PROFECÍA DEL HUNDIMIENTO
“Libertad, igualdad y fraternidad son palabras que me guardo para las ocasiones especiales”- dice Vincent, uno de los tres protagonistas de “El odio” (1995) de Mathieu Kassovitz. La frase es definitiva y premonitoria sobre la gran tragedia que planea en el filme, al que quizás después de tanto tiempo, no se le ha hecho suficiente justicia (por lo menos en nuestro país).
Las razones de esta injusticia residen en dos aspectos (triviales e insignificantes) tales como:
1-Fue dirigida por un cineasta que con este filme firmaba un segundo filme espléndido y proyectaba una serie de promesas sobre cierto cine social, muy realista, pero que curiosamente no renunciaba mostrar una cierta estética de los suburbios. Lo cierto es que Kassovitz no ha vuelto a adquirir la madurez ni la notoriedad que alcanzó en esta ocasión. ¿Morir de éxito después de embellecer el desarraigo de la “República Tricolor”? ¿Discurso agotado?
2-Aunque fue bien acogida por los festivales su temática es incómoda y crudísima. Mostrar cómo la vida cotidiana de tres jóvenes franceses cuyos padres tienen orígenes diversos (Senegal, Argelia y Europa del Este), corona el retrato de una interculturalidad de la violencia. De conciliación y entendimiento entre minorías en torno a la desolación y las ruinas de un sistema absolutamente injusto. Lo contrario que se predica desde la tarima del orador.
Y a pesar de toda esta catártica incomodidad y sana incorrección , son más los motivos para reivindicar su revisión continua tiempo después de su estreno. Se justifica en elementos tan contundentes como:
1-Una puesta en escena y un guión soberbios. “El odio” es un filme que se expresa con un virtuosismo tremendo. La manera en que Kassovitz mueve la cámara persiguiendo a sus tres protagonistas. Esos primerísimos planos, como intentando taladrar la cabeza de los personajes intentando descifrar la psique, la génesis, la causa, la mecha que propicia y genera esa violencia que produce más violencia. Un viaje sin retorno, un chute de adrenalina sin distensión ni descanso. No hay tregua desde las barricadas y la represión policial. Caída libre.
2-Una fotografía en blanco y negro repleta de matices y capaz de embellecer la miseria, el desarraigo, la tortura sistemática del poder y la desesperación. ¿Es lícito el embellecimiento de lo indeseable?
3-Una interpretaciones impresionantes repletas de inspiración (¡ojo a lo que apuntaba cierto jovenzuelo llamado Vincent Cassel!), casi improvisadas a partir de un esquema previo, pero dejándose llevar por un tiempo cinematográfico de gran tensión (todo transcurre en 24 horas) y unos diálogos trufados de intertextualidad y cinefilia. Desde “El precio del poder” hasta “Uno de los nuestros” pasando por “Taxi Driver” . ¿Poesía violenta o violencia poética de las palabras?
4-“El odio” de Mathieu Kassovitz muestra por enésima vez que la realidad siempre es más dura que cualquier probable ficción. Este filme tiene a sus espaldas cierta aureola profética pues toda su trama, al menos en su origen, se reprodujo en Francia, tiempo después. ¿O ya hemos olvidado las terribles revueltas de 2005 que asolaron las periferias de las grandes ciudades francesas debido a la muerte de dos adolescentes electrocutados cuando huían de la policía asustados? ¿Era el duelo por unas muertes absurdas o porque ésta simbolizaba la confusión de haber disuelto sus identidades culturales, de saberse nada para nadie?
5-Y ésta es seguramente la profecía del hundimiento. El hundimiento de un modelo que no funciona. Que uniformiza, margina y deporta (no hay más que ver lo sucedido con los gitanos actualmente) mientras vende valores anacrónicos de una Revolución agotada y amortizada para la propaganda política. Francia se hunde. Lo dijo Kassovitz en “El odio” y lo han repetido después otros ilustres como Lauren Cantet con “La clase” (2008) (también para Francia) o David Simon y Ed Burns con la cuarta temporada de la serie “The Wire” (2006). Cine y TV avisaron y nadie hizo caso. La catástrofe de lo que viene es inexplicable. Decía Diderot que “en diez años se causan más males de los que se pueden reparar en un siglo”. Y ahora, en medio de una Europa confusa que dice una cosa y hace otra, me pregunto (y no es broma) ¿la macroeconomía del siglo XXI es la revisión de los totalitarismos? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para despertar?
“Libertad, igualdad y fraternidad son palabras que me guardo para las ocasiones especiales”- dice Vincent, uno de los tres protagonistas de “El odio” (1995) de Mathieu Kassovitz. La frase es definitiva y premonitoria sobre la gran tragedia que planea en el filme, al que quizás después de tanto tiempo, no se le ha hecho suficiente justicia (por lo menos en nuestro país).
