12 agosto 2011

Si yo fuera bruselense



Parece que no para de llover nunca aunque sea mes de agosto. Lluvia veraniega y por momentos un cierto frescor más propio del otoño. En esas condiciones Bruselas me acoge en su seno. Y la verdad es que me gusta a primera vista.


Desde que me bajo del avion comienzo a coleccionar instantes, aromas, sonidos, silencios, miradas, acciones, omisiones, pensamientos y reflexiones. Todo se agolpa y me abruma aunque temo no poder captar esa nueva totalidad.


Algunos de estas realidades requieren mayor extensión, otros necesitarían una monografía una tesis doctoral pero me conformaré con comentarlos más en profundidad en el futuro. Lo dicho, vago en la noche bruselense por el boulevard Anspach camino de la Rue Adolphe Max y me digo que:


a) En el adoquinado de la Grand Place subyace la fascinación del mundo entero en 360º, si pruebas a sentarte o incluso a acostarte un rato desde su mismo centro se corre el riesgo de salir más tolerante con el prójimo.


b) Hay mucha gente por las calles, y sin embargo, hay un susurro imperante solamente interrumpido por rachas de silencio (¿gritamos mucho nosotros o ellos hablan muy bajo?).


c) El chocolate, el pan, la bicicleta y el cómic son asuntos que preocupan a la ciudadanía, de lo cual me alegro pues participo activamente de esas cuestiones y porque significa que no les va del todo mal.


d)¿Esto es la capital de Europa? Desde aquí, al mirar por la ventana de mi hotel o al escaparate de una chocolatería el reflejo de la palabra Europa se siente lejano, casi inexistente. Un invento más para el olvido.


e) Pienso en antídotos para la esperanza de estos tiempos, y como siempre, me refugio en la calle, en la gente, en esa interculturalidad sincera: blancos, negros y asiáticos comparten espacio y tiempo en un plano de igualdad que demuestra cómo la sociedad va siempre por delante de sus gobernantes. Atrás parecen haber quedado las viejas huellas de un colonialismo atroz. ¿Utopía y perfección? Rotundamente NO. Pero SÍ es un punto de partida.


f) Huele a Alta Cultura (desde el Gótico Flamenco al Art-Decó) y a Cultura Popular (desde Tintín a Jacques Brel) en cada rincón y no solo en las viejas librerías, en las tiendas de discos de vinilo o en los museos y galerías sino también en lugares tan cotidianos como las estaciones de tren o las iglesias (no estoy delirando, hacía tiempo que no veía iglesias , Saint Jean Baptiste au Beguinage es un buen ejemplo, tan apegadas a la realidad de sus parroquianos formando parte activa de los movimientos sociales y culturales).


En fin, noche cerrada, llueve más. Paraguas en mano vuelvo a salir hacia el boulevard tarareando "La Fanette" de Jacques Brel tratando de encontrar ese sueño que me alcance hasta el día siguiente. Y mientras pienso si todas estas cosas son así de verdad o cómo serían realmente si yo fuera bruselense.

2 comentarios:

Diebelz dijo...

Conservo gratos recuerdos de cuando desaparecí con mi soledad a cuestas hasta esta ciudad. Sinceramente, a mí también me pareció artificial hablar de capital de "Europa" cuando uno desprende sus pasos por los adoquines mojados y se sumerge en los barrios de turcos y árabes, chinos y repatriados de otros lares de este mundo.

Running is Life dijo...

Celebro que también tú te hayas internado en aquellos recovecos y rincones inigualables.
Un abrazo