LA REBELIÓN DEL “VERDE”
Dicen los entendidos del cine que M. Night Shyamalan es uno de los cineastas más indiscutibles de la actualidad. Que su cine es fiel reflejo de las inquietudes y anhelos de la sociedad globalizada. Que él, como nadie, simboliza esa búsqueda del hombre en pos de lo sagrado en medio del vacío y la inmediatez. Sin embargo, a pesar de no compartir el entusiasmo y la opinión de los expertos, habrá que decir que el último filme de Shyamalan “El incidente” (2008) es por lo menos entretenido. Si más calificativos ni ambiciones. Y en ese entretenimiento hay por lo menos una serie de cuestiones a valorar.
Entre las cuestiones positivas “El incidente” revive, con todas sus palabras, la serie B de los años 50 y 60. Filmes de bajo presupuesto que bajo el manto de la Guerra Fría avisaban de un posible cataclismo nuclear en forma de extraterrestres benévolos (véanse títulos tan sugerentes como “Ultimátum a la tierra” (1951) de Robert Wise o invasiones alienígenas de estirpe ¿comunista? (ver filmes como “El pueblo de los malditos” (1960) de Wolf Rilla). El atractivo planteamiento que describe el despertar de la naturaleza para rebelarse contra todos los seres humanos por causa del maltrato al que éstos tienen sometido al planeta. Una suerte de “rebelión verde” en la que Shyamalan explora las posibilidades de un Apocalipsis global diseccionando emociones e ideas, reforzando vínculos íntimos y enfrentando a cada uno de sus personajes con la certeza del fin. De fondo, el problema del Calentamiento Global y el Cambio Climático como conflictos del nuevo milenio y la amenaza que puede caer sobre la humanidad si ésta no se moviliza para encontrar la solución.
El manejo del ritmo es esencialmente óptimo. Bien es cierto, que el clímax más prolongado se encuentra al principio del filme (cuando la gente comienza a suicidarse) y luego uno se pasa el tiempo anhelando instantes de aquella magnitud. El conciso metraje del filme (escasa hora y media) anuncia una explosión (¿emocional? ¿física?) que no se produce. Algo decepcionante. Esa es la verdad.
Entre las cuestiones negativas, aparte de una falta de diversificación entre la tensión y la distensión, encontramos un filme plano en lo que se refiere al drama. Me explico, el objetivo de la cámara de Shyamalan no es el cuerpo humano ni su rostro. El objetivo parece ser el “verde asesino” entre seres conflictivos y contradictorios. Seres débiles y dependientes de una tecnología que ni garantiza la felicidad n proporciona la inmunidad ante el desastre. Sin embargo, faltan argumentos. Quizás la humanización de una naturaleza a la vez que la deshumanización humana.
Antes que Shyamalan otros han explorado hipótesis de índole semejante. Sin ir más lejos, el cómic, vilipendiado en algunos sectores de la “alta cultura” tuvo en el guionista británico Alan Moore uno de los adalides ecologistas más impresionantes. Su trayectoria en el coleccionable de “La Cosa del Pantano” en los años 80 supuso un punto de ruptura repleto de referencias, teorías y narraciones reales y ficticias. Moore reinventó al monstruo de la DC y lo puso en el centro de sus historias para que los lectores reflexionaran cómo la Tierra crea sus propios monstruos. Todo eso sin carecer de aliento lírico y unas cotas dramáticas insuperables. Igual a Shyamalan, a quien tildan de virtuoso y visionario, le convendría echar un vistazo a aquellas inolvidables viñetas.
Dicen los entendidos del cine que M. Night Shyamalan es uno de los cineastas más indiscutibles de la actualidad. Que su cine es fiel reflejo de las inquietudes y anhelos de la sociedad globalizada. Que él, como nadie, simboliza esa búsqueda del hombre en pos de lo sagrado en medio del vacío y la inmediatez. Sin embargo, a pesar de no compartir el entusiasmo y la opinión de los expertos, habrá que decir que el último filme de Shyamalan “El incidente” (2008) es por lo menos entretenido. Si más calificativos ni ambiciones. Y en ese entretenimiento hay por lo menos una serie de cuestiones a valorar.
