02 abril 2011

Cinema Revival (CXXIII): Ordet (la palabra) (1955)


VOLUNTAD DE CREER
Siempre quedarán las palabras. Cuando ya quede poco o nada en qué creer. Pervivirá algún resquicio de viejos sonidos, jirones de pensamiento que nos ayudaron a comprender el mundo. La palabra exacta, la adecuada, en el momento y espacio correcto, suponen la diferencia perfecta entre creer y no creer. La maldita fe. Llega o se marcha. A veces ni eso. La fría y larga oscuridad donde, tal vez, no haya más que silencio.

En filmes como "Ordet" (1955) de Carl T. Dreyer, parece que se buscan palabras para definir ciertos estados de ánimo o cierta forma de entender la vida. Pero es inútil definir la existencia humana y su exasperante carga metáfisica con una sola palabra. No importa que Dreyer sea un maestro indiscutible del cine. Que sea capaz de concebir esta maravilla a medio camino entre la imagen y el tratado filosófico (¿no serán lo mismo?). Que la planifique de esa manera tan minuciosa y delicada como si de un objeto de orfebrería se tratara. Controlando el espacio, moviendo la cámara, centrándose en sus criaturas en larguísimos planos. Nada de eso importa.

No importa que Dreyer haya pensado en Soren Kierkegaard, además de en Munk (autor de la obra de teatro). Que detrás de toda esta concepción de la condición humana haya universos como el de Henrik Ibsen, August Strindberg o cineastas de la talla de Ingmar Bergman o Víctor Sjostrom. Entre más sean las referencias, más fácil será creer en un universo que no es de este mundo.

Saben los que más saben, entre ellos Dreyer, que toda esa complejidad y toda esa abstracción que nace de las contradicciones y anhelos de los seres húmanos son fruto de la pasión. Y él disfruta en estas discusiones tan trascendentales reducidas siempre por el minimalismo y la austeridad de su cine. ¿Existe Dios? ¿Necesita el hombre a Dios en su vida o es Dios el que requiere al hombre? ¿Son factibles los valores positivos y los buenos sentimientos al margen de la fe ciega en Dios? De haber respuestas, no será aquí el lugar dónde encontrarlas. Y de ser aquí, se requeriría un millón de vidas para desentrañar la infinitesima parte del misterio. El cine de Dreyer es un buen comienzo para ser feliz y quedarse, eso sí, en el camino.

Y al final, es posible que nada tenga sentido si exceptuamos el instante en el que nos encontramos. Aunque si parece garantizado que cuando ves un filme como éste, o lo revisas, te reconcilias irremediablemente con todo el cine (y con la vida). No solo porque su mensaje eleve la humanidad a niveles que ya creíamos imposibles sino porque alberga la modernidad del cine en su alma postrando lo más reciente a la mediocridad y el tedio. ¿Dan ganas de creer más allá de la palabra? Hacía decir Bergman a uno de sus personajes en aquella maravillosa "El séptimo sello" (1956) que "nadie puede vivir mirando a la muerte sabiendo que camina hacia la nada". Creer o no creer. En el medio, arte y cine dilucidando qué es más plausible. Al menos, hasta que aparezca la palabra perfecta que nos despierte.


FICHA TÉCNICA:


TÍTULO ORIGINAL Ordet AÑO 1955 DURACIÓN 125 min. PAÍS Dinamarca DIRECTOR Carl Theodor Dreyer GUIÓN Carl Theodor Dreyer (Obra: Kaj Munk) MÚSICA Paul Schierbeck FOTOGRAFÍA Henning Bendsten (B&W) REPARTO Henrik Malberg, Emil Hass Christensen, Preben Lerdorff Rye, Cay Kristiansen, Brigitte Federspiel, Ann Elizabeth, Ejner Federspiel, Sylvia Eckhausen, Gerda Nielsen

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