22 abril 2008

Cinema Revival (LXX): La ley del silencio (1954)



TESTIMONIO INOLVIDABLE DE UN TRAIDOR

Elia Kazan fue uno de los mejores cineastas de su tiempo. Eso no hay quien lo dude. Su filmografía habla por sí sola y el magnetismo de sus imágenes permanece indemne en la retina de generaciones enteras de cinéfilos de este mundo y del más allá. Sin embargo, Kazan fue un traidor con todas las letras. Un delator de primera que testificó contra otros compañeros cineastas, actores, guionistas en plena fiebre anticomunista (Comité de Actividades Norteamericanas), en aquella deleznable “caza de brujas” ejecutada por uno de los más grandes canallas de la contemporaneidad: el senador McCarthy.
Para justificar aquel acto de indignidad injustificable, Kazan realizó “La ley del silencio” (1954), a la postre uno de los más soberbios retratos fílmicos que se hayan hecho sobre la delación y sus consecuencias. Kazan se basó en la novela de Bud Schulberg aunque puso mucho de sí mismo y de su experiencia. Rompió con la dramaturgia de siempre y le dio pedigrí a la "tragedia americana". La vida de un antiguo boxeador metido a trabajador de los muelles y sus vínculos con el crimen organizado al que su mismo hermano pertenece. Material muy potente para borrar la palabra chivato de todos los rincones. No pudo ser, aunque en su intento logró la inmortalidad cinematográfica.
Con la ayuda de su actor fetiche Marlon Brando, Kazan elabora una película magistralmente rodada y estructurada. En ella, Brando construye un personaje a su medida, una suerte de perdedor maltratado por el sistema que se refugia en ambientes criminales buscando el esplendor que una vez alcanzó. En un momento determinado la culpa de un crimen le atormenta. Todo el metraje trata de explorar entre la disyuntiva de ser fiel a aquellos que le han acogido o por el contrario, ser fiel a sí mismo. Nada fácil para nadie aunque la ficción tremenda de “La ley del silencio” nada tenga que ver con la que vivió el cineasta realmente. Otros como él escaparon, renunciaron, se negaron. Así de dura es la vida.
Con una particular visión y una puesta en escena soberbia, este filme deja escenas inolvidables, de las mejores que la Historia del Cine haya concebido jamás. Artísticamente perfecta, discutida hasta el infinito por su controvertida temática, deja claro los principios de su director: si hay algo que socava mis principios éticos y personales o la propia comunidad en la que vivo se encuentra amenazada, debo denunciarlo, tengo que decir la verdad, no importa si al hacerlo implico o pongo en peligro a mi familia o amigos.
Kazan llegó a decir ya al final de su vida que no se arrepentía de nada de lo que había hecho. Ideologías políticas al margen, todos pensamos que lo que hizo fue despreciable. Eso sin mencionar la generación de artistas que fue represaliada por causa de testimonios como el suyo. A pesar de todo, aquellas generaciones de cinéfilos, de aquí y el más allá, le perdonamos al instante. Le perdonamos porque se nos quedó pegada la imagen de Marlon Brando acariciando la pistola de Rod Steiger en el asiento trasero de un taxi o tambaleándose demacrado y sangrando luchando por su dignidad pisoteada. Nunca el patetismo y la tragedia alcanzaron cotas tan altas de belleza.

FICHA TÉCNICA:

Título Oríginal: On the Waterfront Año:1954 Duración:108 min.Director: Elia Kazan
Guión: Budd Schulberg Música: Leonard Bernstein Fotografía: Boris Kaufman (B&W)
Reparto: Marlon Brando, Eva Marie Saint, Karl Malden, Lee J. Cobb, Rod Steiger, Pat Henning, Leif Erickson, James Westerfield, John Heldabrand, Rudy Bond, Martin Balsam, John Hamilton

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué maravilla de crítica! Felicidades. Dan ganas de revisarla otra vez.

Running is Life dijo...

gracias, intento escribir pero es tan solo un intento..