RETRATO DE UN “SERIAL KILLER” ARGENTINO
Cinco años atrás, un grupo de chicos muere en un colegio a manos de un profesor desquiciado psicológicamente. Una psiquiatra que no supo convencer a ese profesor que era su paciente. Y un policía que cometió un error y no pudo salvar a aquellos desgraciados muchachos. De alguna manera, esta es la breve crónica de los acontecimientos que establecen el punto de partida de la miniserie “Epitafios”. El triste suceso supone “aparentemente” el desencadenante para una serie de asesinatos que tienen lugar en la ciudad de Buenos Aires. Casualmente, todas las víctimas son responsables, ya sea directa o indirectamente, de las muertes del colegio. Todas llevan consigo un epitafio que descubre su relación con la desgracia. Por tanto, asistimos a un puro acto de venganza o ¿tal vez de justicia?.
Y es que en “Epitafios” nada es lo que parece. Producida por la HBO latina, está estructurada en 13 episodios. Creada por los hermanos mellizos Walter y Marcello Slavich y dirigida íntegramente por dos directores argentinos de nivel: Jorge Nisco y Alberto Lechii. La serie supone un punto de inflexión importante en las producciones de calidad en América Latina.
Habrá que decir que su planteamiento no es totalmente original. “Epitafios” mira con gran admiración a multitud de géneros. Posee la contundencia del Cine Negro estadounidense, la inteligencia del “Polar” francés y la violencia del "Giallo" italiano. Pasando por el cine de terror clásico, el “gore” y los grandes filmes sobre asesinos en serie. Véase “Henry, retrato de un asesino” (1989) de John McNaughton, “El silencio de los corderos” (1990) de Jonathan Demme o “Seven” (1995) de David Fincher, por citar solamente tres celebérrimos títulos de tan macabra galería. Por tanto, la trama de los hermanos Slavich sería una suerte de collage, un puzzle, un cadáver exquisito en el que se cogen piezas de aquí y allá. En definitiva, un homenaje apasionado al genio criminal.
Y es que es ahí donde reside la grandeza de esta serie única. Si los “serial killers” de los filmes citados anteriormente (por ejemplo, Hannibal Lecter) eran capaces de exhibir su genialidad para hacer el mal, no lo era menos la capacidad de los elegidos para detenerlos. Sin embargo, en “Epitafios” la sombra del asesino es demasiado alargada, su personalidad es absolutamente compleja y arrolladora y su genialidad no tiene parangón ni en el cine ni en la TV. Ciertamente, es el asesino quien marca los tiempos en detrimento de los demás personajes, que ni mucho menos podrían calificarse como esquemáticos. Pero que si están algo eclipsados por un psicópata catódico con una biografía e historia única en su estirpe.
Cinco años atrás, un grupo de chicos muere en un colegio a manos de un profesor desquiciado psicológicamente. Una psiquiatra que no supo convencer a ese profesor que era su paciente. Y un policía que cometió un error y no pudo salvar a aquellos desgraciados muchachos. De alguna manera, esta es la breve crónica de los acontecimientos que establecen el punto de partida de la miniserie “Epitafios”. El triste suceso supone “aparentemente” el desencadenante para una serie de asesinatos que tienen lugar en la ciudad de Buenos Aires. Casualmente, todas las víctimas son responsables, ya sea directa o indirectamente, de las muertes del colegio. Todas llevan consigo un epitafio que descubre su relación con la desgracia. Por tanto, asistimos a un puro acto de venganza o ¿tal vez de justicia?.
Y es que en “Epitafios” nada es lo que parece. Producida por la HBO latina, está estructurada en 13 episodios. Creada por los hermanos mellizos Walter y Marcello Slavich y dirigida íntegramente por dos directores argentinos de nivel: Jorge Nisco y Alberto Lechii. La serie supone un punto de inflexión importante en las producciones de calidad en América Latina.
