Dublín 11 de agosto 2010
Estimado Amigo:
Disculpa que esta misiva te llegue tan tarde pero no he podido enviártela antes. La causa es que he estado deambulando por los condados profundos y las montañas colindantes a Dublín. Como podrás suponer, en lugares tan inhóspitos encontrar una oficina de correos se antojaba algo difícil.
Sigo teniendo las mismas percepciones que te transmití en mi primera carta. Creo que se refuerzan cada día más. Quizás es la fuerza del paisaje y el contacto con la naturaleza. El tacto de la hierba verde mojada en la mañana, la intensidad de los olores y los sabores. Y como no, el calor de la gente que te encuentras por el camino.
Si hubieras caminado como yo lo he hecho por los páramos de Sally Gap entenderías lo que es el viento. Aprenderías a escuchar y sentirías su furia. Y como dice la canción, “el viento agita la cebada” y los arbustos, como tratando de arrancarle respuestas a la tierra. Respuestas que no llegarán nunca.
Si hubieras tocado el agua fría de los arroyos de las montañas del condado de Wicklow, seguro que hubieras sentido una suerte de purificación. Una limpieza profunda que solamente llega, no solo cuando el entorno posee esta belleza inigualable, sino cuando olvidas por un instante tus orígenes y te abandonas a ti mismo encontrando otros mundos. Déjame hacer un inciso y decirte algo: el paraíso existe y no está muy lejos. Yo estuve allí.
Si hubieras sentido como palpita la vida en la necrópolis neolítica de Bru Na Bóinne (Condado de Meath) podrías entender que la muerte es antigua y misteriosa. Y que a partir de ella, el hombre ha ido inventando todas sus creencias, mitos y tradiciones, sin los cuales además, no podría vivir feliz. Y me refiero a toda la mitología celta, a héroes como Cúchulainn, a los Leprechaun, y al eco imponente de una música que recuerda la que el bardo Marlen creyó oir cuando iba en busca de la espada encantada. La misma música que sugirió al rey Finn de Fianna la idea de construir un arpa con la osamenta de una ballena. El arpa de Irlanda.
Si hubieras sentido como transita la sangre de los muros de las ruinas monásticas de San Kevin en Glendalough. Afirmarías sin dudarlo que aquel lugar sangra Historia. Y que en aquel valle glacial los muertos del cementerio que están alrededor se levantan por la noche a bañarse en los lagos de agua cristalina mientras recitan los versos de Yeats, deshojan tréboles de cuatro hojas o rememoran nostálgicos las hazañas que no culminaron en vida (como si de una novela romántica de Walter Scott se tratara).
Creo que si estuvieras aquí y hubieras experimentado todo esto, serías tan feliz como yo lo soy ahora. Deseo que en el futuro podamos vivir cosas semejantes en mutua compañía.
Sinceramente te quiere.
Disculpa que esta misiva te llegue tan tarde pero no he podido enviártela antes. La causa es que he estado deambulando por los condados profundos y las montañas colindantes a Dublín. Como podrás suponer, en lugares tan inhóspitos encontrar una oficina de correos se antojaba algo difícil.
Sigo teniendo las mismas percepciones que te transmití en mi primera carta. Creo que se refuerzan cada día más. Quizás es la fuerza del paisaje y el contacto con la naturaleza. El tacto de la hierba verde mojada en la mañana, la intensidad de los olores y los sabores. Y como no, el calor de la gente que te encuentras por el camino.
Si hubieras caminado como yo lo he hecho por los páramos de Sally Gap entenderías lo que es el viento. Aprenderías a escuchar y sentirías su furia. Y como dice la canción, “el viento agita la cebada” y los arbustos, como tratando de arrancarle respuestas a la tierra. Respuestas que no llegarán nunca.
Si hubieras tocado el agua fría de los arroyos de las montañas del condado de Wicklow, seguro que hubieras sentido una suerte de purificación. Una limpieza profunda que solamente llega, no solo cuando el entorno posee esta belleza inigualable, sino cuando olvidas por un instante tus orígenes y te abandonas a ti mismo encontrando otros mundos. Déjame hacer un inciso y decirte algo: el paraíso existe y no está muy lejos. Yo estuve allí.
Si hubieras sentido como palpita la vida en la necrópolis neolítica de Bru Na Bóinne (Condado de Meath) podrías entender que la muerte es antigua y misteriosa. Y que a partir de ella, el hombre ha ido inventando todas sus creencias, mitos y tradiciones, sin los cuales además, no podría vivir feliz. Y me refiero a toda la mitología celta, a héroes como Cúchulainn, a los Leprechaun, y al eco imponente de una música que recuerda la que el bardo Marlen creyó oir cuando iba en busca de la espada encantada. La misma música que sugirió al rey Finn de Fianna la idea de construir un arpa con la osamenta de una ballena. El arpa de Irlanda.
Si hubieras sentido como transita la sangre de los muros de las ruinas monásticas de San Kevin en Glendalough. Afirmarías sin dudarlo que aquel lugar sangra Historia. Y que en aquel valle glacial los muertos del cementerio que están alrededor se levantan por la noche a bañarse en los lagos de agua cristalina mientras recitan los versos de Yeats, deshojan tréboles de cuatro hojas o rememoran nostálgicos las hazañas que no culminaron en vida (como si de una novela romántica de Walter Scott se tratara).
Creo que si estuvieras aquí y hubieras experimentado todo esto, serías tan feliz como yo lo soy ahora. Deseo que en el futuro podamos vivir cosas semejantes en mutua compañía.
Sinceramente te quiere.
JOSEPH SILVERMAN
PD: Prometo volver a escribir.
5 comentarios:
Pese a que no he estado en esos lugares. Gracias a usted sueño con poder verlos algún día
reserva de avion yaaaaaaaaa!!!! qué lirismo, sabía que lo tenías pero el páramo te lo ha acentuado jejejeje
Glendalough is fucking great!!!! unforgettable!!!!!
Buenas fotos
Bueno pues la verdad es que fueron lugares maravillosos en los que descubres que solamente estar ahí merece la pena. Un saludo a todos
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