FOREVER YOUNG
Es un hecho contrastado y ampliamente conocido e investigado que Francis Ford Coppola renovó el cine USA junto a otros grandes cineastas de su generación (George Lucas, Martin Scorsese, Brian de Palma, etc.). Recogieron la herencia brillante y gloriosa del clasicismo y la mezclaron con su fascinación por los nuevos tiempos que la modernidad europea llevaba a América. El aliento e influencia de los llamados “Nuevos Cines” del viejo continente es indudable. Tanto, que la obra actual del propio Coppola con filmes como “Youth without youth” (2007) o “Tetro” (2009) ha evolucionado más hacia el cine-arte alejándose de las convenciones propias de Hollywood. Esta rebeldía en sus orígenes del director italo-americano, no solo vendía, sino que asombraba. Cuestionó sus referentes cinematográficos para así construir propuestas nuevas, que a su vez, indagaban en un nuevo tiempo de la Historia y en preocupaciones humanas profundas y complejas. La Posmodernidad o la propia concepción de la Epopeya como género para rescribir el pasado con lirismo desbordante se encuentran, entre otros muchos logros, en el legado de este genio.
“La ley de la calle” (1983) es un referente de todo esto. Un cine vitalista cuyo valioso testimonio nos ayudaba a comprender la evolución arriesgada y transgresora (¿lógica?) de un artista que en poco más de siete años (1972-79) había firmado cuatro obras maestras casi insuperables (desde las dos primeras partes de “El Padrino” hasta “Apocalypse Now” pasando por “La Conversación”). Asistimos con su revisión, necesaria siempre por otro lado, a la confirmación de un universo creativo inigualable y de unas inquietudes estéticas atrevidísimas acentuando (más si cabe) la alargada sombra del artista que será siempre (por más que crítica y público le hayan dado la espalda a sus últimas propuestas).
Resuenan en “La ley de la calle” los ecos impertérritos del cine de Nicholas Ray, de filmes tan increíbles como “Los amantes de la noche” (1948) o “Rebelde sin causa” (1956). Sin embargo, la melancólica y poética visión de la juventud americana de Ray rebelándose contra los nuevos parámetros de la sociedad de consumo, que los condenaba a ser jóvenes más tiempo de lo que habían sido sus padres, es de la mano de Coppola, algo totalmente distinto. Un duro retrato, una desmitificación del “Rebelde Romántico”, de todos los antihéroes de la calle alienados por una sociedad nihilista y confundida que no atina con el rumbo a seguir. Si en Ray atisbábamos la tragedia americana (literaria y artística) en toda su plenitud, en Coppola se acentúan aspectos como el expresionismo casi abstracto, una complejísima y virtuosa puesta en escena, un existencialismo radical por la angustia de vivir o una conflictiva dramaturgia que lo vincula íntimamente con todo el teatro contemporáneo europeo (desde Samuel Beckett a Jean Genet). Y a pesa de todo hay algo que une a ambos genios: el deseo irrefrenable de denunciar la incomprensión de la que son víctimas ciertos grupos sociales. Por tanto, hablaríamos de un cine reivindicativo de ambiciones artísticas militantes.
En conclusión, sobra decir que se trata de un filme indispensable que por sí mismo abarcaría, no una, sino varias monografías. Tal es su grado de complejidad y sustancia. Una Obra Maestra impactante que se renueva a cada visionado y se redescubre en cada fotograma como si fuera la primera vez. Una crónica de los subalternos que, más allá de todo, nos recuerda que la existencia es dolorosa por su tremenda fugacidad y violencia. Que el inconformismo margina y duele, como la diferencia. Que los perdedores tienen cierto encanto (en la vida y en el cine). Y que la intolerancia, como el tiempo, transcurre inexorable aunque dejando heridas en la Historia.
