Todo el mundo quiere conocer el “Sueño Americano”. Alguna vez han leído o escuchado algo sobre el “American Dream” y quieren saber cual es el verdadero significado de esa abstracción. ¿Existe realmente? ¿Es una invención de los artistas, de los escritores? ¿Un alarde de patriotismo extremo tal vez?
Veamos, si el “Sueño Americano” es una especie de magia sobrenatural o fenómeno paranormal que convierte al individuo en un triunfador solo con pisar suelo norteamericano, entonces, no creo que exista tal. Si el “Sueño Americano” es la posibilidad de tener oportunidades (muchas e infinitas) en el seno de una sociedad terriblemente dinámica y cambiante para poder desarrollarse y prosperar, entonces, es probable que percibamos ese sueño como real. Si hablamos de la esperanza, de la promesa a un pueblo concebido a sí mismo como elegido y de la búsqueda de un Dios bueno. Entonces, el sueño se hace carne. Sobre todo si eres blanco de piel y no perteneces a ninguna de las miles de minorías que asolan EEUU. Aunque, para ser sinceros, muchos de ellos hayan participado también de ese sueño. Ese es su poder.
Si hay algo denominado “Sueño Americano” que por sí mismo te permite sentirte superior a los demás tendríamos que huir de él pues no sería (casi seguro) si no pura soberbia y vanidad. El “American Dream” no tiene una forma definida. No está cuadriculado ni formado por líneas rectas. Posee aristas infinitas y una complejidad que es la que aportan los avatares de la propia existencia. Es por eso que no es para todos los públicos. No todos participan de él. Es una fiesta restringida que promete el éxito y el prestigio profesionales y personales en esta vida. El precio a pagar por vender el alma al “Sueño Americano” no se ha calculado convenientemente. Pero sale caro. Carísimo.
El “Sueño Americano” es el sistema que vela por la prioridad de una elite minoritaria sobre una mayoría oprimida. Te da todo pero nada es gratis. Hay que devolvérselo con intereses. Es un usurero y no tiene piedad con los más débiles. Conoce perfectamente la violencia y los dramas cotidianos. También el “American Dream” tiene un reverso tenebroso que se manifiesta repetidamente en forma de fracaso.
Ahora bien, si el “Sueño Americano” es un rincón del mundo en el que toda una comunidad canta al unísono la misma canción bajo una misma bandera, entonces, no hay utopía más hermosa que el hombre contemporáneo haya concebido. Este sueño no conoce crisis de pertenencia. Las “barras y estrellas” abrigan al rico que vive en Long Island y al “homeless” que duerme en los portales de Harlem. Ambos sienten el mismo orgullo. Y ninguno someterá a crítica su suerte. Simplemente no hay sueño que alcance para todos. En el país más rico del mundo. Aquel en el que se invierten miles de millones todos los días en armamento, seguridad e inteligencia no se garantiza la atención médica a todos sus “súbditos”. Es más, cada día hay que merecerse el plato de comida que te llevas a la boca. El “American Dream” no conoce los triunfos o sinsabores del ayer. Solamente se centra en las posibilidades de hoy. Por eso es éste un país de mitos y leyendas con un panteón de héroes de carne y hueso como no se ha conocido nunca. Y es por eso también que atraigan tanto las historias reales y los relatos de ficción que versen sobre la superación individual y la redención del hombre o la mujer tras un prolongado sufrimiento.
En conclusión, existe, es real y abruma por su irremediable grandeza, por su frialdad, por su épica y por su brutalidad. Y aunque reconozco que es tentador obtener la gloria en este mundo con trabajo duro, ser un hombre hecho a sí mismo y que nada, excepto mis propias decisiones individuales, me puedan desviar de mi destino final, dejo el “Sueño Americano” para quién lo quiera. No quiero depender solamente de mí mismo, creo en el “Estado del bienestar” (eso si que es un sueño) y no me agradan el materialismo y la voracidad derivados de la escalada social. Todavía existen personas, entre las que me incluyo, que nos agota tener que ganar todos los días. Además, hay una cierta dignidad y un inusual atractivo espiritual entre aquellos que saben perder y saben reconocerlo.
