

ESBOZOS DE LA EXISTENCIA
Es lícita siempre la reposición de clásicos. Es más, es justo reivindicar dichas reposiciones porque si el Cine es un arte (y a fe mía que lo es), los grandes títulos que han hecho grande esta discíplina artística deben estar al alcance de las nuevas generaciones de cinéfilos. Solo así es posible concebir la obra de los autores en su justa medida. Bien sabemos que la memoria es ligera, débil y traicionera. Sin embargo, el testimonio del filme pervive y nos muestra las innovaciones de ciertos directores olvidados en la actualidad en detrimento de "jóvenes talentos" (y no digo nombres por no herir sensibilidades), que quizás, no hayan hecho sino readaptar a viejos y mejores cineastas.Un ejemplo claro de esto lo supone Jean-Luc Godard. Godard lo fue todo en los sesenta. El principio de una era para el cine, y probablemente, su muerte. Profeta visionario del celuloide para unos, embaucador iluminado para otros, la verdad es que su cine no deja indiferente y sus innovaciones están ahí. El filme "Vivir su vida" (1962) (reestrenado en salas de cine recientemente) es la oportunidad adecuada para redescubrir uno de los fenómenos más transgresores del Séptimo Arte.
En este filme (sexto del cineasta), Godard cuenta las andanzas de Nana (una deliciosa Anna Karina, apasionada esposa de Godard en aquellos tiempos y musa de su primera etapa, que se había iniciado con títulos como "Una mujer es una mujer" (1961)), una chica que se convierte en prostituta por motivos económicos y que, de alguna manera, vende su cuerpo pero lucha por no hacer lo mismo con su alma.
Estructurada en doce actos, "Vivir su vida" supone un paso más de Godard hacia el establecimiento de su propio lenguaje cinematográfico (camino ya iniciado en la celeberrima "Al final de la escapada" (1959)). O mejor, hacia la ruptura de ese lenguaje. Godard ignora cualquier sintaxis mínima, nos muestra retazos de vida, doce momentos de la vida de Nana, ya sea con sus clientes, en la intimidad, tomando café, en el cine, etc. Para Godard la vida no tiene sentido, es absurda, es un caos. Y así, nuestra anarquica existencia no está compuesta más que por momentos, algunos ingeniosos y trascendentales, pero otros pueriles y triviales.
Todo esto se muestra a través de una cámara que adora a la protagonista, la acaricia constantemente, se mueve con ella a través de oríginales encuadres, sintaxis ilógica (saltos de eje, falsos raccords) de los planos, una magistral fotografía del gran Raoul Coutard (rememorando las instantáneas de Doisneau y Cartier-Bresson). Por no hablar de un montaje excepcionalmente innovador, tratando de escudriñar la fisonomía de la protagonista hasta destruirla. Pocas veces un director hizo homenaje más sentido a su musa. Se percibe con transparencia el amor que siente hacia ella. No por ello, Godard ceja en su empeño de captar la vida como una sucesión de instantes, de lograr la anhelada antinarratividad, de reinventar el cine destruyendo el concepto de "personaje". De romper las reglas de la literátura clásica y del cine de siempre por mero inconformismo ante la vida y la desigualdad social que impera en este mundo cruel. Es un filme del que brota la rabia y la rebeldía ante la percepción tradicional (y burguesa) del cine.
No olvidemos que Nana, como no podía ser de otra manera, es una cinéfila compulsiva.Y como siempre en Godard, surge el cine como pasión, el cine dentro del cine. El cine como elemento intertextual (no en vano hay homenajes explícitos al Dreyer de "La pasión de Juana de Arco"(1928) y al Truffaut de "Jules y Jim" (1961) y a todo el cine negro USA en el final del filme) que define todo el conocimiento del mundo. Y como no, el cine como ineludible posibilidad para ser felices.
FICHA TÉCNICA:
Dirección y guión: Jean-Luc Godard. País: Francia. Año: 1962. Duración: 80 min. Género: Drama. Interpretación: Anna Karina (Nana), Sady Rebbot (Raoul), André S. Labarthe (Paul), Guylaine Schlumberger (Yvette), Gérard Hoffman (Jefe), Monique Messine (Elisabeth), Paul Pavel (Periodista), Eric Schlumberger (Luigi), Brice Parain (Filósofo), Henri Attal (Arthur). Producción: Pierre Braunberger. Música: Michel Legrand. Fotografía: Raoul Coutard. Montaje: Agnès Guillemot. Vestuario: Christiane Fageol.
5 comentarios:
Godard forever
Un cine irrpetible, sin duda de lo mejor, tiene usted toda la razón. Más clásicos y menos basura de la de ahora
Sabes más que los cuatro cenutrios que escriben en las revistas y periódicos
Mi estimado amigo, aunque sólo sea por disfrutar de ese ángel venido del cielo (Anna Karina), vale la pena disfrutar de esta seductora película que, a mi entender, es uno de los ejemplos en donde el significado de "séptimo arte" toma más vigencia. Aún hoy y, a pesar del tiempo transcurrido, no dejo de maravillarme con esta parábola del mundo en que vivimos a través de un lenguaje y una fotografía cinematográfica innovadora y a contracorriente, que no hace sino revalorizar a un genio llamado Godard que nos hace amar sin más al cine en mayúsculas.
Posdata: me parece a mí que Doris Day piensa que es tiempo de recolectar cítricos...
Agradezco sus palabras y estoy de acuerdo con usted. Y en cuanto a lo de los cítricos, parece una idea bastante atractiva
Publicar un comentario