FICHA TÉCNICA:
TÍTULO ORIGINAL Rumble Fish AÑO 1983 DURACIÓN 94 min. DIRECTOR Francis Ford Coppola GUIÓN Francis Ford Coppola & S.E. Hinton (Novela: S.E. Hinton) MÚSICA Stewart Copeland FOTOGRAFÍA Stephen H. Burum (B&W) REPARTO Matt Dillon, Diane Lane, Mickey Rourke, Dennis Hopper, Vincent Spano, Diana Scarwid, Nicolas Cage, Chris Penn, Tom Waits, Laurence Fishburne, William Smith, Michael Higgins
Es un hecho contrastado y ampliamente conocido e investigado que Francis Ford Coppola renovó el cine USA junto a otros grandes cineastas de su generación (George Lucas, Martin Scorsese, Brian de Palma, etc.). Recogieron la herencia brillante y gloriosa del clasicismo y la mezclaron con su fascinación por los nuevos tiempos que la modernidad europea llevaba a América. El aliento e influencia de los llamados “Nuevos Cines” del viejo continente es indudable. Tanto, que la obra actual del propio Coppola con filmes como “Youth without youth” (2007) o “Tetro” (2009) ha evolucionado más hacia el cine-arte alejándose de las convenciones propias de Hollywood. Esta rebeldía en sus orígenes del director italo-americano, no solo vendía, sino que asombraba. Cuestionó sus referentes cinematográficos para así construir propuestas nuevas, que a su vez, indagaban en un nuevo tiempo de la Historia y en preocupaciones humanas profundas y complejas. La Posmodernidad o la propia concepción de la Epopeya como género para rescribir el pasado con lirismo desbordante se encuentran, entre otros muchos logros, en el legado de este genio.
“La ley de la calle” (1983) es un referente de todo esto. Un cine vitalista cuyo valioso testimonio nos ayudaba a comprender la evolución arriesgada y transgresora (¿lógica?) de un artista que en poco más de siete años (1972-79) había firmado cuatro obras maestras casi insuperables (desde las dos primeras partes de “El Padrino” hasta “Apocalypse Now” pasando por “La Conversación”). Asistimos con su revisión, necesaria siempre por otro lado, a la confirmación de un universo creativo inigualable y de unas inquietudes estéticas atrevidísimas acentuando (más si cabe) la alargada sombra del artista que será siempre (por más que crítica y público le hayan dado la espalda a sus últimas propuestas).
Resuenan en “La ley de la calle” los ecos impertérritos del cine de Nicholas Ray, de filmes tan increíbles como “Los amantes de la noche” (1948) o “Rebelde sin causa” (1956). Sin embargo, la melancólica y poética visión de la juventud americana de Ray rebelándose contra los nuevos parámetros de la sociedad de consumo, que los condenaba a ser jóvenes más tiempo de lo que habían sido sus padres, es de la mano de Coppola, algo totalmente distinto. Un duro retrato, una desmitificación del “Rebelde Romántico”, de todos los antihéroes de la calle alienados por una sociedad nihilista y confundida que no atina con el rumbo a seguir. Si en Ray atisbábamos la tragedia americana (literaria y artística) en toda su plenitud, en Coppola se acentúan aspectos como el expresionismo casi abstracto, una complejísima y virtuosa puesta en escena, un existencialismo radical por la angustia de vivir o una conflictiva dramaturgia que lo vincula íntimamente con todo el teatro contemporáneo europeo (desde Samuel Beckett a Jean Genet). Y a pesa de todo hay algo que une a ambos genios: el deseo irrefrenable de denunciar la incomprensión de la que son víctimas ciertos grupos sociales. Por tanto, hablaríamos de un cine reivindicativo de ambiciones artísticas militantes.
En conclusión, sobra decir que se trata de un filme indispensable que por sí mismo abarcaría, no una, sino varias monografías. Tal es su grado de complejidad y sustancia. Una Obra Maestra impactante que se renueva a cada visionado y se redescubre en cada fotograma como si fuera la primera vez. Una crónica de los subalternos que, más allá de todo, nos recuerda que la existencia es dolorosa por su tremenda fugacidad y violencia. Que el inconformismo margina y duele, como la diferencia. Que los perdedores tienen cierto encanto (en la vida y en el cine). Y que la intolerancia, como el tiempo, transcurre inexorable aunque dejando heridas en la Historia.
FICHA TÉCNICA:
TÍTULO ORIGINAL Rumble Fish AÑO 1983 DURACIÓN 94 min. DIRECTOR Francis Ford Coppola GUIÓN Francis Ford Coppola & S.E. Hinton (Novela: S.E. Hinton) MÚSICA Stewart Copeland FOTOGRAFÍA Stephen H. Burum (B&W) REPARTO Matt Dillon, Diane Lane, Mickey Rourke, Dennis Hopper, Vincent Spano, Diana Scarwid, Nicolas Cage, Chris Penn, Tom Waits, Laurence Fishburne, William Smith, Michael Higgins
1 comentario:
Leyendo estas líneas me acompleja el tener que admitir que no la he visto. Queda apuntado en la categoría "indispesable".
Salu2 !
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