Con su voz arrastrada reflejó el dolor del exilio y el suburbio. Excentrica, excesiva, no diferenció bien la vida del arte. Quizás ahí radicaba su grandeza. La Edith Pîaf cubana interpretaba lo que se le ponía delante haciéndolo suyo. Con este temazo, dejaba bien claro dos cosas. Que hubo una reina de la música latina antes de Celia Cruz y que nunca se afrontó el bolero con tanta desesperación y profundidad.
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