “Tarde de perros” (1975), “Veredicto final” (1982), “Un lugar en ninguna parte” (1988) y sobre todo este “Serpico” (1973) que pasamos a comentar.
Este policíaco ambientado en una ciudad de Nueva York en plena ebullición artística y cultural ha sido un título de culto dentro de la filmografía del cineasta y de su actor-protagonista: Al Pacino. Aunque para ser justos, no es un filme que pueda situarse entre lo mejor de ambos. Como decía, “Serpico” cuenta la cruzada de un policía contra la corrupción que reina en las diferentes divisiones policiales de la ciudad y que, como no podía ser de otra manera, salpica también a las esferas jurídicas y políticas. Lumet muestra la crónica progresiva de un desengaño personal. El desengaño de un hombre honesto, recto e integral que no concibe que los que son como él, llamados al ejercicio del deber, han de proteger a la ciudadanía y velar porque la ley y el orden se mantengan. Son conceptos éstos que, aunque son abstractos también son sagrados, y no deben ser mancillados por la sucia estela de la corrupción y el conchabamiento con el crimen organizado.
Es una película en la que la ciudad, los ambientes y atmósferas urbanos son elementos narrativos de primer orden. Hay una preocupación por mostrar la cara amable de la megaurbe, los barrios preocupados por el arte y los artistas como el Village. Y también, el reverso tenebroso de las calles y barrios asolados por la droga y la delincuencia. Al menos esto es así en sus primeros 45 minutos, en los cuales queda la duda de si hay muchas elipsis narrativas o los tijeretazos en la sala de montaje hicieron de las suyas. Tal es la artificiosidad del relato.
En cuanto a la segunda parte, ésta opta por profundizar en los problemas del policía bueno, de las antipatías que despierta entre sus compañeros por ser insobornable, del proceso para denunciar una situación injusta y de su absoluta soledad. Porque claramente, Frank Serpico es un héroe solitario de los que no gustan, embarcado en un viaje que no tiene marcha atrás y que le dejará secuelas sea cual sea su resultado. Es, a su manera, un perdedor.
Finalmente, asistimos a un filme emblemático de la época pero muy envejecido. Tal vez con metraje de sobra. Sus imágenes nos ofrecen al menos elementos importantes: un tono reivindicativo que muestra el clima de amoralidad que impera en ciertos estamentos, una música excelente de Mikis Theodorakis y a un Al Pacino con pinta de hippy estrafalario que, aunque un poco excesivo (los aires de “El Padrino” (1972) aún coleaban y su espléndida continuación sería interpretada por el actor justo después de “Serpico”) ya era el actor preferido de una generación. Aquel, cuyo rostro hierático marcaría época y cuyas interpretaciones dejarían una cosecha de títulos inolvidables.
Este policíaco ambientado en una ciudad de Nueva York en plena ebullición artística y cultural ha sido un título de culto dentro de la filmografía del cineasta y de su actor-protagonista: Al Pacino. Aunque para ser justos, no es un filme que pueda situarse entre lo mejor de ambos. Como decía, “Serpico” cuenta la cruzada de un policía contra la corrupción que reina en las diferentes divisiones policiales de la ciudad y que, como no podía ser de otra manera, salpica también a las esferas jurídicas y políticas. Lumet muestra la crónica progresiva de un desengaño personal. El desengaño de un hombre honesto, recto e integral que no concibe que los que son como él, llamados al ejercicio del deber, han de proteger a la ciudadanía y velar porque la ley y el orden se mantengan. Son conceptos éstos que, aunque son abstractos también son sagrados, y no deben ser mancillados por la sucia estela de la corrupción y el conchabamiento con el crimen organizado.
Es una película en la que la ciudad, los ambientes y atmósferas urbanos son elementos narrativos de primer orden. Hay una preocupación por mostrar la cara amable de la megaurbe, los barrios preocupados por el arte y los artistas como el Village. Y también, el reverso tenebroso de las calles y barrios asolados por la droga y la delincuencia. Al menos esto es así en sus primeros 45 minutos, en los cuales queda la duda de si hay muchas elipsis narrativas o los tijeretazos en la sala de montaje hicieron de las suyas. Tal es la artificiosidad del relato.
En cuanto a la segunda parte, ésta opta por profundizar en los problemas del policía bueno, de las antipatías que despierta entre sus compañeros por ser insobornable, del proceso para denunciar una situación injusta y de su absoluta soledad. Porque claramente, Frank Serpico es un héroe solitario de los que no gustan, embarcado en un viaje que no tiene marcha atrás y que le dejará secuelas sea cual sea su resultado. Es, a su manera, un perdedor.
Finalmente, asistimos a un filme emblemático de la época pero muy envejecido. Tal vez con metraje de sobra. Sus imágenes nos ofrecen al menos elementos importantes: un tono reivindicativo que muestra el clima de amoralidad que impera en ciertos estamentos, una música excelente de Mikis Theodorakis y a un Al Pacino con pinta de hippy estrafalario que, aunque un poco excesivo (los aires de “El Padrino” (1972) aún coleaban y su espléndida continuación sería interpretada por el actor justo después de “Serpico”) ya era el actor preferido de una generación. Aquel, cuyo rostro hierático marcaría época y cuyas interpretaciones dejarían una cosecha de títulos inolvidables.
FICHA TÉCNICA:
Dirección:
Sidney Lumet
Guión:
Norman Wexler, Peter Maas, Waldo Salt
Música:
Mikis Theodorakis
Reparto:
Al Pacino, John Randolph, Jack Kehoe, Biff McGuire, Barbara Eda-Young, Cornelia Sharp, Tony Roberts, John Medici, Allan Rich, Norman Ornellas, Ed Grover
Sidney Lumet
Guión:
Norman Wexler, Peter Maas, Waldo Salt
Música:
Mikis Theodorakis
Reparto:
Al Pacino, John Randolph, Jack Kehoe, Biff McGuire, Barbara Eda-Young, Cornelia Sharp, Tony Roberts, John Medici, Allan Rich, Norman Ornellas, Ed Grover
2 comentarios:
De culto, aunque ciertamente algo larga. Pero el Look de Pacino es lo más.
jejejeje, un paquete progre
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