HOMBRES DE A PIE
La aparición de la televisión en los EEUU, allá por los años 50, revolucionó las formas y contenidos audiovisuales hasta extremos nunca vistos. Decididamente el cine, que vivía el declive del clásico, encontró en la televisión una nueva cantera de creadores talentosos y temas nuevos e interesantes que bebían del realismo cotidiano de los primeros seriales televisivos. Así, “Donde la ciudad termina” (1957) de Martin Ritt es un filme que responde a estos parámetros ya enunciados.
La amistad interracial y la problemática laboral de dos estibadores del puerto de Nueva Cork encarnados deliciosamente por el magnífico Sydney Poitier y el no menos inolvidable John Cassavetes, le da pie a Martin Ritt para lograr una Ópera Prima (quizás nunca repetida) de gran calibre. Se trata de un filme que aporta una atmósfera profundamente sórdida de los muelles y los suburbios. El tono dramático es de un realismo atroz, al cual contribuye indudablemente el elenco actoral. Especialmente los dos actores protagonistas mencionados anteriormente. Casi podríamos hablar de un filme que marca, como pocos, la encrucijada del cine USA en la llamada modernidad cinematográfica. Tanto Poitier como Cassavetes simbolizan al actor de la dramaturgia conflictiva de esa modernidad. Almas creadoras que no se conformaron, sobre todo el segundo de ellos, por interpretar sino que sintieron el impulso por ponerse detrás de la cámara y plasmar el universo según sus percepciones.
Cabe también mencionar que el filme de Ritt se enmarca claramente en un periodo en el que Hollywood se recupera lentamente de las heridas causadas por la “Caza de Brujas” y todo lo que aquellos negros días produjeron al cine y al arte en general. Los filmes del momento comienzan a expresar sin tapujos mensajes políticos contundentes camuflados muchas veces en forma de cine de género. O lo que es lo mismo, la reivindicación sincera de situaciones injustas y la posibilidad de una sociedad mejor. Se adhieren a esta línea filmes tan impresionantes como “Marty” (1955) y “Mesas separadas” (1958) de Delbert Mann, “El zurdo” (1958) de Arthur Penn o incluso “La ley del silencio” (1954) de Elia Kazan. Conceptos ideológicamente ligados a un pensamiento progresista de izquierdas salpican todos y cada uno de estos filmes. La toma de conciencia, la solidaridad, las relaciones interraciales, la militancia ideológica y sindical, la actitud comunitaria, la homosexualidad o el antibelicismo rompieron tabúes y convenciones.
Son años en los que el cine USA abandona el idealismo para hundir sus fauces en el realismo. Cineastas como Martin Ritt descubren que el sujeto histórico de sus filmes es el hombre de a pie. El obrero, el carnicero, el estibador, el parado. Hombres de a pie que con sus dilemas y conflictos, sus amores y contradicciones, atraían mayoritariamente a la sociedad estadounidense del momento. No en vano, ¿no se identificaba esta mayoría con la cotidianidad y los sueños de esos personajes? A pesar de que ciertas historiografías hablan de cierto retroceso o decadencia, es indudable desde la perspectiva del presente que el balance de este periodo es absolutamente impresionante. Por no hablar del avance social y la efervescencia en materia de derechos civiles y logros sociales. “Donde la ciudad termina” es hija de aquellos inolvidables tiempos.
La aparición de la televisión en los EEUU, allá por los años 50, revolucionó las formas y contenidos audiovisuales hasta extremos nunca vistos. Decididamente el cine, que vivía el declive del clásico, encontró en la televisión una nueva cantera de creadores talentosos y temas nuevos e interesantes que bebían del realismo cotidiano de los primeros seriales televisivos. Así, “Donde la ciudad termina” (1957) de Martin Ritt es un filme que responde a estos parámetros ya enunciados.
La amistad interracial y la problemática laboral de dos estibadores del puerto de Nueva Cork encarnados deliciosamente por el magnífico Sydney Poitier y el no menos inolvidable John Cassavetes, le da pie a Martin Ritt para lograr una Ópera Prima (quizás nunca repetida) de gran calibre. Se trata de un filme que aporta una atmósfera profundamente sórdida de los muelles y los suburbios. El tono dramático es de un realismo atroz, al cual contribuye indudablemente el elenco actoral. Especialmente los dos actores protagonistas mencionados anteriormente. Casi podríamos hablar de un filme que marca, como pocos, la encrucijada del cine USA en la llamada modernidad cinematográfica. Tanto Poitier como Cassavetes simbolizan al actor de la dramaturgia conflictiva de esa modernidad. Almas creadoras que no se conformaron, sobre todo el segundo de ellos, por interpretar sino que sintieron el impulso por ponerse detrás de la cámara y plasmar el universo según sus percepciones.
Cabe también mencionar que el filme de Ritt se enmarca claramente en un periodo en el que Hollywood se recupera lentamente de las heridas causadas por la “Caza de Brujas” y todo lo que aquellos negros días produjeron al cine y al arte en general. Los filmes del momento comienzan a expresar sin tapujos mensajes políticos contundentes camuflados muchas veces en forma de cine de género. O lo que es lo mismo, la reivindicación sincera de situaciones injustas y la posibilidad de una sociedad mejor. Se adhieren a esta línea filmes tan impresionantes como “Marty” (1955) y “Mesas separadas” (1958) de Delbert Mann, “El zurdo” (1958) de Arthur Penn o incluso “La ley del silencio” (1954) de Elia Kazan. Conceptos ideológicamente ligados a un pensamiento progresista de izquierdas salpican todos y cada uno de estos filmes. La toma de conciencia, la solidaridad, las relaciones interraciales, la militancia ideológica y sindical, la actitud comunitaria, la homosexualidad o el antibelicismo rompieron tabúes y convenciones.
Son años en los que el cine USA abandona el idealismo para hundir sus fauces en el realismo. Cineastas como Martin Ritt descubren que el sujeto histórico de sus filmes es el hombre de a pie. El obrero, el carnicero, el estibador, el parado. Hombres de a pie que con sus dilemas y conflictos, sus amores y contradicciones, atraían mayoritariamente a la sociedad estadounidense del momento. No en vano, ¿no se identificaba esta mayoría con la cotidianidad y los sueños de esos personajes? A pesar de que ciertas historiografías hablan de cierto retroceso o decadencia, es indudable desde la perspectiva del presente que el balance de este periodo es absolutamente impresionante. Por no hablar del avance social y la efervescencia en materia de derechos civiles y logros sociales. “Donde la ciudad termina” es hija de aquellos inolvidables tiempos.
FICHA TÉCNICA:
Título Oríginal: Edge of the City Año:1957 Duración: 85 min. Director: Martin Ritt
Guión: Robert Alan Aurthur Música: Leonard Rosenman Fotografía: Joseph C. Brun
Reparto: John Cassavetes, Sidney Poitier, Jack Warden, Kathleen Maguire, Ruby Dee, Val Avery, Robert F. Simon, Ruth White, William A. Lee Productora: David Susskind Productions
Guión: Robert Alan Aurthur Música: Leonard Rosenman Fotografía: Joseph C. Brun
Reparto: John Cassavetes, Sidney Poitier, Jack Warden, Kathleen Maguire, Ruby Dee, Val Avery, Robert F. Simon, Ruth White, William A. Lee Productora: David Susskind Productions
1 comentario:
Muu buena crítica y muy buena película. Sin duda lo mejor del film es su gran mensaje y sus conmovedores personajes, en especial Poitier, que crea un personaje tan bello y humano que hace imposible que el espectador no se encariñe con él.
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