REFLEJOS DE LO VIVIDO
Uno de los grandes (entre otros claro está) placeres del cinéfilo está la de saciar su voracidad por degustar buenas películas casi a diario. Otro placer confesable es el de redescubrir filmes olvidados o cineastas calificados de difíciles, invisibles o minoritarios. Indudablemente, por las inquietudes cinematográficas, estéticas y de contenido, Andrei Tarkovski se encuentra en esa nómina de artistas de culto cuyas obras parecen ser muy conocidas, pues se ha leído mucho sobre ella y su relevancia, pero nunca se ha tenido siquiera la oportunidad de visionar esas obras tan masivamente citadas.
“El espejo” (1975) es una obra única, una Obra Maestra, pues nos referimos a un cine irrepetible. Irrepetible porque aúna con genialidad, no solo la búsqueda de esa belleza emocionante a través de las imágenes, sino porque posee la capacidad de aglutinar una complejidad, como capas múltiples que se superponen, en el que arte y vida se funden.
Tarkovski concibió quizás, su filme más autobiográfico, a partir de los recuerdos sobre su madre (verdadera protagonista del filme si en verdad hubiera alguna). Como recuerdos que son, el cineasta ruso estructura un guión de nula narratividad en el que acontecen saltos en el tiempo, desde la infancia allá por los años 30 en pleno stalinismo prebélico hasta la actualidad del propio autor, verdadero demiurgo omnisciente que atraviesa el filme. La vida en el campo, el trabajo, los momentos íntimos en el hogar. Todo ello con una ilimitada concesión a la poesía y a una complejísima puesta en escena.
La poesía, la riqueza de las palabras, la hondura de su significado, le sirven a Tarkovski para encontrar con la ayuda de unas idílicas imágenes en el que el paisaje y el color actúan como elementos narrativos de primer orden, el sentido de la vida, la verdad y el amor por el arte (perfecto) frente a la agonía de la vida (imperfecta). Y sobre esta disyuntiva, el anhelo inefable por retornar a la infancia. Que el espejo arroje ese reflejo de lo que fuimos, que nos permita ganarle tiempo a la existencia y otorgue un camino por delante de inocencia y pureza.
Este preciosismo filosófico no es baladí. Le acompaña una puesta en escena planificada hasta en lo más mínimo. Largos planos y planos-secuencia en el que la cámara se mueve en panorámico o travelling con una delicadeza y un barroquismo en el que resuenan, salvando las distancias, cineastas tan geniales del pasado y del presente como Max Ophuls o Alexander Sokurov . Éste último con filmes cuyos lazos son innegables con la obra de Tarkovski como “Madre e hijo”(1996) o “Alexandra" (2007).
Finalmente, hay que agregar que este conjunto de arte y poesía no es, en absoluto, ajeno a la realidad histórica que le toca retratar. Y aunque no lo parezca, Tarkovski, denuncia abiertamente al poder y sus excesos representando con sentimiento cómo las vidas de las personas son condicionadas cuando el totalitarismo entra en escena. Curiosamente, son aquellos momentos más íntimos, en color o blanco y negro, los que se muestran más dolorosamente reivindicativos. En cambio, la experimentación por medio del montaje para intercalar imágenes documentales auténticas sobre el exilio de los niños republicanos, los bombardeos de la Guerra Civil Española, el sitio de Leningrado o la Revolución Cultural China resultan un apoyo que subraya las tesis del autor. Y es, por encima de todo, el abogar por la libertad y el amor por encima de dogmas políticos, aunque haya vínculos humanos y familiares que configuran con dolor nuestro ser. De dar prioridad al arte y a la ética por encima de la barbarie y las utopías políticas. En el fondo, Tarkovski va a resultar, en los tiempos presentes, del desengaño político, de la muerte del trabajo cívico y la desidia del activismo que puede erigirse en un referente de la militancia por un mundo mejor. Ni más ni menos que los avatares del tiempo y la maduración del arte para llegar a conclusiones de este calibre.
Uno de los grandes (entre otros claro está) placeres del cinéfilo está la de saciar su voracidad por degustar buenas películas casi a diario. Otro placer confesable es el de redescubrir filmes olvidados o cineastas calificados de difíciles, invisibles o minoritarios. Indudablemente, por las inquietudes cinematográficas, estéticas y de contenido, Andrei Tarkovski se encuentra en esa nómina de artistas de culto cuyas obras parecen ser muy conocidas, pues se ha leído mucho sobre ella y su relevancia, pero nunca se ha tenido siquiera la oportunidad de visionar esas obras tan masivamente citadas.
