Alguien camina por las calles de Nueva York. Sus pasos son decididamente enérgicos aunque sordos, pues se confunden con el ruido ensordecedor del tumulto de la megaurbe. Todo es nuevo y a la vez le suena a los ojos. Subyace el estímulo inconmensurable de revisar todas las películas americanas a cada paso o de revivir el gran desafío: la gran película de uno mismo. La gran aventura ha comenzado. Alguien sigue caminando y no va a parar.
A primera vista los periódicos se compran en una especie de buzón, los parquímetros de las aceras son aún como los de “La leyenda del indomable” o “Rebelde sin causa”, las luces de Broadway relucen como antaño, los taxis son amarillos con publicidad en el techo, las alcantarillas humean insistentemente como jadeantes por el esfuerzo y los rótulos de Times Square vomitan noticias dolorosas de casa mientras te quieren vender lo último en perfumes. Tan dura como enigmática es la gran ciudad.
El caminante se ajusta las gafas y ve un policía armado en cada esquina, ejecutivos de Wall Street con prisa, una pareja de afroamericanos abrazándose en el metro, un cubano hospitalario y una mexicana amistosa, colombianos conversando en Central Park, tres judíos ultraortodoxos discutiendo por la 5th avenue, paquistaníes sirviendo hot dogs, chinos que venden camisetas y verduras en Canal Street, un grupo de mujeres de diferentes razas y culturas haciendo jogging juntas por el paseo marítimo de South Street y en la capilla de San Patricio, catedral de Nueva York y cuna de irlandeses, se le rinde culto a los santos polacos. “¡Dios mio!”, piensa el caminante fascinado, “esto es la torre de Babel, un hormiguero humano sin final que abruma con solo pensar en él pero… que a la vez, es una verdadera maravilla que representa en cada una de sus almas e historias los anhelos del hombre moderno y la utopía de la convivencia”.
Deambula que deambula por calles y avenidas, de norte a sur y de este a oeste de la isla de Manhattan el caminante descubre los barrios: el Soho, Tribeca, Chinatown y Little Italy. Come arroz oriental y degusta los famosos cannolis (los de “Los Soprano”), se compra un cinturón en una tienda de jeans y asiste a una exposición de pintura. Esta mezcla le va convirtiendo en alguien fascinado por la diversidad y las posibilidades de este melting pot gigantesco. Camina hacia el downtown y llega hasta South Ferry buscando respuestas en la bahía. Allí divisa, no muy lejos, la Estatua de la Libertad y la Isla de Ellis. “Aquí están los orígenes, la madre del cordero” se dice asimismo entusiasmado desde la cubierta del barco que le habrá de llevar a ambos lugares. No contento con esto, el caminante sale de la isla de Manhattan. Descubre los distritos de Queens y el Bronx. Se enamora perdidamente de Brooklyn y sus gentes. “Nueva York ofrece más de lo que el arte, el cine y la publicidad nos hacen ver”.
Alguien sigue caminando por las calles de Nueva York consciente de una experiencia única en la vida. Caminante obsesionado por captar todas las emociones posibles y visibles, el mito y la realidad, el drama y la comedia. Loco por atrapar cada signo, por descifrar la mueca y la sonrisa. Alguien camina para entender la leyenda y el sueño. “Ese alguien soy YO".
A primera vista los periódicos se compran en una especie de buzón, los parquímetros de las aceras son aún como los de “La leyenda del indomable” o “Rebelde sin causa”, las luces de Broadway relucen como antaño, los taxis son amarillos con publicidad en el techo, las alcantarillas humean insistentemente como jadeantes por el esfuerzo y los rótulos de Times Square vomitan noticias dolorosas de casa mientras te quieren vender lo último en perfumes. Tan dura como enigmática es la gran ciudad.
El caminante se ajusta las gafas y ve un policía armado en cada esquina, ejecutivos de Wall Street con prisa, una pareja de afroamericanos abrazándose en el metro, un cubano hospitalario y una mexicana amistosa, colombianos conversando en Central Park, tres judíos ultraortodoxos discutiendo por la 5th avenue, paquistaníes sirviendo hot dogs, chinos que venden camisetas y verduras en Canal Street, un grupo de mujeres de diferentes razas y culturas haciendo jogging juntas por el paseo marítimo de South Street y en la capilla de San Patricio, catedral de Nueva York y cuna de irlandeses, se le rinde culto a los santos polacos. “¡Dios mio!”, piensa el caminante fascinado, “esto es la torre de Babel, un hormiguero humano sin final que abruma con solo pensar en él pero… que a la vez, es una verdadera maravilla que representa en cada una de sus almas e historias los anhelos del hombre moderno y la utopía de la convivencia”.
Deambula que deambula por calles y avenidas, de norte a sur y de este a oeste de la isla de Manhattan el caminante descubre los barrios: el Soho, Tribeca, Chinatown y Little Italy. Come arroz oriental y degusta los famosos cannolis (los de “Los Soprano”), se compra un cinturón en una tienda de jeans y asiste a una exposición de pintura. Esta mezcla le va convirtiendo en alguien fascinado por la diversidad y las posibilidades de este melting pot gigantesco. Camina hacia el downtown y llega hasta South Ferry buscando respuestas en la bahía. Allí divisa, no muy lejos, la Estatua de la Libertad y la Isla de Ellis. “Aquí están los orígenes, la madre del cordero” se dice asimismo entusiasmado desde la cubierta del barco que le habrá de llevar a ambos lugares. No contento con esto, el caminante sale de la isla de Manhattan. Descubre los distritos de Queens y el Bronx. Se enamora perdidamente de Brooklyn y sus gentes. “Nueva York ofrece más de lo que el arte, el cine y la publicidad nos hacen ver”.
Alguien sigue caminando por las calles de Nueva York consciente de una experiencia única en la vida. Caminante obsesionado por captar todas las emociones posibles y visibles, el mito y la realidad, el drama y la comedia. Loco por atrapar cada signo, por descifrar la mueca y la sonrisa. Alguien camina para entender la leyenda y el sueño. “Ese alguien soy YO".
3 comentarios:
le echabamos de menos y por cierto, magnífico post. La experiencia sublime.
Coincido con Koichi. Además, como director, guionista y protagonista, ésta historia convence. Ya lo veo como posible candidato para estar en el Palacio Kodak. ;) Salu2 !
Apasionante ciudad. Apasionante comentario.
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