20 julio 2007

Cómics: Paracuellos


Merecía la pena comentar un acontecimiento tan significativo e importante como éste. La reedición absoluta en un solo volumen de la serie "Paracuellos" de Carlos Gímenez. ¿Razones del alborozo?. Evidentemente muchas y variadas. Y todas de mucho peso.
Primeramente porque esta obra realizada a lo largo de más de veinte años y publicada en formato album representa sin lugar a dudas un punto de ruptura dentro del Cómic como medio de expresión artística. La conceptualización que su autor hace, a medio camino entre el testimonio y la biografía, entre el recuerdo y la ficción realista, es de un virtuosismo y de un rigor que para sí ya lo quisieran historiadores e investigadores de aquel periodo histórico de nuestro país. Vamos, que se aprende más que con muchos ensayos catalogados como "rigurosos".
Segundo, porque aunque no lo he dicho, "Paracuellos" es la crónica fidedigna y exacta del autor y de otras personas que tuvieron la desgracia de pasar su infancia en diversos centros de Auxilio Social de la Falange desde nuestra cruda postguerra pasando por aquel Franquismo autarquico nacional-catolicista de piñón fijo que sumió a nuestro país en el más vil subdesarrollo.
Tercero, la obra es una oportunidad de degustar de un plumazo la evolución estilística (uso del blanco y negro, distensión dramática de las viñetas, secuencialidad y acción, etc..) de su autor y su complejidad dramática. Gimenez no escatima en reflejar con su genialidad habitual (no en vano hablamos de uno de los grandes nombres del Noveno Arte en nuestro país) la dureza, la desilusión, el desencanto y las humillaciones de una infancia perdida. Sin embargo, también decide (y con buen criterio además) agarrarse a lo que es inevitable cuando los seres humanos nos vemos inmersos en el naufragio y el abandono: la ilusión. Una ilusión que los niños protagonistas del relato jamás perderán. No importa el grado de desamparo y violencia. Siempre habrá una luz: la visita de la madre, el amigo cómplice, el juego, la comida, los tebeos, el valor de la nada que nos hace felices allí donde la ética perdió su nombre.
Finalmente, quien esto escribe cree que es de justicia que se reconozca (más si cabe) una obra de estas características. Es más, entiendo que contiene todos los ingredientes artísticos, temáticos y éticos suficientes para convertirla en patrimonio de obligada lectura en todos los centros educativos. Seguramente, acabaríamos de un plumazo con muchas polémicas absurdas y manipulaciones bastardas sobre cuestiones que no tienen lugar allá donde se respeta la memoria, el perdón y la reconciliación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

UNa obra maestra si señor...

Anónimo dijo...

estoy de acuerdo