Entre las cuestiones positivas “El incidente” revive, con todas sus palabras, la serie B de los años 50 y 60. Filmes de bajo presupuesto que bajo el manto de la Guerra Fría avisaban de un posible cataclismo nuclear en forma de extraterrestres benévolos (véanse títulos tan sugerentes como “Ultimátum a la tierra” (1951) de Robert Wise o invasiones alienígenas de estirpe ¿comunista? (ver filmes como “El pueblo de los malditos” (1960) de Wolf Rilla). El atractivo planteamiento que describe el despertar de la naturaleza para rebelarse contra todos los seres humanos por causa del maltrato al que éstos tienen sometido al planeta. Una suerte de “rebelión verde” en la que Shyamalan explora las posibilidades de un Apocalipsis global diseccionando emociones e ideas, reforzando vínculos íntimos y enfrentando a cada uno de sus personajes con la certeza del fin. De fondo, el problema del Calentamiento Global y el Cambio Climático como conflictos del nuevo milenio y la amenaza que puede caer sobre la humanidad si ésta no se moviliza para encontrar la solución.
El manejo del ritmo es esencialmente óptimo. Bien es cierto, que el clímax más prolongado se encuentra al principio del filme (cuando la gente comienza a suicidarse) y luego uno se pasa el tiempo anhelando instantes de aquella magnitud. El conciso metraje del filme (escasa hora y media) anuncia una explosión (¿emocional? ¿física?) que no se produce. Algo decepcionante. Esa es la verdad.
Entre las cuestiones negativas, aparte de una falta de diversificación entre la tensión y la distensión, encontramos un filme plano en lo que se refiere al drama. Me explico, el objetivo de la cámara de Shyamalan no es el cuerpo humano ni su rostro. El objetivo parece ser el “verde asesino” entre seres conflictivos y contradictorios. Seres débiles y dependientes de una tecnología que ni garantiza la felicidad n proporciona la inmunidad ante el desastre. Sin embargo, faltan argumentos. Quizás la humanización de una naturaleza a la vez que la deshumanización humana.
Antes que Shyamalan otros han explorado hipótesis de índole semejante. Sin ir más lejos, el cómic, vilipendiado en algunos sectores de la “alta cultura” tuvo en el guionista británico Alan Moore uno de los adalides ecologistas más impresionantes. Su trayectoria en el coleccionable de “La Cosa del Pantano” en los años 80 supuso un punto de ruptura repleto de referencias, teorías y narraciones reales y ficticias. Moore reinventó al monstruo de la DC y lo puso en el centro de sus historias para que los lectores reflexionaran cómo la Tierra crea sus propios monstruos. Todo eso sin carecer de aliento lírico y unas cotas dramáticas insuperables. Igual a Shyamalan, a quien tildan de virtuoso y visionario, le convendría echar un vistazo a aquellas inolvidables viñetas.
FICHA TÉCNICA:
Dirección y guión: M. Night Shyamalan.Países: USA e India.Año: 2008.Duración: 91 min.Género: Drama, thriller.Interpretación: Mark Wahlberg (Elliot Moore), Zooey Deschanel (Alma Moore), John Leguizamo (Julian), Betty Buckley (Sra. Jones), Ashlyn Sanchez (Jess), Spencer Breslin (Josh), Frank Collison, Victoria Clark, Alan Ruck, Robert Bailey Jr. (Jared).Producción: Sam Mercer, Barry Mendel y M. Night Shyamalan.Música: James Newton Howard.Fotografía: Tak Fujimoto.Montaje: Conrad Buff.Diseño de producción: Jeannine Oppewall.Vestuario: Betsy Heimann.
3 comentarios:
opino lo mismo, la verdad es que como Alan Moore poquito
algo increible. La peli es ciertamente floja. este Shyamalan es un bluff de ciudado. Ha vendido la moto del autor pero en el fondo es un artesanillo
Por lo que leo, eStá claro que Silverman prefiere "La Cosa del Pantano" que "El Incidente"
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