BENDITAS UTOPÍAS
Ya lo dice uno de los personajes de esta maravillosa película de Werner Herzog: “Un hombre vale el peso de sus sueños”. Y en este caso, la utopía del “Fitzcarraldo” (1982) del título pesa toneladas infinitas. Un individuo de origen diverso (medio irlandés y melómano obsesivo) en tierra extraña (la Amazonia), en una suerte de paraíso virgen al que llevar parte de la cultura europea más importante. La Opera en la selva, por y para indígenas. Poco importa si de Wagner o de Bellini, aunque mejor si canta Enrico Caruso. Y aunque suene a excentricidad o diletantismo, lo verdaderamente esencial es volcar la existencia en pos de la bendita utopía. Ni siquiera las montañas podrán parar al hombre y su causa.
Visionando “Fitzcarraldo”, nos damos cuenta que posee todos los elementos e inquietudes que atraviesan la filmografía de Herzog. Desde la búsqueda y conquista de lo inútil y de lo estrafalario, aunque de un inestimable valor espiritual, hasta la disección y análisis psicológico de personajes al borde de la locura (Klaus Kinski forever!). A todo esto hay que añadir una complejidad terrible en la puesta en escena con elementos narrativos tan poderosos como la música y el paisaje. Naturaleza y cultura envolviendo al ser humano y reduciéndolo a la mínima expresión.
Los inicios plantean la situación y definen el contexto en clave de ficción para ir progresivamente depurando sus imágenes con un naturalismo delicioso que camina hacia el documental. Hacia la consecución de la utopía. El contacto con los indígenas que convierte a Herzog en el pionero de la interculturalidad fílmica. Compartir la utopía con ellos y que el barco supere la montaña. Aunque la empresa se lleve por delante vidas inocentes. Ninguna conquista es gratuita o indolora. Y es ahí justamente, cuando alcanza ese estado de purificación, de tragedia, de voluntad traspasando la pantalla, que Herzog y Kinski alcanzan el éxtasis para entrar en la leyenda.
Y al final de todo, después de la tormenta, en el fragor de la resaca, Herzog demuestra que no es solamente un cineasta de calidad y pedigrí (que lo es) sino un artista cuyo discurso humanista radical está destinado a permanecer y a crear legiones de seguidores. Seguidores que han considerado “Fitzcarraldo”, no como una Obra Maestra porque no lo es, sino una joya de culto. Una joya que nos enseña que al intentar hacer los sueños realidad es mejor disfrutar del camino que de la consecución de los mismos. Y que al conseguir lo que se ha soñado, te conviertes en algo que supera al propio soñador. Un ente humano, un espíritu feliz. Cabe preguntarse si este filme es reivindicable hoy cuando se intentan homogeneizar las ilusiones de todo bicho viviente. La respuesta es obvia: “Fitzcarraldo” es hoy más actual que nunca. Y recordando al gran Klaus Kinski sonriendo desde la cubierta del barco oteando el amanecer en la Amazonia resurge este pensamiento: “Mejor loco que sumiso”.
Ya lo dice uno de los personajes de esta maravillosa película de Werner Herzog: “Un hombre vale el peso de sus sueños”. Y en este caso, la utopía del “Fitzcarraldo” (1982) del título pesa toneladas infinitas. Un individuo de origen diverso (medio irlandés y melómano obsesivo) en tierra extraña (la Amazonia), en una suerte de paraíso virgen al que llevar parte de la cultura europea más importante. La Opera en la selva, por y para indígenas. Poco importa si de Wagner o de Bellini, aunque mejor si canta Enrico Caruso. Y aunque suene a excentricidad o diletantismo, lo verdaderamente esencial es volcar la existencia en pos de la bendita utopía. Ni siquiera las montañas podrán parar al hombre y su causa.
Visionando “Fitzcarraldo”, nos damos cuenta que posee todos los elementos e inquietudes que atraviesan la filmografía de Herzog. Desde la búsqueda y conquista de lo inútil y de lo estrafalario, aunque de un inestimable valor espiritual, hasta la disección y análisis psicológico de personajes al borde de la locura (Klaus Kinski forever!). A todo esto hay que añadir una complejidad terrible en la puesta en escena con elementos narrativos tan poderosos como la música y el paisaje. Naturaleza y cultura envolviendo al ser humano y reduciéndolo a la mínima expresión.
Los inicios plantean la situación y definen el contexto en clave de ficción para ir progresivamente depurando sus imágenes con un naturalismo delicioso que camina hacia el documental. Hacia la consecución de la utopía. El contacto con los indígenas que convierte a Herzog en el pionero de la interculturalidad fílmica. Compartir la utopía con ellos y que el barco supere la montaña. Aunque la empresa se lleve por delante vidas inocentes. Ninguna conquista es gratuita o indolora. Y es ahí justamente, cuando alcanza ese estado de purificación, de tragedia, de voluntad traspasando la pantalla, que Herzog y Kinski alcanzan el éxtasis para entrar en la leyenda.
Y al final de todo, después de la tormenta, en el fragor de la resaca, Herzog demuestra que no es solamente un cineasta de calidad y pedigrí (que lo es) sino un artista cuyo discurso humanista radical está destinado a permanecer y a crear legiones de seguidores. Seguidores que han considerado “Fitzcarraldo”, no como una Obra Maestra porque no lo es, sino una joya de culto. Una joya que nos enseña que al intentar hacer los sueños realidad es mejor disfrutar del camino que de la consecución de los mismos. Y que al conseguir lo que se ha soñado, te conviertes en algo que supera al propio soñador. Un ente humano, un espíritu feliz. Cabe preguntarse si este filme es reivindicable hoy cuando se intentan homogeneizar las ilusiones de todo bicho viviente. La respuesta es obvia: “Fitzcarraldo” es hoy más actual que nunca. Y recordando al gran Klaus Kinski sonriendo desde la cubierta del barco oteando el amanecer en la Amazonia resurge este pensamiento: “Mejor loco que sumiso”.
FICHA TÉCNICA:
TÍTULO ORIGINAL Fitzcarraldo AÑO 1982 DURACIÓN 157 min. DIRECTOR Werner Herzog GUIÓN Werner Herzog MÚSICA Popol Vuh FOTOGRAFÍA Thomas Mauch REPARTO Klaus Kinski, Claudia Cardinale, Paul Hittscher, Miguel Ángel Fuentes, José Lewgoy, Grande Otélo
2 comentarios:
bien dicho, mejor loco que sumiso. Y así nos va... que nadie nos hace caso y todo se va al garete
radicaaaaaaaaaaaaaaaaaallllllllllllll!!!!!!!
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