Veamos, si el “Sueño Americano” es una especie de magia sobrenatural o fenómeno paranormal que convierte al individuo en un triunfador solo con pisar suelo norteamericano, entonces, no creo que exista tal. Si el “Sueño Americano” es la posibilidad de tener oportunidades (muchas e infinitas) en el seno de una sociedad terriblemente dinámica y cambiante para poder desarrollarse y prosperar, entonces, es probable que percibamos ese sueño como real. Si hablamos de la esperanza, de la promesa a un pueblo concebido a sí mismo como elegido y de la búsqueda de un Dios bueno. Entonces, el sueño se hace carne. Sobre todo si eres blanco de piel y no perteneces a ninguna de las miles de minorías que asolan EEUU. Aunque, para ser sinceros, muchos de ellos hayan participado también de ese sueño. Ese es su poder.
Si hay algo denominado “Sueño Americano” que por sí mismo te permite sentirte superior a los demás tendríamos que huir de él pues no sería (casi seguro) si no pura soberbia y vanidad. El “American Dream” no tiene una forma definida. No está cuadriculado ni formado por líneas rectas. Posee aristas infinitas y una complejidad que es la que aportan los avatares de la propia existencia. Es por eso que no es para todos los públicos. No todos participan de él. Es una fiesta restringida que promete el éxito y el prestigio profesionales y personales en esta vida. El precio a pagar por vender el alma al “Sueño Americano” no se ha calculado convenientemente. Pero sale caro. Carísimo.
El “Sueño Americano” es el sistema que vela por la prioridad de una elite minoritaria sobre una mayoría oprimida. Te da todo pero nada es gratis. Hay que devolvérselo con intereses. Es un usurero y no tiene piedad con los más débiles. Conoce perfectamente la violencia y los dramas cotidianos. También el “American Dream” tiene un reverso tenebroso que se manifiesta repetidamente en forma de fracaso.
Ahora bien, si el “Sueño Americano” es un rincón del mundo en el que toda una comunidad canta al unísono la misma canción bajo una misma bandera, entonces, no hay utopía más hermosa que el hombre contemporáneo haya concebido. Este sueño no conoce crisis de pertenencia. Las “barras y estrellas” abrigan al rico que vive en Long Island y al “homeless” que duerme en los portales de Harlem. Ambos sienten el mismo orgullo. Y ninguno someterá a crítica su suerte. Simplemente no hay sueño que alcance para todos. En el país más rico del mundo. Aquel en el que se invierten miles de millones todos los días en armamento, seguridad e inteligencia no se garantiza la atención médica a todos sus “súbditos”. Es más, cada día hay que merecerse el plato de comida que te llevas a la boca. El “American Dream” no conoce los triunfos o sinsabores del ayer. Solamente se centra en las posibilidades de hoy. Por eso es éste un país de mitos y leyendas con un panteón de héroes de carne y hueso como no se ha conocido nunca. Y es por eso también que atraigan tanto las historias reales y los relatos de ficción que versen sobre la superación individual y la redención del hombre o la mujer tras un prolongado sufrimiento.
En conclusión, existe, es real y abruma por su irremediable grandeza, por su frialdad, por su épica y por su brutalidad. Y aunque reconozco que es tentador obtener la gloria en este mundo con trabajo duro, ser un hombre hecho a sí mismo y que nada, excepto mis propias decisiones individuales, me puedan desviar de mi destino final, dejo el “Sueño Americano” para quién lo quiera. No quiero depender solamente de mí mismo, creo en el “Estado del bienestar” (eso si que es un sueño) y no me agradan el materialismo y la voracidad derivados de la escalada social. Todavía existen personas, entre las que me incluyo, que nos agota tener que ganar todos los días. Además, hay una cierta dignidad y un inusual atractivo espiritual entre aquellos que saben perder y saben reconocerlo.
2 comentarios:
Buena reflexion sobre el "American Dream". Yo también paso de ese tipo de sueños.
En los espacios oníricos los sueños a veces aparecen difuminados, no sabiendo bien si es un sueño en sí o una pesadilla. Vamos, coincido contigo.
Esperemos que lo que estamos presenciando en ésta parte de la orilla, en nuestra vieja Europa, solamente sea un temporal Dèjá vu...
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