12 mayo 2007

Cómics: El Guerrero del Antifaz



UNIÓN DE TRONO Y ALTAR EN UN PAÍS GRISÁCEO

La relación que el poder político y religioso ha establecido a lo largo de la Historia es larga y casi tan vieja como el propio ser humano. Esta añeja alianza ha tenido su reflejo en obras de arte que, en muchos casos, sentaban los pilares fundamentales de las sociedades de cada época. Obras tan conocidas como el monasterio de San Lorenzo del Escorial, El Entierro del Señor de Orgaz o más recientes como la Vía de la Conciliación en Roma son solo algunos ejemplos.
Conviene señalar que no solo se puede observar la comunión entre trono-altar en las manifestaciones artísticas más típicas o tradicionales. El cómic denominado noveno arte, también puede ser un vehículo, mucho más rápido, útil y accesible para transmitir determinadas ideologías, valores y actitudes. Además, con la virtud añadida de haberse convertido en el siglo XX en un producto de consumo masivo y exponente máximo de la cultura popular.
“El Guerrero del Antifaz“ supuso un fenómeno, junto a otras creaciones que hizo de la historieta de aventuras un fenómeno inigualable en el Franquismo. Algunos autores entienden que “la historieta de humor escenifica el fracaso, la historieta sentimental la resignación y la historieta de aventuras el triunfo“ del Régimen. Por ello, nada mejor que manejar en su provecho todas las historietas a editar.




