UN MUNDO DE COLOR ROSA
Hay un cierto cine de ficción que pretende retornar al clasicismo narrativo, a viejas historias de siempre, sin renunciar a un envoltorio visual más moderno. Más de su tiempo. Esta ambición o anhelo podríamos calificarlo como algo deseable aunque en el cine, al igual que en el arte y en la vida, intentar, desear y querer cosas es distinto a lograr o conseguir esos objetivos previamente trazados. Esto es justamente lo que pasa con la celebérrima y multipremiada “Slumdog Millionaire” (2008) de Danny Boyle.
Las sensaciones que despierta el visionado de esta película son, a todas luces, negativas. Por un lado, Danny Boyle, que albergaba filmes de cierto interés, recuerdo con deleite aquella maravilla titulada “Trainspotting” (1996), realiza una especie de cuento de hadas ambientado en la India. No es una historia distinta de amor, de superación o de escalada social. Se trata de un “cuento de siempre” aderezado por un componente visual tremendamente atractivo por los prodigios del montaje y la acentuación que sobre el exotismo hindú y toda su gama de colores e iluminación realizan sus autores. Ahora bien, cabe preguntarse en estos tiempos de la globalización por qué dar una imagen tan alejada de la realidad. ¿Por qué idealizar la miseria atroz y profunda que existe en la India? Boyle opta por el engaño, por la magia, por no cuestionar seriamente la encrucijada histórica de un país cuyos índices de pobreza harían temblar al más despiadado. Prefiere el sujeto al objeto, cierra los ojos y pinta de rosa un mundo descontrolado.
Por otro lado, habrá espectadores y cinéfilos que justificarán estas elecciones éticas en beneficio del arte. Es decir, no todo el cine (¡Dios me libre!) debe estar hecho para denunciar o advertir sobre las injusticias. Todo lo contrario, “Slumdog millionaire” corrobora la tesis propia de la civilización del ocio. Es decir, que en este vaivén cotidiano de sufrimiento (trabajo, familia, enfermedades, pobreza, guerras, etc.) debe haber un cine de evasión, de escape, una suerte de anestesia a la que religiosamente nos agarramos para olvidar los telediarios. Si este fue el objetivo, bienvenido sea. Misión cumplida.
No será quien esto escribe quien le regatee sus innegables virtudes pese a esos defectos de forma y contenido. Por ejemplo, la reconstrucción narrativa a partir de flash-backs que nos retrotraen al pasado del joven protagonista y a aquellos momentos clave de su vida íntimamente relacionada con las preguntas y respuestas del concurso “¿Quiere ser millonario?”. Sin olvidar, lo bien que están sus jovencísimos actores. Ahora bien, más allá de amoríos y romanticismos vacuos para la satisfacción de los pudientes hay algo que no se me quita de la cabeza. Esto es, el concepto terrible que para ser alguien hay que salir en la televisión. La búsqueda de la fama fácil y el dinero sin esfuerzo aparente son preocupantes. A Danny Boyle se le ha olvidado tratar estos asuntos con más cuidado y menos confusión. Por más que en Hollywood hayan aplaudido este cuentito hay filmes que el olvido arrastra con facilidad pese a sus buenas intenciones. Una pena.
Hay un cierto cine de ficción que pretende retornar al clasicismo narrativo, a viejas historias de siempre, sin renunciar a un envoltorio visual más moderno. Más de su tiempo. Esta ambición o anhelo podríamos calificarlo como algo deseable aunque en el cine, al igual que en el arte y en la vida, intentar, desear y querer cosas es distinto a lograr o conseguir esos objetivos previamente trazados. Esto es justamente lo que pasa con la celebérrima y multipremiada “Slumdog Millionaire” (2008) de Danny Boyle.
Las sensaciones que despierta el visionado de esta película son, a todas luces, negativas. Por un lado, Danny Boyle, que albergaba filmes de cierto interés, recuerdo con deleite aquella maravilla titulada “Trainspotting” (1996), realiza una especie de cuento de hadas ambientado en la India. No es una historia distinta de amor, de superación o de escalada social. Se trata de un “cuento de siempre” aderezado por un componente visual tremendamente atractivo por los prodigios del montaje y la acentuación que sobre el exotismo hindú y toda su gama de colores e iluminación realizan sus autores. Ahora bien, cabe preguntarse en estos tiempos de la globalización por qué dar una imagen tan alejada de la realidad. ¿Por qué idealizar la miseria atroz y profunda que existe en la India? Boyle opta por el engaño, por la magia, por no cuestionar seriamente la encrucijada histórica de un país cuyos índices de pobreza harían temblar al más despiadado. Prefiere el sujeto al objeto, cierra los ojos y pinta de rosa un mundo descontrolado.
