Representaron con sus acordes el aire fresco en los primeros años de democracia, el color, el ritmo frenético de una juventud que quería hacer ruido y reivindicaba su libertad e independencia. Dejaron un legado casi inigualable, un puñado de himnos inolvidables que siguen siendo tan jovenes como el día en que nacieron. Ahora, pasado el tiempo, con canas, calvos, arrugados, lentos, perjudicados por las acometidas de las resacas infinitas y el apremio por vivir me siguen pareciendo los mismos chavales de entonces. La coherencia de sobrevivir llevando pantalones ceñidos de colores hasta el fin.
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