Historicamente Franco quiere desmarcarse de Falange y toda su parafernalia, no sucumbir a la tentación fascista. A partir de 1945 da un giro radical en su política acercándose al Catolicismo. Anterior a este momento, el catolicismo no había accedido a ninguna cota de poder pero ansiaba acercarse y veía con buenos ojos ese giro ideológico del Caudillo. Este acercamiento entre la Iglesia y el Estado franquista se verá rubricada con el concordato con la Santa Sede en 1953 con la voluntad “de consolidar el papel del catolicismo en la sociedad española y, al mismo tiempo, para refrendar y mostrar la confianza de la Iglesia respecto al franquismo “.
“El Guerrero del Antifaz“ aparece por vez primera en el año 1943, y no es ajeno a este contexto político. Creado por Manuel Gago, se mantiene en los kioscos más de veinte años consecutivos. Se ha especulado mucho sobre el alcance de la tirada, pero se cree que en sus mejores momentos llegó a superar el medio millón de ejemplares mensuales. Esta cifra se puede calificar de impresionante, teniendo en cuenta el periodo del que estamos hablando.
Por tanto, se puede decir que “la lectura de los tebeos movilizaba toda una compleja red de estrategias, comportamientos, ritos que, más allá de la ficción que contenían, incidía en la existencia cotidiana. (...) fomentaban la imaginación. (...) todo ello se producía en torno a un producto que, (...) se consumía en la más estricta intimidad. (...) pero luego las circunstancias, la precariedad de la economía familiar y los requerimientos de los amigos llevaban a compartir, a comentar, a intercambiar o a negociar el objeto de lectura “
El “ Guerrero” tuvo un éxito fulgurante desde su inicio. Gago fue capaz de plasmar los arquetipos del cuento de hadas clásico dentro del folletín del “Continuará“. Básicamente, la historieta se sitúa en el siglo XV, en pleno reinado de los Reyes Católicos. Sin embargo, toda la ambientación se corresponde más con un momento tardo-medieval de la Reconquista española. Todo comienza cuando la esposa del Conde de Roca es secuestrada por Alí Kan, un sanguinario jefezuelo árabe. Ocho meses después de este hecho, la condesa da a luz un niño a quien Alí Kan cree su hijo y como tal es educado. El niño crecerá y se distinguirá como un gran guerrero contra los cristianos. Pero un buen día, su madre le revela su verdadero linaje. Alí Kan les sorprende en ese momento, mata a la mujer y combate contra quien creía su hijo. Tras el combate, en el que el árabe queda malherido, el joven huye a refugiarse a territorio cristiano. Allí, intenta convencer al Conde de Roca de su identidad. Es rechazado y despreciado por todos, por tanto, decide ocultar su rostro tras un antifaz. Se convertirá en un luchador, “su obsesión será, además del combate contra los árabes, la rehabilitación de su nombre y la venganza definitiva contra Alí Kan “.
Con este hilo argumental, Gago es capaz a lo largo de toda la serie, de dar cohesión a la trama. Es cierto que abundan los anacronismos, pero lo más importante es que todo se subordine a la acción. Pues, anacrónico es el propio contexto. Se supone que los” moros” tan solo habitan en
Granada, sin embargo, en el cómic, son enemigos encarnizados, invasores deseosos de con
quistar territorios que no les son tan “desconocidos”.
Podríamos decir que hay una contradicción. El Estado franquista tuvo la colaboración de tropas naturales del Norte de África durante la Guerra Civil. A pesar de esto, se perciben en el subconsciente colectivo de la España de este período, resquicios de rencores medievales: el “moro” es un enemigo irreconciliable. El propio “Guerrero“, personaje principal de la historieta, es un “ matador impenitente de moros y moriscos “. Es un hombre que vive una continua cruzada, cuando éstas a tenor del contexto han finalizado hace más de doscientos años. Su uniforme luce una enorme cruz en el pecho que recuerda claramente su misión. Es un monje-soldado. En contraposición, los musulmanes serán identificados por medias lunas bien visibles.
En lo que se refiere al dibujo, evoluciona con el tiempo. La técnica del autor mejora, se diría que llega a ser magistral dentro de un estilo muy austero, si tenemos en cuenta la presión a la que está sometido para producir con más rapidez cada una de las viñetas. Sus formas revelan la clara influencia del cómic USA de los años 30-40 (muy claramente del naturalismo de Alex Raymond con “Flash Gordon“ ). Hay un trazado muy cuidadoso de la figura humana, con interés por mostrar anatomías estilizadas y elegantes. Aunque, sin duda, la característica más sobresaliente de la historieta es su dinamismo, el dominio por las escenas de acción y el dramatismo siempre bien resuelto por el autor. Hay también una preocupación por ajustar el texto a la narración gráfica, por narrar con claridad aunque, a veces, las localizaciones sean deficientes. En definitiva, por lograr un dominio del lenguaje de la historieta
El “Guerrero“ simbolizó en un principio, el deseo autárquico de tener unos héroes autóctonos “ que llevasen por el mundo el modo de ser español, sus comportamientos y reacciones humanas “. Va a ser un modelo a imitar según la Junta Asesora de la Prensa Infantil, el nuevo Cid encarnando el espíritu nacional de la Nueva España.
Es difícil saber que hubiera hecho Gago en condiciones mejores de trabajo y libertad. Pero leyendo su obra, se llega a entrever el clima moral, los modelos educativos, con un pueblo sometido y finalmente integrado a la fuerza en un nuevo modelo de Estado.
Este modelo, de la mano del poder civil y religioso, dictaminará las pautas a seguir según su capricho. El Régimen, de larga vida, irá evolucionando y adoptando otros modelos sociales. En los años 60, se entenderá por parte de los censores católicos que lo encumbraron como estandarte, que el “Guerrero“ es subversivo por una excesiva violencia e insinuación de desnudeces. Se presionará a Gago para que cambie al personaje y éste abandona hastiado después de tantos años de censura.
Una vez más, Iglesia y Estado se unen para imponer una forma de vivir y de pensar. Es un hecho claro que la alianza de poderes impuso unos argumentos, temáticas y estéticas específicas en los cómics de la época (claramente visibles en el caso del Guerrero), articulando una serie de mecanismos de control y censura férreos durante un largo periodo de tiempo. Cuando la obra ya no satisfacía sus intereses, fue declarada non grata y posteriormente eliminada.
En conclusión, podemos estar seguros de una cosa: la obra pertenece al tiempo que le tocó vivir y en eso no es diferente de otras obras de arte. Con frecuencia, el arte ligado o identificado a los totalitarismos permanece por largo tiempo sumido en el desprestigio y el silencio. “El Guerrero del Antifaz” y otras obras coetáneas son para una generación de españoles la “sombra de un pasado inconcebible “. Simplemente recuerdos de una España gris. Afortunadamente, este estigma está siendo superado poco a poco. Se debe reivindicar el disfrute y estudio de estas obras con espíritu crítico y entusiasmo, dejando claro cuál fue el contexto en el que fueron concebidas. Estos cómics, a los ojos de muchos, insignificantes, tuvieron una relevancia irrepetible y es por eso que no deben ignorarse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

buena reflexion

Anónimo dijo...

a más de uno de esta mugrienta derechona ya le gustaría volver al país de gris que usted cuenta