UN PAÍS OPTIMISTA
Curiosa película ésta, realizada por un cineasta importante (¿quién no puede recordar los filmes más célebres de Jonathan Demme como “Filadelfia” (1993) o “El silencio de los corderos”(1991)? Por no internarnos en su faceta como fabuloso documentalista) y portadora, más allá de su relevancia, de un mensaje absolutamente renovador sobre la sociedad estadounidense. “La boda de Rachel” (2008) de Jonathan Demme es la celebración, y nunca mejor dicho, de la fiesta perpetua que América vive desde que Barack Obama apareció en la escena pública.
Desde esta óptica, el filme, realizado antes de la llegada del actual presidente a la Casa Blanca, preconiza el cambio de los tiempos. El retrato multirracial y multicultural que Demme elabora en este filme casi no tiene precedentes en el cine contemporáneo (básicamente cine del maistream). La boda de una hija es la excusa perfecta para indagar en las relaciones personales de una familia de clase media-alta y de estirpe intelectual más progresista de lo normal por aquellos lugares. A su vez, es un ejercicio vitalista sobre la forma de contar un relato, cómo afrontar los dramas y el lugar que la imagen contemporánea ocupa en nuestras vidas cotidianas.
Aunque es una película que a simple vista puede tener en el guión su punto fuerte, por aquello de las conversaciones que van salpicando el metraje, lo cierto es que “La boda de Rachel” explora todas las posibilidades de una renovadísima puesta en escena y un montaje excepcional. Se palpan texturas diferentes, cámaras diversas de corte digital que tratan de hacer la propuesta más realista y a la vez ennoblecer imágenes sin pedigrí.
En cuanto al guión, se sienten ciertas irregularidades. Logico por otro lado cuando hablamos de una dramaturgia coral con una diversidad psicológica, racial y cultural apabullante. El entramado es, en ocasiones, hasta previsible, a pesar de las buenas interpretaciones. Conflictos ya vistos y vividos en multitud de ocasiones. Es la atmósfera festiva (ojito a la música), a pesar del sufrimiento de los protagonistas, lo que marca la diferencia.
En conclusión, un filme recomendable aunque lejos de las mejores obras de su autor. Ejemplo claro de lo dicho ya varias veces desde esta tribuna: todos los filmes, no importa la época histórica a que hagan referencia, son hijas de su tiempo. Probablemente “La boda de Rachel” no es una obra maestra, aunque eso lo dirá el tiempo. Sin embargo, si es un filme que aunque pueda parecer ingenuo y “buenista”(sobre todo en el plano político), dibuja el mejor de los mundos. El del “Yes, we can” para más señas. El del mejor de los mundos.
Curiosa película ésta, realizada por un cineasta importante (¿quién no puede recordar los filmes más célebres de Jonathan Demme como “Filadelfia” (1993) o “El silencio de los corderos”(1991)? Por no internarnos en su faceta como fabuloso documentalista) y portadora, más allá de su relevancia, de un mensaje absolutamente renovador sobre la sociedad estadounidense. “La boda de Rachel” (2008) de Jonathan Demme es la celebración, y nunca mejor dicho, de la fiesta perpetua que América vive desde que Barack Obama apareció en la escena pública.
Desde esta óptica, el filme, realizado antes de la llegada del actual presidente a la Casa Blanca, preconiza el cambio de los tiempos. El retrato multirracial y multicultural que Demme elabora en este filme casi no tiene precedentes en el cine contemporáneo (básicamente cine del maistream). La boda de una hija es la excusa perfecta para indagar en las relaciones personales de una familia de clase media-alta y de estirpe intelectual más progresista de lo normal por aquellos lugares. A su vez, es un ejercicio vitalista sobre la forma de contar un relato, cómo afrontar los dramas y el lugar que la imagen contemporánea ocupa en nuestras vidas cotidianas.
Aunque es una película que a simple vista puede tener en el guión su punto fuerte, por aquello de las conversaciones que van salpicando el metraje, lo cierto es que “La boda de Rachel” explora todas las posibilidades de una renovadísima puesta en escena y un montaje excepcional. Se palpan texturas diferentes, cámaras diversas de corte digital que tratan de hacer la propuesta más realista y a la vez ennoblecer imágenes sin pedigrí.
En cuanto al guión, se sienten ciertas irregularidades. Logico por otro lado cuando hablamos de una dramaturgia coral con una diversidad psicológica, racial y cultural apabullante. El entramado es, en ocasiones, hasta previsible, a pesar de las buenas interpretaciones. Conflictos ya vistos y vividos en multitud de ocasiones. Es la atmósfera festiva (ojito a la música), a pesar del sufrimiento de los protagonistas, lo que marca la diferencia.
En conclusión, un filme recomendable aunque lejos de las mejores obras de su autor. Ejemplo claro de lo dicho ya varias veces desde esta tribuna: todos los filmes, no importa la época histórica a que hagan referencia, son hijas de su tiempo. Probablemente “La boda de Rachel” no es una obra maestra, aunque eso lo dirá el tiempo. Sin embargo, si es un filme que aunque pueda parecer ingenuo y “buenista”(sobre todo en el plano político), dibuja el mejor de los mundos. El del “Yes, we can” para más señas. El del mejor de los mundos.
FICHA TÉCNICA:
Dirección: Jonathan Demme.País: USA.Año: 2008.Duración: 113 min.Género: Drama.Interpretación: Anne Hathaway (Kym), Rosemarie DeWitt (Rachel), Mather Zickel (Kieran), Bill Irwin (Paul), Anna Deavere Smith (Carol), Anisa George (Emma), Debra Winger (Abby), Roslyn Ruff (Rosa), Sebastian Stan (Walter), Tunde Adebimpe (Sidney), Jerome LePage (Andrew).Guión: Jenny Lumet.Producción: Jonathan Demme, Neda Armian y Marc Platt.Música: Zafer Tawil y Donald Harrison Jr.Fotografía: Declan Quinn.Montaje: Tim Squyres.Diseño de producción: Ford Wheeler.Vestuario: Susan Lyall.
1 comentario:
pues sí muy buena
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