Por otro lado, habrá espectadores y cinéfilos que justificarán estas elecciones éticas en beneficio del arte. Es decir, no todo el cine (¡Dios me libre!) debe estar hecho para denunciar o advertir sobre las injusticias. Todo lo contrario, “Slumdog millionaire” corrobora la tesis propia de la civilización del ocio. Es decir, que en este vaivén cotidiano de sufrimiento (trabajo, familia, enfermedades, pobreza, guerras, etc.) debe haber un cine de evasión, de escape, una suerte de anestesia a la que religiosamente nos agarramos para olvidar los telediarios. Si este fue el objetivo, bienvenido sea. Misión cumplida.
No será quien esto escribe quien le regatee sus innegables virtudes pese a esos defectos de forma y contenido. Por ejemplo, la reconstrucción narrativa a partir de flash-backs que nos retrotraen al pasado del joven protagonista y a aquellos momentos clave de su vida íntimamente relacionada con las preguntas y respuestas del concurso “¿Quiere ser millonario?”. Sin olvidar, lo bien que están sus jovencísimos actores. Ahora bien, más allá de amoríos y romanticismos vacuos para la satisfacción de los pudientes hay algo que no se me quita de la cabeza. Esto es, el concepto terrible que para ser alguien hay que salir en la televisión. La búsqueda de la fama fácil y el dinero sin esfuerzo aparente son preocupantes. A Danny Boyle se le ha olvidado tratar estos asuntos con más cuidado y menos confusión. Por más que en Hollywood hayan aplaudido este cuentito hay filmes que el olvido arrastra con facilidad pese a sus buenas intenciones. Una pena.
FICHA TÉCNICA:
Dirección: Danny Boyle.País: Reino Unido.Año: 2008.Duración: 120 min.Género: Drama, comedia, romance.Interpretación: Dev Patel (Jamal Malik), Freida Pinto (Latika), Madhur Mittal (Salim), Anil Kapoor (Prem Kumar), Irrfan Khan (inspector de policía).Guión: Simon Beaufoy; basado en la novela "Q & A" de Vikas Swarup.Producción: Christian Colson.Música: A.R. Rahman.Fotografía: Anthony Dod Mantle.Montaje: Chris Dickens.Diseño de producción: Mark Digby.Vestuario: Suttirat Anne Larlarb.
3 comentarios:
Me ha parecido una crítica excesivamente dura la que has escrito. Es verdad que no es ninguna obra maestra pero tiene cosas intersantes que por lo menos has destacado en la crítica. Para mi lo mejor ha sido el montaje, la fotografía y la música. Y sí es una peli tipo cuento de hadas entretenida, aunque a mi la historia de amor entre la pareja protagonista no me gustó del todo porque la ví un poco irreal, aunque verdaderamente todo en sí es irreal en la película, como he dicho antes, un cuento. Y al fin y al cabo, ¿el cine no nos proporciona cuentos?
Tengo que respaldar a Silvermann y reafirmar su dura -y creo que una vez más acertada- crítica. Antes que nada, totalmente de acuerto con el salto de 180% que dio Boyle desde Trainspotting (peliculón y crudo libro de Irving Welsh).¿Qué pasó? ¿Le pudo Hollywood?
En segundo lugar, este filme ha sido obviamente un escape y los amigos del entorno también lo halagan. Pero tras la película también se esconde una realidad denunciable y que por ello responsabilizo a la obra y su acometido. Hubo presupuesto, se emplearon niños como actores del ghetto y promocionaron una joya de la cual saldrían incluso los más desfavorecidos a la fama. Fama pero que fue efímera, viéndose desfilar en las rojas alfombras del Teatro Kodak y ahora sin casas, maltratados y vendidos por sus padres y olvidados por todos,incluso por la fortuna. Fueron papel de tirar, objetos simplemente explotados para la recaudación millonaria de unos cuantos. Claro, existen muchas historias semejantes a estas en el mundo del cine, pero me aflije e irrita que se de con una película que encubre lo que debería denunciar.
Y lamento tantas líneas y tanta ferocidad...igual da para debatir!
Salu2 !
pues si totslmente de acuerdo con Diebelz. El debate sería apasionante
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