DESDE EL FONDO DEL AULA, EN EL ÚLTIMO PUPITRE (I): El hombre más afortunado del mundo

Hace algo más de dos meses recibí una llamada esperanzadora. Me ofrecían trabajo como profesor en un colegio concertado. Se concertó una entrevista en ese mismo día que duró poco más de diez minutos. El acuerdo era total, las condiciones laborales parecían óptimas (12 horas lectivas semanales como profesor de secundaria más 7 horas complementarias realizando turnos de patio, comedor, etc.). En aquel momento, una vez finalizada la entrevista, sentí que salía de un tunel oscuro y que comenzaba a ver algo de luz. Me parecía que después de vagar durante largo tiempo en el desierto (casi año y medio sin nada), al fin, había encontrado el ansiado oasis de tranquilidad. Después de todas las penalidades pasadas y las tristezas sufridas, todo había merecido la pena para llegar hasta aquí. Como hubiera dicho mi adorado Truffaut: era "el hombre más afortunado del mundo" por el hecho de poder trabajar con niños y en lo que realmente me gustaba y me llenaba de verdad. Parecía el inicio de un sueño en el que yo ponía todas mis "Grandes Esperanzas" (como si de una novela de Dickens se tratara). Tardé poco tiempo en darme cuenta que lo que me estaba ocurriendo no era el inicio de nada, sino más bien el fin...