LA VIDA SIN NOSOTROS
Se dice (y con razón) que cuando a alguien le sucede algo que a punto está de producirle la muerte, toda su vida, como una película a cámara rápida aparece ante sus ojos. Al menos la gente parece coincidir en algo parecido que suele ocurrir en esos instantes traumáticos. Por tanto, cabe preguntarse ¿qué no darán de sí 127 horas al borde de la muerte? ¿Cuántas películas, todas ellas magistrales lecciones de vida, podrían surgir de una mente moribunda (valga la paradoja) con unas ganas terribles de seguir viviendo?
Resulta complicado acercarse a este inquietante filme “127 horas” (2011) de Danny Boyle sin alcanzar reflexiones que parecen trascender la propia experiencia extrema del montañero Aron Ralston (soberbio James Franco bordando el papel y todo el peso del filme). Esta historia de hechos reales es más que un suceso trágico que pueda transitar por los senderos trillados de los géneros narrativos cinematográficos. Y aunque es cierto que el filme es tan minimalista en su planteamiento como lo podía ser la también reciente “Buried” (2010) de Rodrigo Cortés, ambas tienen sus diferencias. Coinciden en el trauma del hombre atrapado, solo y aislado. Sin esperanza. Pero lo que para Cortés era una excusa para desarrollar un filme de suspense muy influido por los maestros del clásico (¿Hitchcock quizás?), para Boyle el suceso le da para reflexionar más allá.
¿Cómo? Pues desde la grieta de la muerte, en un cañón del fin del mundo, Boyle dibuja una serie de puntos de fuga hacia el interior de su personaje haciendo una disección radical del hombre contemporáneo y sus dilemas y diatribas. El individualismo, el hedonismo, el egoismo unido a la intensidad física de vivir basculando hacia el plano espiritual de los misterios cuando el fin se siente próximo.
Se dice (y con razón) que cuando a alguien le sucede algo que a punto está de producirle la muerte, toda su vida, como una película a cámara rápida aparece ante sus ojos. Al menos la gente parece coincidir en algo parecido que suele ocurrir en esos instantes traumáticos. Por tanto, cabe preguntarse ¿qué no darán de sí 127 horas al borde de la muerte? ¿Cuántas películas, todas ellas magistrales lecciones de vida, podrían surgir de una mente moribunda (valga la paradoja) con unas ganas terribles de seguir viviendo?
Resulta complicado acercarse a este inquietante filme “127 horas” (2011) de Danny Boyle sin alcanzar reflexiones que parecen trascender la propia experiencia extrema del montañero Aron Ralston (soberbio James Franco bordando el papel y todo el peso del filme). Esta historia de hechos reales es más que un suceso trágico que pueda transitar por los senderos trillados de los géneros narrativos cinematográficos. Y aunque es cierto que el filme es tan minimalista en su planteamiento como lo podía ser la también reciente “Buried” (2010) de Rodrigo Cortés, ambas tienen sus diferencias. Coinciden en el trauma del hombre atrapado, solo y aislado. Sin esperanza. Pero lo que para Cortés era una excusa para desarrollar un filme de suspense muy influido por los maestros del clásico (¿Hitchcock quizás?), para Boyle el suceso le da para reflexionar más allá.
¿Cómo? Pues desde la grieta de la muerte, en un cañón del fin del mundo, Boyle dibuja una serie de puntos de fuga hacia el interior de su personaje haciendo una disección radical del hombre contemporáneo y sus dilemas y diatribas. El individualismo, el hedonismo, el egoismo unido a la intensidad física de vivir basculando hacia el plano espiritual de los misterios cuando el fin se siente próximo.
Así, por medio de flash-backs, premoniciones, ensoñaciones y alucinaciones, el moribundo se identifica como un ser humano común interactuando con toda la audiencia que está ante la pantalla. Estableciendo un vínculo terrible de cierta complicidad emocional con todos ellos. El de la experiencia compartida de algo que tanto para los que conocían el final de la historia como para los que no, tendrá, como mínimo, consecuencias imprevisibles.
Y por si fuera poco, desde los coherentes créditos iniciales del filme hasta el final, pasando por esa filia morbosa de su criatura para dejar testimonio mediante la imagen digital para la posteridad, Boyle va exponiendo su dolorosa y verdadera conclusión. Esto es que, por más que uno se empeñe en conquistar la naturaleza, supere ciertos retos y pueda vivir su existencia lo más al limite que pueda (lo cual es loable y hasta recomendable), no somos más que una minúscula gota en un inmenso océano. Maravillosa en sí misma porque no hay dos iguales, pero todas portando la certidumbre de que el destino se reserva lo mejor y lo peor. Un destino escrito a lápiz del que se puede escapar momentáneamente si escogemos lo impensable o lo horrible. No en vano, todos tenemos cierto instinto de supervivencia. A pesar de todo, la vida seguirá su curso, nada se detendrá por nosotros. Somos una muesca de la grieta, un incidente leve en la roca del tiempo.
Y por si fuera poco, desde los coherentes créditos iniciales del filme hasta el final, pasando por esa filia morbosa de su criatura para dejar testimonio mediante la imagen digital para la posteridad, Boyle va exponiendo su dolorosa y verdadera conclusión. Esto es que, por más que uno se empeñe en conquistar la naturaleza, supere ciertos retos y pueda vivir su existencia lo más al limite que pueda (lo cual es loable y hasta recomendable), no somos más que una minúscula gota en un inmenso océano. Maravillosa en sí misma porque no hay dos iguales, pero todas portando la certidumbre de que el destino se reserva lo mejor y lo peor. Un destino escrito a lápiz del que se puede escapar momentáneamente si escogemos lo impensable o lo horrible. No en vano, todos tenemos cierto instinto de supervivencia. A pesar de todo, la vida seguirá su curso, nada se detendrá por nosotros. Somos una muesca de la grieta, un incidente leve en la roca del tiempo.
FICHA TÉCNICA:
Película: 127 horas. Título original: 127 hours. Dirección: Danny Boyle. Países: USA y Reino Unido. Año: 2010. Duración: 96 min. Género: Drama. Interpretación: James Franco (Aron Ralston), Amber Tamblyn (Megan), Kate Mara (Kristi), Clémence Poésy (Rana), Kate Burton (madre de Aron), Lizzy Caplan (Sonja). Guion: Danny Boyle y Simon Beaufoy; basado en el libro “Between a rock and a hard place”, de Aron Ralston. Producción: Christian Colson, Danny Boyle y John Smithson. Música: A.R. Rahman. Fotografía: Anthony Dod Mantle y Enrique Chediak. Montaje: Jon Harris. Diseño de producción y vestuario: Suttirat Larlarb.
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