DESTINO ERRANTE
A lo largo de la Historia la búsqueda de la felicidad, de ese lugar ideal llamado Paraíso, ha llevado a los hombres a alcanzar sus ilusiones. Aunque también ha acarreado sinsabores y tragedias irreparables. Se podría incluso asegurar que cada hombre, en su empeño loable de lograr ser feliz ha llegado a encontrar el mismo infierno. Sin embargo, no solo de esta maravillosa búsqueda nos habla la última película de Sean Penn como director. “Hacia rutas salvajes” (2007) es más que eso.
Principalmente podríamos decir que asistimos indudablemente a uno de los filmes más sorprendentes del último lustro (siempre hablando del cine más vinculado al mainstream). Un filme que es antes que cualquier cosa un relato fascinante. Por tanto, más destacado por lo que cuenta que por cómo lo cuenta. Posee una intensidad inigualable desde el apartado dramático. No en vano está basado en el estupendo libro de Jon Krakauer sobre la aventura tremenda del joven Christopher McCandless. La narración del jovenzuelo errante que tras finalizar sus estudios decide abandonarlo todo y buscar la plenitud existencial en la naturaleza salvaje.
A pesar de la potencia literaria hay poderío en sus imágenes. Subyace en cada secuencia la idea del viaje como alimento, del movimiento como odisea íntimamente ligada al alma. Es, por tanto, la travesía implacable de quien vive (o sufre por fortuna) una revolución espiritual que empuja hacia el anhelo estético y el frenesí individual.
Hay también belleza, desencanto amargura, asombro, fascinación y vitalidad exuberante a borbotones. Sean Penn logra hechizarnos con una narración discontinua que entrelaza diversos ejes temporales. Y en cada uno de ellos, la emoción de unos idílicos planos cuyo infinito horizonte anuncia la utopía inalcanzable. Así, poco a poco termina dibujando con todos sus niveles, aristas y complejidades, el alma errante de un hombre. Hay en este filme mucho del cine de Terrence Malick por aquello de captar sin complejos la naturaleza tribal y primitiva del hombre en escenarios paradisíacos. Pero también literatura hermosa. Radical y elocuente como la de Thoreau o Jack London. Hay romanticismo como en los lienzos de Friedrich. Hay arte en definitiva. Hay vida. Tal vez porque el hombre sea, igual que ayer, tan insignificante o más al situarse junto a la naturaleza salvaje. ¿Será posible transitar territorios tan inhóspitos en estos días de la virtualidad en que todo se pixela? Ojalá que si.
En conclusión, un filme absolutamente indispensable de un cineasta que, pese a lo escaso de su obra, promete maravillarnos en el futuro con propuestas intensas e inquietudes sustanciosas. Un filme, cuyo poder radica en la convicción de una vida nueva. Una vida que cuenta con emoción e intensidad los sueños de juventud y el dolor lacerante de la existencia quebrada y posteriormente redimida por la fuerza del camino. Que muestra la fuerza de vivir al límite (en los márgenes, en la marginalidad) con menos de lo necesario, cual asceta de la modernidad (hace hincapié más en “ser” que en “tener” y se agradece). “Hacia rutas salvajes” nos hace sentir el "verde" en su estado primigenio, el eco de las piedras, la frialdad del agua y la aspereza de la tierra abrazando la soledad y la propia sombra hasta el fin.
A lo largo de la Historia la búsqueda de la felicidad, de ese lugar ideal llamado Paraíso, ha llevado a los hombres a alcanzar sus ilusiones. Aunque también ha acarreado sinsabores y tragedias irreparables. Se podría incluso asegurar que cada hombre, en su empeño loable de lograr ser feliz ha llegado a encontrar el mismo infierno. Sin embargo, no solo de esta maravillosa búsqueda nos habla la última película de Sean Penn como director. “Hacia rutas salvajes” (2007) es más que eso.
Principalmente podríamos decir que asistimos indudablemente a uno de los filmes más sorprendentes del último lustro (siempre hablando del cine más vinculado al mainstream). Un filme que es antes que cualquier cosa un relato fascinante. Por tanto, más destacado por lo que cuenta que por cómo lo cuenta. Posee una intensidad inigualable desde el apartado dramático. No en vano está basado en el estupendo libro de Jon Krakauer sobre la aventura tremenda del joven Christopher McCandless. La narración del jovenzuelo errante que tras finalizar sus estudios decide abandonarlo todo y buscar la plenitud existencial en la naturaleza salvaje.
