12 febrero 2007

Cinema Revival (XXVI): El Cuarto Mandamiento (1942)



LA FRUSTRACIÓN DE LO IMPOSIBLE

Que Orson Welles es un genio del cine no hay quien lo discuta. Ahora bien, si resulta estremecedor pensar cómo este artista fue incomprendido en su tiempo. Una incomprensión que llegó a tornarse en indiferencia absoluta. Welles personificó como nadie la figura del marginado, y simbolizó intelectualmente el oasis en el desierto de una industria, la de Hollywood, más interesada en la evasión, el entretenimiento y el Showbusiness antes que en la innovación, la comunicación y el pensamiento.
Después de haberse consagrado como director con “Ciudadano Kane” (1941), obra maestra de todos los tiempos, Welles volvía dirigir un año después “El cuarto mandamiento” (1942). Filme de tintes y ambiciones similares a su gloriosa Ópera Prima, ésta supone un paso adelante en el dominio de este genial cineasta del lenguaje cinematográfico, la perfección de una puesta en escena barroca y la representación y la narración de una tragedia humana insoportable en el marco de un contexto histórico irrepetible.
En esta ocasión, se cuenta la historia de las relaciones de una familia de la vieja nobleza sureña con un joven burgués emprendedor enamorado de una de las hijas de la familia a principios del siglo XX. Por tanto, asistimos a una época de cambios estructurales económicos y sociales. La vieja pirámide social ya no vendrá condicionada por el nacimiento sino que el individuo podrá escalar y prosperar según su valía, ilusión y capacidad de trabajo.
“El cuarto mandamiento” se sitúa con precisión en la Historia y posee unos anhelos similares a los que tiempo más tarde nos mostrará Luchino Visconti en “El Gatopardo” (1963). Sin embargo, Welles no persigue obsesionado la máxima gatopardiana-lampedusiana de que “todo tiene que cambiar para que todo siga igual”. No, al contrario de un Visconti preocupado por la decadencia de la nobleza y la incertidumbre del futuro en forma de Conversation Peace. Welles retrata con un barroquismo exacerbado y en largos plano-secuencia la grandeza y la miseria de los sentimientos humanos. Si la monumental “Ciudadano Kane” escondía la amarga imposibilidad de un deseo infantil, esta vez Welles propone como motor de su filme la frustración de un amor imposible. Tanta complejidad y dramatismo es finalmente reducida a las realidades humanas más inmediatas y terrenales. En eso Welles aún no ha sido superado.
Concluiremos afirmando sin rubor que “El cuarto mandamiento” es una obra maestra. Merecedora de situarse entre los mejores filmes de toda la Historia porque muestra sin tapujos el amor verdadero y el amor imposible. Porque desnuda el pasado y enseña un aspecto histórico vital como fue la traición y el ennoblecimiento de la burguesía en el siglo pasado. La forja de una nueva América y un nuevo modo de vida. Nuevos sueños e ilusiones al ritmo de motores y fábricas mecanizadas, gente a caballo que se resiste a cambiar, gente engullida por el progreso. Pero el tiempo viejo pasará y nada podrá ser igual excepto la sombra expresionista de la mujer amada que siempre deseamos y nunca tuvimos.

FICHA TÉCNICA:

Título Oríginal: The Magnificent Ambersons Año: 1942 Duración: 88 min. Director: Orson Welles Guión: Orson Welles (Novela: Booth Tarkington) Música: Bernard Herrmann Fotografía: Stanley Cortez (B&W) Reparto: Joseph Cotton, Dolores Costello, Agnes Moorehead, Anne Baxter, Tim Holt, Richard Bennett, Ray Collins

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No habrá otro como Orson

Anónimo dijo...

PURO CAVIAR