03 septiembre 2008

POSTALES USA: Mi abuelo


Puede resultar increíble aunque, con frecuencia, la realidad supera ampliamente a la ficción. Cómo explicar siquiera la realidad de mi propio pasado, la configuración de mi presente y de la absoluta realidad de quién soy. Tarea ardua y difícil, pero no me derrotará el desaliento ni me temblarán las piernas cuando escriba el contenido de las siguientes líneas. Podrá parecer absurdo o surrealista pero no lo es en absoluto. Es la pura verdad de la Historia. Si es que alguna vez se puede llegar a conocer la realidad de los acontecimientos del pasado.
Mi abuelo, al que no llegué a conocer, se llamaba Josef Alberz Silverman y desembarcó en la isla de Ellis (Nueva York) el 4 de marzo del año 1921. Así lo atestiguan sin error las fuentes documentales pertenecientes al registro de entrada de inmigrantes al que tuve acceso en mi reciente visita. El expediente aporta además una valiosa información sobre la figura de mi abuelo paterno sobre todo en lo que a sus primeros años de vida se refiere. Fascinado trato de recomponer todo lo poco que mi padre me contó sobre Josef Alberz Silverman. Él tampoco conoció a su padre. No le dio tiempo.
Mi abuelo nació en Budapest en el año 1906 en lo que todavía era un decadente Imperio Austro-húngaro que desaparecería tras la I Guerra Mundial (1914-1918) dando lugar a una renacida Hungría. En aquella nueva nación mi abuelo, huérfano muy pronto, no pudo encontrar su lugar. Su madre (mi bisabuela) había muerto en su alumbramiento. Y su padre había desaparecido en el tumulto de los enfrentamientos bélicos. No tenía más familia a la que acudir. Ser un adolescente pobre de origen judío en aquella Europa no era nada fácil. Así, Josef tuvo que huir de la insulsa e ineficiente (como se verá en la II Guerra Mundial) persecución religiosa (Pogromos) a la que fueron sometidos los judíos de Budapest.
Nunca se sabrá cómo pero Josef alcanzó la ciudad británica de Southampton. Desde allí embarcó en el “Limerick” (lo corrobora la lista de pasajeros entregada ante el agente de inmigración Thomas Morgan en el centro de la isla de Ellis) con toda la masa de irlandeses que ante la crudeza y las hambrunas de la posguerra decidieron buscar una nueva vida en los Estados Unidos. El “Sueño Americano” llamaba a las puertas de una Europa castigada y una América joven necesitaba manos enérgicas para erigirse en la gran potencia del siglo XX.
Dos días después de su llegada el agente le llamó para interrogarle y darle el pase para la inspección médica. Por precaución y debido a una afección respiratoria crónica tuvo que guardar cama en el hospital durante dos semanas. En ese breve periodo de tiempo mi abuelo conoció a uno de los grandes servidores públicos de aquella América emergente: Fiorello La Guardia. Antes de ser uno de los alcaldes más amados y recordados de la ciudad de Nueva York, La Guardia, sirvió durante 4 años como traductor en la isla de Ellis. Al menos eso es lo que le contó mi abuela a mi padre.
Después de la recuperación y con la tarjeta de admisión en el bolsillo, la biografía de mi abuelo se pierde en el bullicio de Manhattan. Solamente nos llegan esbozos inexactos y difíciles de comprobar. Pudo trabajar como deshollinador y como camarero en una taberna irlandesa. Allí conoció a Rebeca McLougann, una irlandesa que había llegado con sus padres en 1930. Se casaron en 1940. Mi padre, Joseph Albert Silverman jr., nació el 26 de abril de 1941 (unos meses antes del ataque japonés a Pearl Harbour). Apenas conoció a mi abuelo. De fondo, resuenan tambores de guerra. Una nueva conflagración bélica se asoma al mundo.
Más o menos un año después mi abuelo, por edad y vocación, acudió a la llamada de su país de adopción para “defender la democracia y aniquilar las tiranías” del mundo libre. Se enroló en el ejército como infante de marina. Tras un periodo de instrucción de 6 meses participó en el cruento desembarco de la isla de Tarawa (1943) en el frente del Pacífico durante el avance americano hacia Japón. Mi abuelo murió en las playas de Tarawa, fue uno de los casi 2000 caídos. Uno de los muchos hijos de la más grande generación tragados por el “Sueño Americano” y su hambre de gloria. Yace en el cementerio militar de Arlintong (Virginia).
Lo demás es harto conocido y nos lleva hasta el presente que vivimos hoy. Todo suena verídico en cada detalle. Desgarrador y emocionante relato de una vida. La historia que pudo ser. El abuelo que pude tener. El pasado que pudo existir. Y sin embargo, esta vez la ficción disfraza una realidad menos apasionante. Una ficción repleta de imprecisiones. La del escritor (si esto es escribir) y su imaginación, nada más, en su viaje hacia la isla de Ellis.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Podría ser el argumento para una nueva peli de Spilberg,¿no? Magnífica imaginación para narrar la historia del abuelo-héroe. Congratulations! Mr. Silverman

Diebelz dijo...

Dan ganas de viajar a Ellis Island y escrutar las propias huellas del pasado, jeje.
Me gustó la documentación que aportas al relato. Esperemos la continuación porque hay sustancia para ello ! Sigue así Joseph ! ;)

Anónimo dijo...

me ha encantado este relato-ficción. Coincido plenamente en que el azar puede cambiar la vida

Anónimo dijo...

Congratulations!!!! It is a very good story Have you ever thought about writing in a professional way????