20 diciembre 2010

Cinema Revival (CXIX): El hombre tranquilo (1952)


ELOGIO DE LA SENCILLEZ

Ya sabíamos que John Ford había volcado el tarro de sus gigantescas esencias cinematográficas en el género del western. O no. Si bien el cineasta norteamericano reflejó toda la hondura lírica de la condición humana en las extensas llanuras del Oeste americano, no es menos cierto que al revisar “El hombre tranquilo” (1952) uno descubre con asombro la capacidad genial de aportar tanto al arte contando cosas simples. Elogiando la sencillez.
En “El hombre tranquilo”, Ford regresa a la Irlanda de sus ancestros para mostrar el impacto del regreso a una pequeña comunidad de uno de sus hijos desde la tierra de promisión que siempre representó Estados Unidos. Como siempre también, va a contracorriente. No era suficiente personificar en la figura del gran John Wayne la melancolía de los páramos en el Monument Valley. No, había que convertirlo en una especie de emigrante volviendo al Innisfree de las celticas y las hadas. Queda claro que mientras unos van, él vuelve para convertir en leyenda todo lo que su cámara, con amor, registra. Ni más ni menos que un hombre bueno.
Y es a partir de este argumento tan simple y a la vez tan bien modulado en el guión y en la dirección de actores (sobre todo esos espléndidos secundarios que siempre han engrandecido su filmografía) que “El hombre tranquilo” despliega la inmortalidad de la que hace gala casi sesenta años después de su estreno. El choque de culturas, el peso de la tradición, la fe en el paisaje y en Dios, la camaradería y la solidaridad por encima de rivalidades, el incipiente machismo, las cantinelas felices y la fuerte convicción de que un hombre no necesita demasiado para ser feliz. Porque, en el fondo, el secreto subyace en los detalles, la diferencia estriba en la honestidad y la coherencia.
Asistimos, en consecuencia, a un clásico literal del cine. Y digo literal porque este apelativo obedece a dos cuestiones. Su grandeza intemporal y la influencia que ha ejercido en el cine posterior (cineastas contemporáneos tan relevantes como José Luis Guerín han rastreado la huella de este filme en creaciones propias como “Innisfree” (1990)) y la maestría de saber relatar lo apoteósico y el costumbrismo más trivial, junto a las victorias sociales y las derrotas morales. Todo en su justa medida. Y una última cuestión, ¿representa “El hombre tranquilo” como la anterior incursión de Ford en este tipo de temáticas “Qué verde era mi valle” (1941) una idealización de la comunidad, una culminación de la utopía? Respuesta: seguramente sí, pero aunque al nacer nadie nos prometió vivir en el Edén rápidamente aprendimos a soñar con él. Con el Edén de los hombres tranquilos.

FICHA TÉCNICA:

TÍTULO ORIGINAL The Quiet Man AÑO 1952 DURACIÓN 129 min. DIRECTOR John Ford GUIÓN Frank S. Nugent, John Ford (Historia: Maurice Walsh) MÚSICA Victor Young
FOTOGRAFÍA Winton C. Hoch & Archie Stout REPARTO John Wayne, Maureen O'Hara, Barry Fitzgerald, Ward Bond, Victor McLaglen, Jack MacGowran, Arthur Shields, Mildred Natwick

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