
Ayer fallecía a los 89 años Eric Rohmer, uno de los grandes cineastas del siglo XX. Impulsor de la "Nouvelle Vague", máximo exponente de la modernidad cinematográfica, se caracterizó por ficciones sencillas en películas pequeñas centradas en las relaciones sentimentales. Películas como "El signo del león" (1959), "Mi noche con Maud" (1969) o "La rodilla de Clara" (1970) supusieron hitos inéditos del cine europeo. A pesar de su longevidad artística y existencial, no se traicionó jamás. Todas sus películas llevaban impreso el sello de la sencillez y la austeridad: pocos personajes, escenarios intimistas, mirada y ritmo lento junto a unos diálogos brillantes. No necesitaba más para mostrar la existencia tal cual. A su manera, siempre fue joven, más joven que cualquiera. Descanse en paz y que su obra hable por toda la eternidad.
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