Las razones de esta injusticia residen en dos aspectos (triviales e insignificantes) tales como:
1-Fue dirigida por un cineasta que con este filme firmaba un segundo filme espléndido y proyectaba una serie de promesas sobre cierto cine social, muy realista, pero que curiosamente no renunciaba mostrar una cierta estética de los suburbios. Lo cierto es que Kassovitz no ha vuelto a adquirir la madurez ni la notoriedad que alcanzó en esta ocasión. ¿Morir de éxito después de embellecer el desarraigo de la “República Tricolor”? ¿Discurso agotado?
2-Aunque fue bien acogida por los festivales su temática es incómoda y crudísima. Mostrar cómo la vida cotidiana de tres jóvenes franceses cuyos padres tienen orígenes diversos (Senegal, Argelia y Europa del Este), corona el retrato de una interculturalidad de la violencia. De conciliación y entendimiento entre minorías en torno a la desolación y las ruinas de un sistema absolutamente injusto. Lo contrario que se predica desde la tarima del orador.
Y a pesar de toda esta catártica incomodidad y sana incorrección , son más los motivos para reivindicar su revisión continua tiempo después de su estreno. Se justifica en elementos tan contundentes como:
1-Una puesta en escena y un guión soberbios. “El odio” es un filme que se expresa con un virtuosismo tremendo. La manera en que Kassovitz mueve la cámara persiguiendo a sus tres protagonistas. Esos primerísimos planos, como intentando taladrar la cabeza de los personajes intentando descifrar la psique, la génesis, la causa, la mecha que propicia y genera esa violencia que produce más violencia. Un viaje sin retorno, un chute de adrenalina sin distensión ni descanso. No hay tregua desde las barricadas y la represión policial. Caída libre.
2-Una fotografía en blanco y negro repleta de matices y capaz de embellecer la miseria, el desarraigo, la tortura sistemática del poder y la desesperación. ¿Es lícito el embellecimiento de lo indeseable?
3-Una interpretaciones impresionantes repletas de inspiración (¡ojo a lo que apuntaba cierto jovenzuelo llamado Vincent Cassel!), casi improvisadas a partir de un esquema previo, pero dejándose llevar por un tiempo cinematográfico de gran tensión (todo transcurre en 24 horas) y unos diálogos trufados de intertextualidad y cinefilia. Desde “El precio del poder” hasta “Uno de los nuestros” pasando por “Taxi Driver” . ¿Poesía violenta o violencia poética de las palabras?
4-“El odio” de Mathieu Kassovitz muestra por enésima vez que la realidad siempre es más dura que cualquier probable ficción. Este filme tiene a sus espaldas cierta aureola profética pues toda su trama, al menos en su origen, se reprodujo en Francia, tiempo después. ¿O ya hemos olvidado las terribles revueltas de 2005 que asolaron las periferias de las grandes ciudades francesas debido a la muerte de dos adolescentes electrocutados cuando huían de la policía asustados? ¿Era el duelo por unas muertes absurdas o porque ésta simbolizaba la confusión de haber disuelto sus identidades culturales, de saberse nada para nadie?
5-Y ésta es seguramente la profecía del hundimiento. El hundimiento de un modelo que no funciona. Que uniformiza, margina y deporta (no hay más que ver lo sucedido con los gitanos actualmente) mientras vende valores anacrónicos de una Revolución agotada y amortizada para la propaganda política. Francia se hunde. Lo dijo Kassovitz en “El odio” y lo han repetido después otros ilustres como Lauren Cantet con “La clase” (2008) (también para Francia) o David Simon y Ed Burns con la cuarta temporada de la serie “The Wire” (2006). Cine y TV avisaron y nadie hizo caso. La catástrofe de lo que viene es inexplicable. Decía Diderot que “en diez años se causan más males de los que se pueden reparar en un siglo”. Y ahora, en medio de una Europa confusa que dice una cosa y hace otra, me pregunto (y no es broma) ¿la macroeconomía del siglo XXI es la revisión de los totalitarismos? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para despertar?
FICHA TÉCNICA:
TÍTULO ORIGINAL La haine (Hate) AÑO 1995 DURACIÓN 95 min. DIRECTOR Mathieu Kassovitz GUIÓN Mathieu Kassovitz MÚSICA Varios FOTOGRAFÍA Pierre Aim (B&W)
REPARTO Vincent Cassel, Hubert Koundé, Saïd Taghmaoui, Abdel Ahmed Ghili, Solo, Joseph Momo, Héloïse Rauth, Rywka Wajsbrot, Olga Abrego, Laurent Labasse, Choukri Gabteni, Nabil Ben Mhamed, Benoît Magimel, Mathieu Kassovitz, Anthony Souter
REPARTO Vincent Cassel, Hubert Koundé, Saïd Taghmaoui, Abdel Ahmed Ghili, Solo, Joseph Momo, Héloïse Rauth, Rywka Wajsbrot, Olga Abrego, Laurent Labasse, Choukri Gabteni, Nabil Ben Mhamed, Benoît Magimel, Mathieu Kassovitz, Anthony Souter
2 comentarios:
coño!!!! esto hay que conseguirlo de inmediato. Suena a tremenda película...
Para mí es una OBra MAESTRA SUPREMA DEL CINE SOCIAL. Pocas veces se ha reflejado tan bien la violencia extrema sin que se vea absolutamente nada.
Un saludo
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