LAS IDENTIDADES PERDIDAS
De alguna manera Armenia, su cultura y su Historia, han estado siempre presentes (en mayor o menor medida) en el cine del director canadiense (de origen armenio) Atom Egoyan. Sin embargo, tal vez sea en su filme “Ararat” (2002) en el que esta cuestión se toca más claramente y ocupa temáticamente toda su ficción.
Como decíamos antes, en el cine de Egoyan hay una obsesión por la búsqueda y el encuentro de las identidades perdidas. Ya sean individuales o colectivas. En “Ararat” se alude clara y físicamente al monte del mismo nombre situado en el este de Anatolia (suelo turco) en la confluencia con Iran y la propia Armenia.
De alguna manera Armenia, su cultura y su Historia, han estado siempre presentes (en mayor o menor medida) en el cine del director canadiense (de origen armenio) Atom Egoyan. Sin embargo, tal vez sea en su filme “Ararat” (2002) en el que esta cuestión se toca más claramente y ocupa temáticamente toda su ficción.
Como decíamos antes, en el cine de Egoyan hay una obsesión por la búsqueda y el encuentro de las identidades perdidas. Ya sean individuales o colectivas. En “Ararat” se alude clara y físicamente al monte del mismo nombre situado en el este de Anatolia (suelo turco) en la confluencia con Iran y la propia Armenia.
El monte significa la patria perdida, el dolor y la memoria que ha de permanecer a pesar de la diáspora del pueblo armenio. Casi por primera vez en la Historia del Cine se habla sin tapujos del Genocidio de este pueblo a manos del ejército turco. Y son estos lugares y estos tristes acontecimientos los que sitúan a los personajes de “Ararat”. La memoria crea la comprensión, el arraigo y el sentimiento aunque el espacio y el tiempo les hayan distanciado.
Para ello, fiel a su cine, Egoyan teje una trama de ficción no siempre verosímil pero sí de una apariencia muy realista (que es diferente). Parte de su propia experiencia en el contexto contemporáneo y de la del pintor Arshile Gorki (también armenio y testigo del genocidio) en el pasado. A partir de ahí, a dos bandas, se quiere comprender mejor, como si de un juego de cajas chinas se tratara, todo lo que originó un conflicto terrible que, aún hoy, trata de silenciarse de manera cobarde. El cineasta canadiense se distancia utilizando textos origínales del periodo y obras de arte pictóricas para objetivar la cuestión. Crea un cine dentro del cine y a su alrededor personajes perdidos a los que atormentan los hechos incontroladamente. Como si el desarraigo de las generaciones nacidas lejos del monte Ararat lucharan por saber para ocupar un lugar en un mundo nuevo tomando conciencia de la fatalidad de sus orígenes y su necesidad de nunca olvidar.
¿Es posible reivindicar a través del cine la posibilidad de reconocer los hechos horribles de un genocidio? Cree Egoyan que sí. El arte es un arma poderosa. Tanto que no duda en mezclar las propias imágenes de la ficción de sus personajes con las derivadas de la película histórica que se rueda (más superficial y menos apasionada) junto a imágenes documentales (y digitales) evocadoras de aquellos lugares que los armenios ocuparon en Anatolia. La textura y superposición de capas es notoria debido a los contrastes que existen en todos y cada uno de los registros visuales. Y sobre todo en las imágenes digitales, hay un anhelo, como en “Shoah” (1985) de Claude Lanzmann de trasmitir los sonidos del pasado, de resucitar sus ecos, de despertar a los fantasmas de los espacios vacíos, de las ruinas y paisajes desolados. Es en definitiva un filme admirable y necesario aunque solo sea por sus gritos exigiendo justicia y dando visibilidad a un conflicto injustamente desconocido en la Historia.
FICHA TÉCNICA:
Para ello, fiel a su cine, Egoyan teje una trama de ficción no siempre verosímil pero sí de una apariencia muy realista (que es diferente). Parte de su propia experiencia en el contexto contemporáneo y de la del pintor Arshile Gorki (también armenio y testigo del genocidio) en el pasado. A partir de ahí, a dos bandas, se quiere comprender mejor, como si de un juego de cajas chinas se tratara, todo lo que originó un conflicto terrible que, aún hoy, trata de silenciarse de manera cobarde. El cineasta canadiense se distancia utilizando textos origínales del periodo y obras de arte pictóricas para objetivar la cuestión. Crea un cine dentro del cine y a su alrededor personajes perdidos a los que atormentan los hechos incontroladamente. Como si el desarraigo de las generaciones nacidas lejos del monte Ararat lucharan por saber para ocupar un lugar en un mundo nuevo tomando conciencia de la fatalidad de sus orígenes y su necesidad de nunca olvidar.
¿Es posible reivindicar a través del cine la posibilidad de reconocer los hechos horribles de un genocidio? Cree Egoyan que sí. El arte es un arma poderosa. Tanto que no duda en mezclar las propias imágenes de la ficción de sus personajes con las derivadas de la película histórica que se rueda (más superficial y menos apasionada) junto a imágenes documentales (y digitales) evocadoras de aquellos lugares que los armenios ocuparon en Anatolia. La textura y superposición de capas es notoria debido a los contrastes que existen en todos y cada uno de los registros visuales. Y sobre todo en las imágenes digitales, hay un anhelo, como en “Shoah” (1985) de Claude Lanzmann de trasmitir los sonidos del pasado, de resucitar sus ecos, de despertar a los fantasmas de los espacios vacíos, de las ruinas y paisajes desolados. Es en definitiva un filme admirable y necesario aunque solo sea por sus gritos exigiendo justicia y dando visibilidad a un conflicto injustamente desconocido en la Historia.
FICHA TÉCNICA:
TÍTULO ORIGINAL Ararat AÑO 2002 DURACIÓN 116 min. DIRECTOR Atom Egoyan GUIÓN Atom Egoyan MÚSICA Mychael Danna FOTOGRAFÍA Paul Sarossy REPARTO Charles Aznavour, Christopher Plummer, Elias Koteas, Eric Bogosian, Arsinée Khanjian, Brent Carver, Marie-Josée Croze, Bruce Greenwood, David Alpay PRODUCTORA Miramax
1 comentario:
Obra imprescindible para no olvidar una de las más vergonzantes etapas de nuestra historia. Impresionante la banda sonora del señor Danna, del que me permito recomendarle con los ojos cerrados, dado su
reciente visita a los paisajes celtas, "The Celtic Tale". Saludos
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