“El espejo” (1975) es una obra única, una Obra Maestra, pues nos referimos a un cine irrepetible. Irrepetible porque aúna con genialidad, no solo la búsqueda de esa belleza emocionante a través de las imágenes, sino porque posee la capacidad de aglutinar una complejidad, como capas múltiples que se superponen, en el que arte y vida se funden.
Tarkovski concibió quizás, su filme más autobiográfico, a partir de los recuerdos sobre su madre (verdadera protagonista del filme si en verdad hubiera alguna). Como recuerdos que son, el cineasta ruso estructura un guión de nula narratividad en el que acontecen saltos en el tiempo, desde la infancia allá por los años 30 en pleno stalinismo prebélico hasta la actualidad del propio autor, verdadero demiurgo omnisciente que atraviesa el filme. La vida en el campo, el trabajo, los momentos íntimos en el hogar. Todo ello con una ilimitada concesión a la poesía y a una complejísima puesta en escena.
La poesía, la riqueza de las palabras, la hondura de su significado, le sirven a Tarkovski para encontrar con la ayuda de unas idílicas imágenes en el que el paisaje y el color actúan como elementos narrativos de primer orden, el sentido de la vida, la verdad y el amor por el arte (perfecto) frente a la agonía de la vida (imperfecta). Y sobre esta disyuntiva, el anhelo inefable por retornar a la infancia. Que el espejo arroje ese reflejo de lo que fuimos, que nos permita ganarle tiempo a la existencia y otorgue un camino por delante de inocencia y pureza.
Este preciosismo filosófico no es baladí. Le acompaña una puesta en escena planificada hasta en lo más mínimo. Largos planos y planos-secuencia en el que la cámara se mueve en panorámico o travelling con una delicadeza y un barroquismo en el que resuenan, salvando las distancias, cineastas tan geniales del pasado y del presente como Max Ophuls o Alexander Sokurov . Éste último con filmes cuyos lazos son innegables con la obra de Tarkovski como “Madre e hijo”(1996) o “Alexandra" (2007).
Finalmente, hay que agregar que este conjunto de arte y poesía no es, en absoluto, ajeno a la realidad histórica que le toca retratar. Y aunque no lo parezca, Tarkovski, denuncia abiertamente al poder y sus excesos representando con sentimiento cómo las vidas de las personas son condicionadas cuando el totalitarismo entra en escena. Curiosamente, son aquellos momentos más íntimos, en color o blanco y negro, los que se muestran más dolorosamente reivindicativos. En cambio, la experimentación por medio del montaje para intercalar imágenes documentales auténticas sobre el exilio de los niños republicanos, los bombardeos de la Guerra Civil Española, el sitio de Leningrado o la Revolución Cultural China resultan un apoyo que subraya las tesis del autor. Y es, por encima de todo, el abogar por la libertad y el amor por encima de dogmas políticos, aunque haya vínculos humanos y familiares que configuran con dolor nuestro ser. De dar prioridad al arte y a la ética por encima de la barbarie y las utopías políticas. En el fondo, Tarkovski va a resultar, en los tiempos presentes, del desengaño político, de la muerte del trabajo cívico y la desidia del activismo que puede erigirse en un referente de la militancia por un mundo mejor. Ni más ni menos que los avatares del tiempo y la maduración del arte para llegar a conclusiones de este calibre.
FICHA TÉCNICA:
TÍTULO ORIGINAL Zerkalo AÑO 1975 DURACIÓN 106 min. DIRECTOR Andrei Tarkovsky GUIÓN Andrei Tarkovsky & Alesandr Misharin MÚSICA Eduard Nikolay Artemiev (AKA Edward Artemyev) FOTOGRAFÍA Georgi Rerberg REPARTO Margarita Terekhova, Philip Yankovsky, Ignat Daniltsev, Oleg Yankovsky, Nikolai Grinko, Alla Demidova, Innokenti Smoktunovsky, Anatoly Solonitsyn
3 comentarios:
a great film without any doubt !!! Congratulationd for your new blog
Poesía en movimiento, narración con memoria, comprensión en la incomprensión, fundición de la realidad y la fantasía borrosa...La verdad que es una gran película y eso que todavía me faltan pelis de Tarkovski por ver...
Hola,
Ciertamente tu visión sobre este título de Tarkovski tan poco valorado en su estreno y que ha ido con el paso del tiempo rehubicándose en su lugar correcto, es muy acertado.
A mi me cautivó su fotografía, tiene momentos de fácil capturación y que perduran en la memoria y que se ven ayudados por el uso del color o más del B/N.También la casi ausencia de contraplanos ayuda a sostener y a potenciar la similitud del reflejo frente al espejo.
Un saludo.
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