13 septiembre 2008

POSTALES USA: Strand, un paraíso para lectores



Entre Broadway avenue y la 12th encontramos Strand. A primera vista, quién no haya escuchado jamás ese nombre difícilmente reaccionará. Pero los que hemos tenido la fortuna de conocer que Strand es, con muchísima diferencia, la mayor librería del mundo nos embargará un sentimiento de felicidad duradero.
Strand no es grande, es gigante. No tiene una planta inmensa y laberíntica por la que puedes deambular buscando ese libro descatalogado que ya no encontrarás en ningún lugar. No, Strand tiene 4 plantas completas y un sótano en el que literalmente te pierdes.
Estará de más decir que Strand ofrece el catálogo más denso de libros nuevos, usados, raros u otras especies bibliográficas. Diré, y es otra obviedad, que todo lo que vende, es mucho más barato que en Europa. Repito, mucho más barato.
Allí de entrada te buscas la vida. Puedes preguntar por el escritor o escritora que quieras pero el libro lo buscas tú. Ese es el reto y el sabor especial. El reto de encontrar entre tanto maremagno de libros, aquel que has seleccionado para comprar. Doy fe que el desafío es duro, sobre todo cuando necesitas una escalera para alcanzar las estanterías superiores (a mas de 3 metros de altura). En las nubes de la Literatura, te balanceas y haces malabarismo. Al fin, el libro por el que te has estado jugando la vida (y que ni siquiera es para ti) aparece ante tus ojos. Lo consigues. Pero, ¡ojo! Esto es como en el Himalaya, alcanzar la cima es parte del objetivo, luego hay que descender. Strand es el Everest de los lectores. Un chute de placer: horizonte de lomos de libros ante ti. No hay nada igual.
Pasado el tiempo, una hora más o menos, Strand comienza a ejercer una influencia perniciosa en los visitantes que no son neoyorquinos. Esto es, una suerte de alucinaciones. Las estanterías se te hacen más altas, los pasillos infinitos y los libros que te gustan se multiplican por 100. Se le llama “mal de Strand”. Sus síntomas son los siguientes: cansancio, empequeñecimiento, incapacidad de juicio o elección y finalmente coma temporal (en los casos leves) o permanente. Solo hay una vacuna contra este virus fatal: salir del establecimiento desde que se sienten los primeros síntomas o arriesgarse a vegetar por siempre entre las letras apasionantes de algún añorado autor. No digo nombres de ninguno, pienso en todos.
Y al fin, abrumado y feliz, loco alucinado, con un puñado de libros bajo el brazo y camino del Empire State, te dices bien alto y claro que hay otra razón para volver a esta ciudad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eres grande entre los grandes

Diego Ojeda dijo...

Ahí va...
http://diegoojedacantautor.blogspot.com/

; )

Me ha transportado el texto de strand... imagenes...