Habrá que decir que su planteamiento no es totalmente original. “Epitafios” mira con gran admiración a multitud de géneros. Posee la contundencia del Cine Negro estadounidense, la inteligencia del “Polar” francés y la violencia del "Giallo" italiano. Pasando por el cine de terror clásico, el “gore” y los grandes filmes sobre asesinos en serie. Véase “Henry, retrato de un asesino” (1989) de John McNaughton, “El silencio de los corderos” (1990) de Jonathan Demme o “Seven” (1995) de David Fincher, por citar solamente tres celebérrimos títulos de tan macabra galería. Por tanto, la trama de los hermanos Slavich sería una suerte de collage, un puzzle, un cadáver exquisito en el que se cogen piezas de aquí y allá. En definitiva, un homenaje apasionado al genio criminal.
Y es que es ahí donde reside la grandeza de esta serie única. Si los “serial killers” de los filmes citados anteriormente (por ejemplo, Hannibal Lecter) eran capaces de exhibir su genialidad para hacer el mal, no lo era menos la capacidad de los elegidos para detenerlos. Sin embargo, en “Epitafios” la sombra del asesino es demasiado alargada, su personalidad es absolutamente compleja y arrolladora y su genialidad no tiene parangón ni en el cine ni en la TV. Ciertamente, es el asesino quien marca los tiempos en detrimento de los demás personajes, que ni mucho menos podrían calificarse como esquemáticos. Pero que si están algo eclipsados por un psicópata catódico con una biografía e historia única en su estirpe.
Así, la ficción nunca ha estado tan cerca de las motivaciones para asesinar, de diseccionar la mente de un hombre, y sobre todo, nunca tan cerca sobre el dolor y la ausencia, el duelo y sus consecuencias.
“Epitafios” opta por un enfoque estético realista y vivaz. Con una narración tremendamente fluida y catártica. De recursos cinematográficos tan acertados como el mejor cine. Estéticamente caracterizada por los contrastes radicales de las texturas, de la luz y las sombras, de los símbolos sagrados y profanos, y en fin, de toda una inspirada gama de circunstancias que muestran una megalópolis deshumanizada en la cual habitan almas derrotadas por los tiempos difíciles que les ha tocado vivir.
Desde el punto de vista de los temas tratados, “Epitafios” es aún más corrosiva. Cuestiona pautas y modos de vida establecidos y catalogados como correctos. Y va más allá, duda de los afectos y los vínculos vitales, exalta con rabia los mecanismos mentales que nos reprimen e inhiben para establecer una convivencia armónica. Peligrosamente, esta serie nos hace dudar sobre la legitimidad o no de un hombre que ha traspasado la línea de la ética para situarse en la amoralidad más total. Nos pone en su lugar, para poder comprender su cruzada, sentir su dolor y su odio al prójimo. Tal es la postura difícil e irracional de aquel que se ha erigido como Némesis de sus semejantes, Dios Todopoderoso y justiciero sediento de sangre.
“Epitafios” opta por un enfoque estético realista y vivaz. Con una narración tremendamente fluida y catártica. De recursos cinematográficos tan acertados como el mejor cine. Estéticamente caracterizada por los contrastes radicales de las texturas, de la luz y las sombras, de los símbolos sagrados y profanos, y en fin, de toda una inspirada gama de circunstancias que muestran una megalópolis deshumanizada en la cual habitan almas derrotadas por los tiempos difíciles que les ha tocado vivir.
Desde el punto de vista de los temas tratados, “Epitafios” es aún más corrosiva. Cuestiona pautas y modos de vida establecidos y catalogados como correctos. Y va más allá, duda de los afectos y los vínculos vitales, exalta con rabia los mecanismos mentales que nos reprimen e inhiben para establecer una convivencia armónica. Peligrosamente, esta serie nos hace dudar sobre la legitimidad o no de un hombre que ha traspasado la línea de la ética para situarse en la amoralidad más total. Nos pone en su lugar, para poder comprender su cruzada, sentir su dolor y su odio al prójimo. Tal es la postura difícil e irracional de aquel que se ha erigido como Némesis de sus semejantes, Dios Todopoderoso y justiciero sediento de sangre.
3 comentarios:
Buena pinta tiene la verdad
Habrá que descargarsela del EMULE, jejejeje
Efectiviwonder usuario anónimo.Así es como la vi yo. Merece la pena que la mula trabaje.
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