A pesar de la potencia literaria hay poderío en sus imágenes. Subyace en cada secuencia la idea del viaje como alimento, del movimiento como odisea íntimamente ligada al alma. Es, por tanto, la travesía implacable de quien vive (o sufre por fortuna) una revolución espiritual que empuja hacia el anhelo estético y el frenesí individual.
Hay también belleza, desencanto amargura, asombro, fascinación y vitalidad exuberante a borbotones. Sean Penn logra hechizarnos con una narración discontinua que entrelaza diversos ejes temporales. Y en cada uno de ellos, la emoción de unos idílicos planos cuyo infinito horizonte anuncia la utopía inalcanzable. Así, poco a poco termina dibujando con todos sus niveles, aristas y complejidades, el alma errante de un hombre. Hay en este filme mucho del cine de Terrence Malick por aquello de captar sin complejos la naturaleza tribal y primitiva del hombre en escenarios paradisíacos. Pero también literatura hermosa. Radical y elocuente como la de Thoreau o Jack London. Hay romanticismo como en los lienzos de Friedrich. Hay arte en definitiva. Hay vida. Tal vez porque el hombre sea, igual que ayer, tan insignificante o más al situarse junto a la naturaleza salvaje. ¿Será posible transitar territorios tan inhóspitos en estos días de la virtualidad en que todo se pixela? Ojalá que si.
En conclusión, un filme absolutamente indispensable de un cineasta que, pese a lo escaso de su obra, promete maravillarnos en el futuro con propuestas intensas e inquietudes sustanciosas. Un filme, cuyo poder radica en la convicción de una vida nueva. Una vida que cuenta con emoción e intensidad los sueños de juventud y el dolor lacerante de la existencia quebrada y posteriormente redimida por la fuerza del camino. Que muestra la fuerza de vivir al límite (en los márgenes, en la marginalidad) con menos de lo necesario, cual asceta de la modernidad (hace hincapié más en “ser” que en “tener” y se agradece). “Hacia rutas salvajes” nos hace sentir el "verde" en su estado primigenio, el eco de las piedras, la frialdad del agua y la aspereza de la tierra abrazando la soledad y la propia sombra hasta el fin.
FICHA TÉCNICA:
Dirección: Sean Penn.País: USA.Año: 2007.Duración: 140 min.Género: Biopic, drama, aventuras.Interpretación: Emile Hirsch (Christopher McCandless), Marcia Gay Harden (Billie McCandless), William Hurt (Walt McCandless), Jena Malone (Carine McCandless), Catherine Keener (Jan Burren), Hal Holbrook (Ron Franz), Kristen Stewart (Tracy), Vince Vaughn (Wayne Westerberg), Brian Dierker (Rainey).Guión: Sean Penn; basado en el libro "Hacia rutas salvajes" de Jon Krakauer.Producción: Sean Penn, Art Linson y Bill Pohlad.Música: Eddie Vedder, Michael Brook y Kaki King.Fotografía: Eric Gautier.Montaje: Jay Cassidy.Diseño de producción: Derek R. Hill.Vestuario: Mary Claire Hannan.
7 comentarios:
UNa delicia de post,creo que el filme es emocionante pero le falta algo para ser obra maestra inolvidable
lloramos como tontos viendo esta peli sr. silverman
Voy a verla próximamente...ya comentaré que me pareció. Por esta crítica promete.
magistral Beatriz, te aconsejo que la veas pronto porque te va a revelar un montón de cosas importantes
Hola silverman!
Pues últimamente si que estoy viendo mejor cine..
Este domingo, Madrid....el reencuentro con dieguito!!! jeje
pd:tengo grabado el cd q te prometiiii
Besos!!
Por cierto, anoche vi un clásico del cine español.."La cabina", me gusto mucho :)
besoss
Te veo que ultimamente estás viendo cosas muy buenas. Sigue así.
Publicar un comentario