25 agosto 2006

Critica de cine: Grizzly Man (2005)




HERMANO OSO

Los grandes creadores cinematográficos no lo son por casualidad. Tienen esa rara y misteriosa habilidad, milagrosa por otro lado, para explorar en campos aparentemente desconocidos. Y digo “aparentemente”, porque el verdadero autor es capaz de reflejar sus inquietudes en cualquier tipo de filme. No importa lo alejado que éste parezca. Es el caso que nos brinda esta “Grizzly Man” del legendario Werner Herzog.
El mítico director alemán cuenta la vida de Timothy Treadwell (abajo), el hombre que vivía con los grandes osos pardos en Alaska hasta su fatídica muerte en 2003, bajo las zarpas de uno de estos animales. El documental intercala material filmado original del propio Treadwell, muy espontáneo, visceral, auténtico, con narración y entrevistas de Herzog a sus familiares, amigos y allegados que complementan una biografía intensa. Sin embargo, este “Grizzly Man” se da a conocer él solo. Individuo convertido, estructura sus profundas convicciones y expresa con furia un discurso ecologista absolutamente radical. Como el filósofo Thoreau, como en un cuadro de Friedrich, Herzog se siente fascinado por una personalidad arrolladora, kamikaze, que exalta un naturalismo y un individualismo exacerbado. El hombre en comunión extrema con la naturaleza salvaje, aquel que ha abandonado a los humanos para invadir con brusquedad el espacio intimo del gran depredador del reino animal.
No es extraño, por tanto, que el filme no sea un punto de ruptura. Más bien al contrario, mantiene la continuidad temática, argumental y cinematográfica de su apasionante filmografía. ¿Es que este excesivo y excentrico “Grizzly Man” no es, a su manera, un Klaus Kinski (arriba)resucitado en la península de Alaska? Así lo reconoce el cineasta, marcado por una relación ambigua con el que fue su actor-fetiche. Aquel, que como este amigo de los osos, elogió la soledad y la aventura en un tono ficticio-documental en “Aguirre, la cólera de Dios” (1972) o “El enigma de Gaspar Hauser” (1974). Tim Treadwell hoy, como Klaus Kinski ayer, podría haber protagonizado aquel extraño homenaje cinematográfico y fetichista: “Mi enemigo intimo” (1999).
El filme, de factura bellísima, de emociones extremas, es un ensayo antropológico en el que se reflejan las constantes del creador: la relación entre el individuo y la sociedad. Hay discrepancias confesas en el filme: un Herzog desengañado (la civilización involuciona, el mundo en general es caos y muerte), en contraposición con el discurso romántico de Treadwell (armonía como denominador común de la existencia). ¿Iluminado o rebelde?, ¿imprudente?, más allá de los juicios de valor queda la figura del hombre enamorado del oso. El amor humano frente a la “indiferencia abrumadora de la naturaleza”.Y lo mejor de todo, quedan las imágenes de un testimonio único.
FICHA TÉCNICA:
Dirección y guión: Werner Herzog.País: USA.Año: 2005.Duración: 104 min.Género: Documental.Producción: Erik Nelson.Música: Richard Thompson.Fotografía: Peter Zeitlinger.Montaje: Joe Bini.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta peli me impactó, tienes razón es absolutamente radical

Anónimo dijo...

magnifica silverman, magnifica