BALADA DE LOS TRISTES HÉROES
Si el western encierra tras sus enigmáticos e idílicos paisajes las más variadas y complejas inquietudes. Si tras esa violencia cotidiana y ese arraigo a la tierra se expresan los sentimientos y emociones más extremos, entonces, el western, indudablemente, es el género más propicio para reflejar con verismo el alma de los seres humanos. “Vidas rebeldes” (1961) de John Huston es un western. Llamémosle crepuscular o tardío pero western al fin y al cabo.
“Vidas rebeldes” posee, pese al tiempo pasado, el aura magnífica del gran cine. De esas imágenes vitales que son más grandes que la vida (bigger than life!) y contienen el germen paradójico de cerrar un ciclo (para su director, sus actores, para todo un género) y a la vez de abrir la puerta a la modernidad de un cine nuevo.
Nadie podrá negar que es el filme más fresco, menos clásico pese al peso de la dramaturgia (no en vano el guión está firmado nada menos que por Arthur Miller) de todos los que el grandísimo John Huston dirigió. Tal vez porque lo emocional se prioriza a la acción. Lo cognitivo a lo conductual. Porque sus personajes en esos largos planos o en el juego plano-contraplano se desviven por transmitir el dolor y la tristeza de un tiempo que se acaba. “Vidas rebeldes” habla de seres inadaptados que viven al margen de la sociedad. Gente que se resiste a cambiar aunque el mundo se ha transformado. Esa es su congoja y su tema central.
Por otro lado, la que fue la última película de John Huston, Clark Gable o Marilyn Monroe es un testamento. Una suerte de epílogo doloroso que invade cada una de sus secuencias. En el fondo, poco importa dónde nos lleve el argumento. La realidad y la excusa de esta banda de perdedores es situarse en las ruinas de su propia vida y descifrar los códigos más amargos del crepusculo.
En mitad de las montañas o a través del páramo las palabras resuenan como tristes baladas de un vacío existencial consciente e irremediable. Anacronismos humanos, melancólicas sombras del Oeste tragando lágrimas por lo vivido y exhalando polvo de estrella por la fugacidad extrema del momento. “Vidas Rebeldes” es más que un filme. Es más que cine. Es una elegía de la imagen. Un monumento funerario al western que se resiste (como sus héroes protagonistas) a cruzar la Laguna Estigia, rebelándose frenéticamente a su propia finitud porque entiende (con buen criterio) que su destino es la eternidad que solamente se concede a los dioses.
“Vidas rebeldes” posee, pese al tiempo pasado, el aura magnífica del gran cine. De esas imágenes vitales que son más grandes que la vida (bigger than life!) y contienen el germen paradójico de cerrar un ciclo (para su director, sus actores, para todo un género) y a la vez de abrir la puerta a la modernidad de un cine nuevo.
Nadie podrá negar que es el filme más fresco, menos clásico pese al peso de la dramaturgia (no en vano el guión está firmado nada menos que por Arthur Miller) de todos los que el grandísimo John Huston dirigió. Tal vez porque lo emocional se prioriza a la acción. Lo cognitivo a lo conductual. Porque sus personajes en esos largos planos o en el juego plano-contraplano se desviven por transmitir el dolor y la tristeza de un tiempo que se acaba. “Vidas rebeldes” habla de seres inadaptados que viven al margen de la sociedad. Gente que se resiste a cambiar aunque el mundo se ha transformado. Esa es su congoja y su tema central.
Por otro lado, la que fue la última película de John Huston, Clark Gable o Marilyn Monroe es un testamento. Una suerte de epílogo doloroso que invade cada una de sus secuencias. En el fondo, poco importa dónde nos lleve el argumento. La realidad y la excusa de esta banda de perdedores es situarse en las ruinas de su propia vida y descifrar los códigos más amargos del crepusculo.
En mitad de las montañas o a través del páramo las palabras resuenan como tristes baladas de un vacío existencial consciente e irremediable. Anacronismos humanos, melancólicas sombras del Oeste tragando lágrimas por lo vivido y exhalando polvo de estrella por la fugacidad extrema del momento. “Vidas Rebeldes” es más que un filme. Es más que cine. Es una elegía de la imagen. Un monumento funerario al western que se resiste (como sus héroes protagonistas) a cruzar la Laguna Estigia, rebelándose frenéticamente a su propia finitud porque entiende (con buen criterio) que su destino es la eternidad que solamente se concede a los dioses.
FICHA TÉCNICA:
Título Oríginal: The Misfits Año: 1961 Duración: 124 min. Director: John Huston Guión: Arthur Miller Música: Alex North Fotografía: Russell Metty (B&W) Reparto: Clark Gable, Marilyn Monroe, Montgomery Clift, Thelma Ritter, Eli Wallach, Estelle Winwood, James Barton, Kevin McCarthy
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