PIELES DISTINTAS, HOMBRES IGUALES
Es posible que el cine, hoy más que nunca, se acerque a la realidad con ojos nuevos y libres de prejuicios. Sin embargo, hubo un cine perteneciente a un pasado no muy lejano en que la realidad, por la fuerza de un contexto opresivo, era camuflada y reivindicada en envoltorios de entretenimiento. Simplemente habría que rascar y buscar esa segunda piel que alberga el mensaje clave. La lista de filmes sería larga y entre todos estos ellos figuraría con letras de oro “En el calor de la noche” (1967) de Norman Jewison.
Tiene este filme la enorme e innegable virtud de envolvernos en una trama, más o menos atractiva, sobre el asesinato en un pequeño pueblo del sur de los Estados Unidos y la búsqueda del culpable de tan deleznable acto. Pero la utilización del verbo “envolver” no es gratuita. Bajo la capa del thriller, del misterio y del noir subyace una metáfora certera sobre las tensiones raciales y las desigualdades sociales que asolaban muchos lugares de los EEUU. La segregación racial en este país y especialmente en los estados del sur donde los derechos de los ciudadanos de color eran poco menos que inexistentes. Este es el corazón verdadero de un filme clave de la década de los 60.
La realidad de las imágenes de Jewison desvela un deseo en cada uno de sus claustrofóbicos planos. A saber, una suerte de juego de tensiones y dramas, en el que las figuras, bailan incapaces de moverse en un ambiente opresivo y cuyo único escape es el contraplano de su opuesto. En medio de este juego cruel que representa el pensamiento y la percepción de un mundo indeseable se mueve el filme. Poco nos importa quién asesinó a quién. Solamente queremos saber si el poli blanco (Rod Steiger) y el poli negro (Sydney Poitier) llegarán a entenderse. Que el racismo y las limitaciones intelectuales del primero le dejarán comprender al “otro”. Y que la inteligencia y la soberbia del segundo no deben convertirle en un nuevo verdugo que reproduzca nuevos modelos de opresión. Hay un choque de contrarios, quizás el Ku-klux-klan y los Panteras Negras como sujetos de la dramaturgia. Y sus radicales convicciones tendrán que ir asimilando que el entendimiento es la salida, y que es la ciudadanía la que sale ganando. Sobre todo si aunando esfuerzos se encuentra a un asesino.
Es en fin, un filme durísimo y cruel. De una atmósfera realmente áspera pues transmite con su puesta en escena un mundo atroz. Y es curioso que su dureza sea aún más destacable cuando el filme es ubicado en su contexto. O lo que es lo mismo, un año después de su estreno (y a pesar de su rotundo éxito) serían asesinados Robert Kennedy y Martin Luther King. Y ya éste último había pronunciado en 1963 su célebre discurso “Tengo un sueño” en el que se aventuraba a diseñar una nación nueva en que imperase la igualdad entre sus ciudadanos tal y como reza su credo fundacional.
Hay un cierto cine metafórico que no fue bien entendido (o descifrado) en su momento aunque ahora tratemos de glorificarlo. Por ello, a pesar de los hermanos Kennedy, de Luther King y del mismísimo Lincoln el cine debe hacer justicia a estas voces elaborando filmes más reales y contundentes en el que no se disimulen las cuestiones esenciales y afloren los conflictos para poder ser resueltos. ¿O no?
Es posible que el cine, hoy más que nunca, se acerque a la realidad con ojos nuevos y libres de prejuicios. Sin embargo, hubo un cine perteneciente a un pasado no muy lejano en que la realidad, por la fuerza de un contexto opresivo, era camuflada y reivindicada en envoltorios de entretenimiento. Simplemente habría que rascar y buscar esa segunda piel que alberga el mensaje clave. La lista de filmes sería larga y entre todos estos ellos figuraría con letras de oro “En el calor de la noche” (1967) de Norman Jewison.
Tiene este filme la enorme e innegable virtud de envolvernos en una trama, más o menos atractiva, sobre el asesinato en un pequeño pueblo del sur de los Estados Unidos y la búsqueda del culpable de tan deleznable acto. Pero la utilización del verbo “envolver” no es gratuita. Bajo la capa del thriller, del misterio y del noir subyace una metáfora certera sobre las tensiones raciales y las desigualdades sociales que asolaban muchos lugares de los EEUU. La segregación racial en este país y especialmente en los estados del sur donde los derechos de los ciudadanos de color eran poco menos que inexistentes. Este es el corazón verdadero de un filme clave de la década de los 60.
La realidad de las imágenes de Jewison desvela un deseo en cada uno de sus claustrofóbicos planos. A saber, una suerte de juego de tensiones y dramas, en el que las figuras, bailan incapaces de moverse en un ambiente opresivo y cuyo único escape es el contraplano de su opuesto. En medio de este juego cruel que representa el pensamiento y la percepción de un mundo indeseable se mueve el filme. Poco nos importa quién asesinó a quién. Solamente queremos saber si el poli blanco (Rod Steiger) y el poli negro (Sydney Poitier) llegarán a entenderse. Que el racismo y las limitaciones intelectuales del primero le dejarán comprender al “otro”. Y que la inteligencia y la soberbia del segundo no deben convertirle en un nuevo verdugo que reproduzca nuevos modelos de opresión. Hay un choque de contrarios, quizás el Ku-klux-klan y los Panteras Negras como sujetos de la dramaturgia. Y sus radicales convicciones tendrán que ir asimilando que el entendimiento es la salida, y que es la ciudadanía la que sale ganando. Sobre todo si aunando esfuerzos se encuentra a un asesino.
Es en fin, un filme durísimo y cruel. De una atmósfera realmente áspera pues transmite con su puesta en escena un mundo atroz. Y es curioso que su dureza sea aún más destacable cuando el filme es ubicado en su contexto. O lo que es lo mismo, un año después de su estreno (y a pesar de su rotundo éxito) serían asesinados Robert Kennedy y Martin Luther King. Y ya éste último había pronunciado en 1963 su célebre discurso “Tengo un sueño” en el que se aventuraba a diseñar una nación nueva en que imperase la igualdad entre sus ciudadanos tal y como reza su credo fundacional.
Hay un cierto cine metafórico que no fue bien entendido (o descifrado) en su momento aunque ahora tratemos de glorificarlo. Por ello, a pesar de los hermanos Kennedy, de Luther King y del mismísimo Lincoln el cine debe hacer justicia a estas voces elaborando filmes más reales y contundentes en el que no se disimulen las cuestiones esenciales y afloren los conflictos para poder ser resueltos. ¿O no?
FICHA TÉCNICA:
Título Oríginal: In the Heat of the Night Año: 1967 Duración: 109 min. Director: Norman Jewison Guión: Stirling Silliphant (Novela: John Ball) Música: Quincy Jones Fotografía: Haskell Wexler Reparto: Sidney Poitier, Rod Steiger, Warren Oates, Lee Grant, Quentin Dean, James Patterson, Matt Clark, Scott Wilson
2 comentarios:
impresionante, una leccion de cine
tan cierto como que hay un Dios
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