26 junio 2010

Crítica de Cine (CXXV): Las horas del verano (2008)


LAS COSAS IMPORTANTES

Comenzaré esta crítica por la conclusión: “Las horas del verano” (2008) de Olivier Assayas es una película sublime. Y el calificativo de sublime no es baladí ni descansa en caprichos superfluos. Creo que se trata de un filme realmente importante porque Assayas permite al espectador reflexionar con arrebatadora sencillez, a través de las imágenes y las palabras, sobre cuatro aspectos importantes que ningún ser humano debería perder de vista.
1-La Familia; en el sentido de los vínculos sanguíneos e inexorables que unen a los seres humanos. Assayas exhibe una puesta en escena realmente impactante manejando con soltura las escenas familiares (especie de “Conversation Pieces” cinematográficas) en la que afloran todos los miedos y todos los afectos con una precisión psicológica. Lo viejo y lo nuevo, el choque generacional entre jóvenes y viejos. La complejidad de las relaciones entre padres e hijos, sus secretos y confesiones. Para Assayas, la familia es el último refugio, el punto de encuentro, pero también es consciente, dolorosamente, de la descomposición y la decadencia que sufre por causa de los avatares de la modernidad.
2-La Muerte; es decir, el fin de todo. La ausencia de los seres queridos le sirve al director francés para estructurar una suerte de imágenes por el vacío de los lugares y espacios y el duelo de los que sobreviven. Subyace con la muerte una lúcida divagación del tiempo y la transformación de las cosas, los recuerdos y la nostalgia por lo vivido, que solo está al alcance de auténticos genios.
3-El Arte, como obra hecha por los hombres y por tanto, portador de las más nobles y profundas inquietudes humanas. El arte como creación de objetos que cambian su función según el lugar en que se encuentran (una casa en primera instancia, luego un museo) y la memoria que guardan. Las nociones de clásico y contemporáneo. De atemporal e imprescindible. Lo material y lo sentimental. De la autoría y la individualidad como elementos diferenciadores. “Las horas del verano” se permite reflexionar sobre el estado del arte y su influencia en la existencia, el pensamiento y el bienestar de las personas.
4-La Historia; no solo como conocimiento del pasado sino como devenir del futuro. En “Las horas del verano” sentimos una tensión continua del tiempo y sus diversas percepciones. El tiempo lento que perciben algunos de sus protagonistas (los más viejos) y la aceleración humana de la modernidad, el movimiento continuo, el desarraigo y la deslocalización (los más jóvenes). Por un lado, la preeminencia de lo local, lo cercano, de mantener las identidades y resistir gracias a la consideración de valores que, aunque aparentemente más etéreos, poseen un sustento espiritual e intelectual satisfactorio. Por otro lado, el fenómeno globalizador que no cesa y que amenaza con desvirtuar y alienar la naturaleza humana.
Es en conclusión, un filme indispensable e imprescindible, pues trata sobre las cosas más importantes del mundo. Y aunque muchos cineastas intentan, con desigual fortuna, hablar sobre estas cuestiones vitales. Lo cierto, es que no siempre se logra estructurar un discurso tan bien hilado como el que Assayas ha logrado en “Las horas del verano”. Lo dicho al principio: un filme sublime que permanece en la memoria y que no deja de producir reflexiones continuas (casi compulsivas) sobre la forma de sentir la vida y todo lo que nos rodea.

FICHA TÉCNICA:

Dirección: Olivier Assayas. País: Francia. Año: 2008. Duración: 102 min. Género: Drama.
Interpretación: Juliette Binoche (Adrienne), Charles Berling (Frédéric), Jérémie Renier (Jérémie), Edith Scob (Hélène), Dominique Reymond (Lisa), Valerie Bonneton (Angela), Isabelle Sadoyan (Eloise), Kyle Eastwood (James), Alice de Lencquesaing (Sylvie), Emile Berling (Pierre), Jean-Baptiste Malartre (Michel Waldemar).Guión: Clémence Schaeffer. Producción: Marin Karmitz, Nathanaël Karmitz y Charles Gillibert. Fotografía: Eric Gautier. Montaje: Luc Barnier. Diseño de producción: François-Renaud Labarthe. Vestuario: Anais Romand y Jürgen Doering.

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